martes, 1 de enero de 2013

15. La verdad.

Harry estaba cada vez más nervioso y no sabía qué decirle al director... Es cierto que había estado soñando con Azkaban, pero ¿cómo podía explicárselo? A lo mejor, solo fue casualidad, debido al caso Malfoy; sin embargo, algo le hacía sentir que no era así.
-Harry, habías hablado en Parsel hace un momento con la señorita Parkinson y no lo recuerdas... Tampoco has notado que, tu voz, ha cambiado por completo- explicaba el director, mientras intentaba hallar alguna respuesta coherente.
-Sí, es cierto que he soñado con Azkaban... Pero puede deberse a lo que les pasa a los Malfoy- intentaba ocultarlo.
-Harry, eso es imposible. No es casualidad que hayas hecho eso ahora mismo y que no recuerdes nada- insistía el director.
-Solo recuerdo el sueño... Siempre se repite lo mismo- confesó Harry, mientras se sentaba en un pequeño sillín.
-¿Y qué es lo que te pasa en ese sueño?- preguntaba, algo inquietado, Dumbledore.
-Bueno, me encuentro en un sitio frío y aislado... Solo puedo sentir tristeza y no veo luz en ningún rincón de aquella habitación...- continuaba- Las paredes están frías, como el suelo y solo hay piedras... Piedras y grilletes...-
-Parece ser una prisión, continua- añadía éste.
-En ese lugar, hay alguien más conmigo. Un hombre, un hombre que no conozco de nada... Pero él sí me conoce...- explicaba un poco más confuso- Me llamaba Angui y me pedía ayuda para huir de allí...-
Dumbledore estaba un poco más nervioso por lo que decía el joven Potter.
-Entonces, me levanté y no sé cómo, pero conseguí liberarnos de las cadenas y salimos de la celda... Corrimos para escapar de unos hombres que llevaban látigos y baritas...- continuaba el chico- Pero, cuando llegamos hasta la salida, no pude escapar y los dementores se abalanzaron hacia mí... Matándome...-.
-Dime una cosa, Harry... ¿Sabes quién es el hombre al que liberaste?- se inquietaba más.
-No... Solo puedo recordar su voz... Lo siento mucho, señor- respondió muy dubitativo.
-Está bien... Será mejor que vayas a tu habitación, necesitas descansar y mañana es un día muy duro. No le comentes a nadie sobre esto, Harry... No es conveniente- concluyó éste.
El joven Potter asintió con la cabeza y dirigió su camino hasta las habitaciones.
De algo sí le sonaba ese hombre que le llamaba Angui... El profesor Reason era parecido a él, pero sería muy precipitado sacar conclusiones poco probables.
Así que, prefirió silenciarlo.
En ese momento, Harry se encuentra a su leal amiga, Hermione Granger. Se encaminaba hacia la sala común y con un libro en su mano. ¿Habría encontrado algo?
-¡Hermione!- exclamó éste, con una leve sonrisa.
Ella detuvo su camino y miró hacia Harry. Se alegró de verlo como siempre y corrió hacia él.
-¿Cómo te encuentras? Nos has impresionado mucho con lo que le has hecho a Parkinson...- disimulaba la joven, haciéndose ignorante. Como si, Ginny, no le hubiera dicho que no era la primera vez que le ocurría aquellas cosas a su buen amigo.
-Bueno, no sé muy bien qué es lo que he hecho ni dicho...- decía desilusionado.
-Tranquilo, cuando liberemos a los Malfoy, estoy segura de que nos ayudarán a liberarte de esto... Tal vez, ellos, sepan qué es lo que te pasa- animaba la joven con una hermosa sonrisa.
Harry sonrió y asintió con la cabeza. Se sentía seguro con sus mejores amigos, ¿qué podría hacer sin ellos? Son su mayor tesoro en este mundo tan cambiante e hiriente.
Son como la familia que siempre quiso tener y Ginny... Como la chica con la que estaba dispuesto a pasar toda su vida.
No sabría qué hacer si no los tuviera, a lo mejor no podría sobrellevarlo todo...
