Una vez más, se incorporó bruscamente en su cama y dirigió su rostro al suelo, como si fuera a devolver.
-Harry, ten...- murmuraba Ginny, sin apartarse de su lado y ofreciéndole agua.
El chico sonrió levemente, intentando no angustiar más a su compañera y tomó el agua.
Hermione lo miraba con incertidumbre, pues aún no tenía nada para solucionar todos los problemas y dilemas que tenían encima.
La joven suspiró de agotamiento mental y depositó sus ojos en el libro, intentando hallar algún remedio o algo parecido.
-No te tortures, Hermione. La única persona que, sabe algo, se llama Malfoy y no parece dispuesto a hablar- se quejaba Ron, en voz baja.
-Lo sé, pero ahora somos un grupo y debemos de permanecer unidos. Yo también quiero hablar con él y que nos ayude con lo de Harry, pero...- se entrecortó, al darse cuenta que, el joven Slytherin, había puesto sus ojos en ella.
Ron no sabía por qué, ésta, había detenido su conversación; ya que, estaba de espaldas a Draco y no se había percatado de que los estaba vigilando.
Hermione tragó saliva y descendió, disimuladamente, su mirada al libro.
Malfoy no había escuchado nada de lo que hablaban y tampoco pretendía hacerlo, simple y llanamente, observaba a Hermione con temor.
Temor a que pudiera salir a la luz su secreto que, ambos, tenían en común. Sabía y confiaba en que, Hermione, no iba a decir ni una sola palabra del asunto; aunque, aún seguía dándole vueltas a su situación.
Sabía que, Redforth, iba sacar a sus padres de la cárcel y también a él mismo; pero algo le impulsó a romper con aquel plan.
No era lo correcto, el desobedecer a sus progenitores, pero tampoco quería desobedecer a su moral... Draco siempre había hecho y dicho cosas hirientes, con maldad. Lo hacía con su reluciente orgullo y no sentía remordimiento alguno de ello; pero todo había cambiado.
Las cosas que conocía y que estaban por pasar, al chico solo lo llevó a la desesperación y al miedo.
Solo deseaba que todo aquello pasara y que no dejara rastro alguno.
-Harry sigue muy mal...- interrumpió sus pensamientos, la joven Lovegood.
Luna tenía, en sus manos, un pequeño cuenco con sopa para Harry y se lo entregó a su amiga pelirroja.
-Pero, ¿qué podemos hacer? Si salimos, nos arriesgamos a que nos encuentren los dementores- seguía Neville, sentado a la mesa.
Ron y Hermione miraron a sus dos compañeros, tenían razón los dos... ¿Qué hacer? Esa era la pregunta.
-Chicos, tranquilos... Aún puedo...- decía Harry, con un tono muy desanimado y apagado.
-¡No, Harry! ¡Ya basta!- le interrumpía su mejor amigo Weasley, mientras se ponía en pie bruscamente.
Todos miraron, preocupados, a Ronald.
-¡La única persona que, tiene una ligera idea de qué es lo que está pasando, es Malfoy!- continuaba con un tono más irritado y mirando hacia Draco- ¡¿Acaso no te han enseñado a ser más agradecido?! ¡Mi mejor amigo está en problemas y, puede que a ti te importe muy poco, pero yo siento que se muere y tú no tienes la humildad de echarnos una mano!-.
El joven Slytherin mantenía la calma y miraba, con recelo, a su compañero Gryffindor.
-¡Nosotros hemos salvado tu culo de la muerte y así nos lo pagas! ¡Maldito hurón presuntuoso, debimos de haberte dejado morir allí!- se sobresaltaba, aún más, Ron.
Draco se puso en pie, irritado y bastante dolido con esa acusación. Es cierto que estaba agradecido con lo que habían hecho por él, pero su lucha estaba en su interior.
Si tan solo dijera un pequeño dato, con respecto a Harry, pero no podía hacerlo... Había mucho en juego y no pensaba en sí mismo.
-Yo que tú, Weasley, reflexionaba un poco más antes de hablar- decía entre dientes y con una mirada de desprecio.
Ron burló y miró con enojo a su contrincante.
-Soy capaz de devolverte a Azkaban, ¿te la quieres jugar?- amenazaba, mientras encontraba su barita en su bolsillo del pantalón.
Draco, sin apartar su vista de los ojos de Ron, hizo lo mismo que él.
-¡Oh, por favor, ya basta! ¡Tenemos que permanecer unidos!- se inquietaba Hermione, mientras se ponía al lado de Ron e intentando convencerlo de que dejara de meterse con Draco.
Ron la miró con enojo, estaba irritado y cansado de ver cómo, su pareja, seguía protegiendo a alguien como Malfoy.
-Está bien, ya veo que prefieres salvar la vida de este imbécil que la de nuestro mejor amigo Harry- concluyó, mirando a ésta con una mirada de decepción y guardando su barita. Miró con odio, por última vez, a Draco y salió de la tienda.
Hermione sabía que no le escucharía, pero quiso intentarlo y fue a dar con Ron.
