Solo les faltaban cuatro semanas para ser ejecutados; sin embargo, quisieron adelantar la sentencia para esa misma noche.
Aunque el sol gobernase en todo el cielo, apenas se podía apreciar sus ardientes rayos por las heladas fortalezas de Azkaban.
Draco estaba muy débil y tiritaba desde hace varios días. No habían ido a golpearle ni tampoco le llevaron agua... Parecía como si se hubieran olvidado de él.
Después de enterarse de semejante noticia, sintió un fuerte dolor en su corazón. ¿Realmente, deseaba morir? Habían muchas dudas en su interior, pero todo le daba vueltas y sentía mucho más frío que las noches.
Sus heridas habían cicatrizado, pero le dolía todo su costado al moverse o con solo respirar.
¿Qué había hecho con su vida? Intentaba tener un mínimo de esperanza, aunque cada vez se le hacía más difícil y solo pudo susurrar unas palabras.
-Ayuda...- susurró, intentando alzar más su voz; pero no tenía fuerzas y estaba agotado.
Decir ayuda, era más de lo que pudiera haber deseado el joven Slytherin. Deseaba, con todas sus fuerzas, que sus palabras hubieran sido escuchadas.
Tenía un ardiente deseo porque así fuera y no andaba muy lejos de ser así.
En la primera clase que tuvieron los alumnos de Hogwarts, Harry no pudo atender a su nuevo profesor de pociones.
Su cicatriz comenzó a hacer mella en todo cuanto hacía y sentía. Podía sentir cómo ardía en su interior, cómo le provocaba fuertes dolores de cabeza y a penas podía sentir otra cosa a su alrededor.
De repente, comenzó a oír una voz que le llamaba como un susurro.
-Harry, Harry Potter... Harry Potter- cada vez, parecía ser más clara.
El chico intentaba reconocer esa voz, pero le era imposible... Solo sentía escozor y no podía pensar con claridad.
-Señor Potter, ¿se encuentra bien?- se preocupaba Reason, al ver tan dolorido a Harry.
El chico no levantaba cabeza; acariciaba su cicatriz y respiraba fuertemente. No podía responder a nada ni a nadie, pues solo oía esa voz que le susurraba.
Sus amigos y compañeros, estaban asustados y temían lo peor al ver que se trataba de su cicatriz.
Todos los alumnos de Slytherin y Gryffindor, decidieron salir de la clase de pociones y huir de Harry. Sin embargo, Ron, Hermione, Neville y el profesor de pociones, se quedaron con el joven Potter.
Harry comenzó a sollozar del dolor, por mucho que tocara su cicatriz, no había forma de detener aquel sufrimiento; hasta que, como si de una visión se tratara, vio a Draco Malfoy en una celda y malherido.
La voz comenzó a hablar en Parsel y le mostró todos los rincones y secretos que poseía Azkaban.
Sentía mareos y la voz se hacía más insoportable... En ese momento, parecía como si hubiera despertado de una pesadilla.
Abrió los ojos y pudo ver a sus amigos y profesor; estaban preocupados por él. La cicatriz cesó su tortura y todo volvía a estar como antes. Sin embargo, Harry estaba agotado, como si no hubiera dormido en días y se desplomó en el suelo.
-¡Harry! ¡Harry, despierta!- exclamaba Ron, intentando reanimar a su amigo.
-¡Hay que llamar a Dumbledore!- decía Hermione, mientras le daba de beber a Harry una poción fortalizante.
-No hay tiempo- concluyó el profesor y apartó a los dos jóvenes.
-Señor Longbottom, ayúdeme- ordenaba éste, manteniendo la calma y sosteniendo un brazo de Harry.
Neville ayudó a su profesor para llevar a Harry a enfermería, mientras Hermione y Ron les seguían apresuradamente.
Iban a paso ligero por los pasillos y, por suerte, no había nadie por los alrededores que pudieran impedir su camino hasta la enfermería. De repente, la joven Simmons, corrió para darles noticias.
-He avisado a la profesora McGonagall... Le dije que alertara al director- anunció la joven, mientras intentaba seguir el ritmo de paso que Hermione y Ron.
-Gracias, Jessica, pero necesitamos más que eso...- explicaba la joven Granger, un poco preocupada. Sabía que, Harry, había tenido algo mucho más grave que los otros ataques.