Como le pasaba al joven Slytherin, Draco Malfoy. Éste estaba encadenado a la pared de su pequeña y fría celda. Solo oía los gritos desgarrados de algún desdichado que azotaban como le habían hecho a él.
Aún le escocía las heridas que no cesaban de sangrar... Algunas eran de varios días y otras acababan de ser recientes.
Pensaba en todas las cosas que había hecho, en todas y cada una de las cosas que había dicho. Las decisiones que había tomado, sabía que no eran las más certeras...
Cómo añoraba Hogwarts, nunca deseó tanto estar en aquellos pupitres rodeado de todos los demás compañeros... Incluido los Gryffindor.
Deseaba ver a Harry, Ron y Hermione; aunque los detestara, sintió añoranza de estar cerca de ellos.
En ese momento, comenzó a recordar el beso que le había dado a Hermione y la agradable sensación que le produjo; pero, inconscientemente, detuvo ese pensamiento y lo sustituyó por algo mucho más oscuro y triste.
Como cuando murió el director Albus Dumbledore... E hizo bien, porque había llamado la atención de dos dementores que rodeaban su celda.
Si solo llegara a tener un pensamiento positivo o feliz, podría ser torturado por estos horribles seres.
Comenzó a llorar de ira y de impotencia; miró sus muñecas, que estaban encadenadas por aquellos helados y oxidados grilletes... Se incorporó como pudo, mientras se sostenía en aquella pared de piedra.
-¡Malditos! ¡Malditos!- gruñía entre dientes el chico, mientras se aferraba a la pared y cargaba su ira contra la pared.
La golpeaba con sus puños y aún no lograba desahogar todos esos sentimientos que llevaba consigo.
Estaba enfadado consigo mismo, pero aún más, al recordar el desprecio que le había dado la joven Granger en el día de su juicio.
No esperaba que lo defendiera, pero tampoco que le desprestigiara o que lo humillara de aquella manera. Solo pedía una oportunidad... Solo una, y no se la permitieron.
-¡Te odio, Granger! ¡TE ODIO!- exclamaba más indignado.
Sabía que, algún día, pagaría por todo lo que había hecho y dicho; pero nunca pensó en la muerte.
No sentiría nada. Ya no podría sentir todo lo que sentía en ese momento; a lo mejor, no es tan malo su destino.
Cesó de golpear la pared y volvió a sentarse, como pudo. No comía ni bebía, desde varias semanas... Estaba débil y solo deseaba que todo aquello acabara para siempre.
Estaba dispuesto a aceptar la muerte; y, si era preciso, le ofrecía un abrazo.
La única preocupación que llenaba su mente y corazón, eran sus padres... ¿Cómo estarían? Sobretodo su madre, Narcissa Malfoy. Ella era una gran mujer y temía por cómo podría estar, pero no tenía fuerzas para rogar nada.
Solo quería estar en aquella pared, muriendo poco a poco.
Esa noche era más fría que las demás y, Hermione, no conseguía dormir.
El ver cómo había reaccionado Pansy Parkinson ante la noticia de la sentencia... La hacía reflexionar.
Bajó las escaleras y se recostó en el sillón de la sala común. Recordaba aquel beso... Ahora que sabía que, Malfoy, fue sincero.
Miró su brazo, aún perduraban aquellas horribles palabras: sangre sucia.
Recordó las veces que, Draco, la insultaba de aquella manera; pero, a pesar de haberle tratado como le trató, el chico la había llamado Granger.
Hermione se había arrepentido de las palabras que le había ofrecido a su compañero Slytherin y abrió su libro de hechizos.
Esa noche no deseó dormir hasta no memorizar todos y cada uno de los hechizos y pociones que estudiara.
Deseaba, con todas sus fuerzas, liberar a ese chico que solo pedía una oportunidad.

DRACO MALFOY Y HERMIONE GRANGER

HARRY POTTER 
DESPACHO DEL DIRECTOR





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