Draco, bajó su mirada, intentó actuar con normalidad mientras guardaba su barita y volvía a retomar su asiento.
Sentía que su corazón iba muy aceleradamente y procuró no hacerlo notar en su acelerada respiración. Su amiga y compañera, Pansy, había anotado en su memoria este acontecimiento; donde, Malfoy, seguía ausente y callado.
Sabía que no podría ser el mismo chico orgulloso de siempre, debido a que no estaba en su ambiente, pero su actitud no era la intimidación de los Gryffindor... Iba mucho más allá.
-Ron, por favor...- murmuraba Hermione, con lágrimas en los ojos.
Éste no la miraba, solo caminaba hacia un árbol que se encontraba cerca de la tienda y se sentó bajo de éste.
Ella le seguía, estaba convencida de que lo había hecho por mantener el grupo unido; sin embargo, había comprendido que, Ron, no lo veía del mismo modo.
-Ron, por favor... Háblame...- seguía rogándole, de pie y enfrente de éste.
Pero él no le dedicaba ni una mirada, solo mantenía su rostro inundado de ira.
Hermione suspiró de tristeza y comenzó a secarse las lágrimas, mientras miraba hacia la otra orilla que se encontraba al frente de ellos.
-¿Por qué le has defendido otra vez, Hermione?- murmuró sin mirarla y con el mismo semblante.
Ella lo miró en seguida y tragó saliva.
-¿Defenderle? ¿En qué piensas tú, para llegar a esa conclusión?- volvía a mirar hacia al frente.
Ron miró hacia ella y mantuvo el silencio, a lo que ella también le correspondió.
-Dudo de nuestra relación- dijo al fin.
Hermione sabía que oiría esas palabras, pero no objetó nada solo volvió a mirar hacia el frente. En cierto modo, se lo merecía, pensaba la joven.
-¿Qué quieres decir con eso?- lograba decir, algo herida y sin apartar su vista del paisaje.
-Quisiera plantearme lo nuestro- murmuraba.
Hermione asintió y miró a su compañero.
-Está bien, lo respetaré...- concluyó y volvió a la tienda.
Ella siempre era la que iba a dar con él en cada discusión que tenían, siempre le rogaba que no la dejara y que lo amaba.
Sabía que éste la quería y que nunca la defraudaría, pero Hermione había cometido un error bastante grande y dos veces... No tenía derecho de reclamar nada y tampoco de humillarse, una vez más, a él.
Le dolía y sentía culpabilidad, más que amor sosegado por el joven pelirrojo.
Se secaba las cristalinas lágrimas y entró en la tienda.
Todos se habían dado cuenta de la situación entre ella y Ron, sin embargo, prefirieron mantener el silencio y que todo volviera a su cauce.
Jessica, que estaba sentada a la mesa y de cara a Harry, miraba a sus compañeros repetidas veces y meditaba en sus mismos pensamientos. De vez en cuando, suspiraba y su mirada se iba apagando.
Sentía dolor y tristeza... Pero, algo había percatado su atención. Era el sonido de un halcón y, ella, parecía saber de qué halcón se trataba.
Disimuladamente, se incorporó y salió de la tienda. Vio al joven Weasley, apartado varios metros de ellos y caminó, sin hacerse notar, hacia la parte trasera de la tienda y se apartó varios metros.
Sacó su barita y la dirigió hacia el cielo.
-Aperi Claustra- murmuró y un leve destello blanquecino, subió hacia el cielo y abrió un pequeño agujero en la barrera que los protegía de los muggles, magos y dementores.
El plumado animal, descendió con un pequeño frasco metálico atado en su pata. Parecía contener una carta.
Jessica, que tenía sus mangas bajas, alzó su brazo y dejó que éste se posara en su brazo.
Ella lo acarició y le ofreció un pequeño trozo de bacon que había tomado del desayuno.
En lo que, el halcón, tomaba su merecido premio, Jessica tomó el pequeño mensaje y comenzó a leerlo lo más rápido que podía.
-Posición del lugar- leyó en voz baja.
La muchacha, entendía de quién era y lo que le ordenaba hacer. Ella tomó, de su bolsillo, un pequeño trozo de servilleta, con lo que le exigía su demandante y el halcón comenzó a volar hacia su respectivo dueño.
Jessica sentía remordimientos, pero luchaba por ignorarlos y volvió hacia la tienda.
Al entrar, Ginny observó, cómo una pluma de halcón, caía del abrigo de Jessica.
Sin que nadie se diera cuenta, la joven Weasley, tomó la pluma que había caído cerca de la mesa y no apartó sus ojos de dicha pluma. Conocía muy bien qué tipo de animal poseía plumas así, pero no habían visto ningún halcón en días y no suelen vivir por aquella zona en la que estaban.
Ginny comenzó a desconfiar, mucho más, de su nueva compañera Gryffindor.
Aún seguía sintiendo algo, de su interior, que la hacían dudar mucho más de ella y no sabía el por qué.
Todos los problemas van evolucionando, con el paso de los días y cada vez nace más tensión entre ellos...
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