Algo horrible les acechaba y tenían poco tiempo; pero, apenas, tenían ventajas... ¿Qué le estaba pasando a su mejor amigo? ¿A quién deben de acudir para pedir ayuda? Nadie les daba respuesta de nada y tampoco les ayudaba con el caso de los Malfoy.
No había tiempo ni medios... ¿Qué más podían hacer?
Habían llegado a la enfermería; atardecía y aún no había señales del joven Potter.
Luna Lovegood, Neville Longbottom, Jessica Simmons, Ron Weasley, Hermione Granger y Ginny Weasley. Todos esperaban a que, éste, despertara. Estaban más preocupados y con razón. No era lógico todo lo que le estaba pasando al chico y no hallaban ni una sola solución para tanta contrariedad.
-¡Hermione! Hermione...- eran las primeras palabras de Harry, parecía que había despertado. Aún estaba débil y no podía incorporarse.
La joven se acercó apresuradamente, acompañada de los demás.
-Lo siento, pero solo puede entrar uno... Aún no está consciente del todo y necesita descansar- alertaba la enfermera.
-Será mejor que entres tú, Hermione. Puede que sepa algo y quiera confiártelo- murmuró Ron, un poco menos preocupado, al ver que Harry había despertado.
Todos asintieron y pidieron que, Hermione, fuera la que entrara a verle. La enfermera no vio impedimento alguno y dejó paso a la joven Granger.
La muchacha estaba nerviosa y muy preocupada por su mejor amigo. No dudó en aproximarse a éste y sentarse a su lado.
-Hermione...- susurraba, a duras penas, Harry.
-Tranquilo, estoy aquí- murmuraba la joven con una leve sonrisa y sosteniendo la mano de éste.
-Hermione... Malfoy... Malfoy está en peligro...- intentaba aclarar, Harry, pero le costaba hablar con claridad.
-¿Cómo?- se sorprendía la joven.
-Hermione... Debéis de... Debéis de ir a... A Azkaban... Corren peligro...- respiraba más fuerte.
La muchacha estaba asustada, ¿cómo supo, Harry, que estaban en peligro? Algo le ocurría a Harry y le indignaba no saberlo para acabar con todo esto.
-Harry, no podemos... No estamos preparados- bajaba más su voz.
-Hermione... Malfoy... Malfoy va a morir...- consiguió decir, con cierta dificultad.
La joven abrió grandemente sus castaños ojos, ¿como que, los Malfoy, corrían peligro? Faltaban cuatro semanas para su ejecución y aún no estaban preparados para enfrentarse a todas las adversidades que rodeaba a Azkaban.
Hermione, por una vez, no sabía qué debía hacer. Ahora todo dependía de ellos y no podían llevar a Harry consigo; las cosas empeoraban y no hallaban una solución para todos los problemas que se anticipaban a éstos.
Sin embargo, no podía dejar a los Malfoy con semejante crueldad. Draco había dicho la verdad e intentó prevenirlos, no merecían morir.
-Por favor... Hermione...- suplicó, éste, como pudo.
-Tranquilo, Harry... Salvaremos, esta misma noche, a los Malfoy- tranquilizó la muchacha, con una pequeña sonrisa.
El chico parecía haber quedado tranquilo y volvió a cerrar sus verdosos ojos.
Sin más contratiempos, la joven Granger, se encaminó hacia sus compañeros y amigos.
-¿Cómo está? ¿Sabes qué es lo que le ha pasado?- preguntaba Ron, algo nervioso.
-¿Te ha dicho lo que le pasa?- decía Ginny, llorando muy preocupada.
-Tranquilos, solo necesita descansar. Tenemos mucho trabajo que hacer y, Harry, no puede ayudarnos- dijo Hermione, en voz baja y mirando al grupo para comenzar a contarles todo lo que deben saber para antes de esa misma noche.
Debían ser rápidos y estar muy preparados; ya que, apenas queda suficiente tiempo y aún les queda un largo recorrido por hacer.
Sobretodo, para Draco Malfoy. El muchacho, se encontraba muy débil y enfermo... No tenía fuerza ni para hablar y no le quedaba mucho tiempo.
Sería muy precipitado y peligroso, pero debían de actuar de inmediato.
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