lunes, 24 de diciembre de 2012

2. Incómodo encuentro

Las paredes de la casa se hacían más frías y el tiempo parecía eterno, aunque, pequeños rayos de la grandiosa estrella que rein
a en el día, comenzaban a penetrar por las ventanas.
Hermione se había quedado dormida en el hombro de Ron y, éste, intentaba mantener sus pequeños ojos abiertos.
Estaban sentados en el comedor y mientras esperaban con su amigo, Harry, dejaron que el sueño venciera en ese día.
El joven Potter miraba a sus dos compañeros y, por un momento, había cerrado los ojos; pero, en ese momento, alguien llama a la puerta. Los tres jóvenes se sobresaltaron y miraron hacia la entrada.
-Iré yo... Señor...- murmuraba Kreacher mientras se dirigía hacia la puerta.
Harry salió al pasillo y sus dos amigos le siguieron.
-Oye, Hermione, ¿y nuestras cosas?- dijo Ron en voz baja.
-Ahora no vamos a pensar en eso, Ronald... Estamos aquí para acompañar a Harry, ya buscaremos nuestras cosas luego- concluyó la muchacha mientras cruzaba sus brazos, debido al frío que comenzaba a sentir.
La puerta se abrió y, el profesor, no era otro que el gigante guardabosques de Hogwarts.
-¡Hagrid!- exclamó el joven Potter, mientras corría para dar con su gran amigo.
El guardabosques abrazó a su pequeño amigo con mucho cariño.
-¿Cómo te encuentras, Harry? Vaya, Hermione, Ron... ¡Cuánto me alegro de veros!- decía Hagrid bastante contento de verlos a todos.
Es cierto que se escribían durante el verano, pero sentían ganas de verse otra vez. El gigante siempre estuvo ocupado en el bosque prohibido y no pudo escribir mucho; pero siempre que tenía una oportunidad, intentaba escribirles.
-Hagrid, ¿todo va bien? ¿A pasado algo en Hogwarts?- preguntaba la muchacha.
Éste puso una mirada un poco más preocupada, debido a la pregunta y tomó el equipaje de Harry.
-Veréis... El director me mandó a buscar a Harry... Pero no es por nada grave solo que...- intentaba explicarse- El Ministerio de Magia quieren convocar un juicio y Harry debe asistir... Lo siento, es todo lo que sé-.
Todos comenzaron a preocuparse, pero ¿por qué han vuelto a convocar un juicio para Harry? ¿Acaso, quieren condenar a Harry por matar a Voldemort? Eso era imposible. Si no era por eso, ¿por qué otra cosa podría ser?
-Pero, ¡eso no tiene ningún sentido!- se indignó Hermione.
-No pasa nada, Hermione. Soy inocente y lo demostraré... Además, dudo mucho que se me acuse de matar a Voldemort- tranquilizó Harry.
-Lo siento mucho, chicos, pero se nos hace tarde...- dijo Hagrid, mientras salía de la casa con las maletas del joven Potter.
Sin más contratiempo, Hagrid subió a su nueva motocicleta. Harry tomó su asiento y miró con duda a sus amigos, ¿cómo podían seguir a Harry?
-Tranquilo, Harry, Hermione trajo escobas- afirmó Ron.
Harry sonrió, tranquilo e hizo un gesto a su gigante amigo para partir hacia Hogwarts.
Aún se podían percibir las estrellas y la luna oscureciendo, dejando paso al hermoso sol del otoño. Todos mantenían su posición por encima de las nubes grisáceas.
A medida que avanzaban hacia la escuela, la luz del día fue tomando más fuerza.
Harry seguía pensando en una posible respuesta por todo lo que le estaba sucediendo; la carta del director, la muerte de Voldemort y su ardor en el lugar donde tenía aquella cicatriz... Y el Ministerio de Magia. ¿Qué será lo que había pasado? Harry no había roto ninguna norma mágica y llevaba en regla todos sus deberes...
Pero sus dudas y temores eran mucho más pequeños, pues tenía a sus mejores amigos consigo. Sentía como que podía sobrellevarlo con su ayuda y apoyo; así que, más que miedo, era más bien ignorancia de qué podría ser.
Finalmente, pudieron disipar a lo lejos, la figura de Hogwarts. Harry sonreía de alegría y miró a sus dos amigos; éstos coincidieron en el sentimiento que le producía a Harry el volver a la escuela.
Poco a poco fueron descendiendo y aterrizaron al frente de la casa de Hagrid.
-Esto, Harry... No le digas al director que te he comentado lo del Ministerio...- suplicó el gigante, en voz baja al joven Potter.
El chico asintió y abrazó a su buen amigo.
Los tres jóvenes se encaminaron hasta el despacho del director; pero, para su sorpresa, no eran los únicos que habían acudido a Hogwarts.
Lucius y Narcissa Malfoy, estaban en una de las clases con la profesora McGonagall.
-¡Esto es indignante! No hay pruebas que...- decía Lucius bastante irritado, pero silenció su voz al ver a los tres jóvenes Gryffindor.
McGonagall se dirigió a la puerta y, sin decirles nada, la cerró y continuó hablando con los Malfoy; pero bajaron más el tono de su voz y procuraban no decir nada en claro.
¿Acaso, los Malfoy tenían algo que ver con Harry? Si fuera así, ¿qué podría ser?
-Chicos, necesito ir un momento al baño... Continuad vosotros, luego nos vemos- dijo Hermione.
-Está bien. Espéranos en la sala común de Gryffindor- concluyó Harry.
Los dos chicos continuaron su camino hacia el despacho y, Hermione, dirigió su camino hacia la sala común de Gryffindor.
La muchacha no había tenido un momento para ducharse y peinarse.
Los pasillos estaban asolados y en un profundo silencio; de vez en cuando, se oía algunos fantasmas que paseaban por los pasillos y hablaban entre sí.
Otras veces, se oía los pájaros mágicos que emigraban de Hogwarts a Rumania.
Por fin, llegó al cuadro que conducía a la sala Gryffindor.
-Caput Draconis- murmuró la joven Granger.
Todo seguía estando como antes, nada había cambiado. Pudo sentir el calor de la habitación y agradeció ese momento que tuvo, mientras subía por las escaleras.
Para su sorpresa, sus cosas estaban en la habitación y al lado de su cama.
A pesar de que, vivía en el mundo mágico, se sorprendía de cada detalle.
Tomó sus pertenencias y llevó consigo lo que necesitaba para ducharse. Descendió a la sala y salió al pasillo, para dirigirse a los baños femeninos.
Con tanta calma y silencio, por un momento se sintió como la única persona que estaba en Hogwarts.
Entró en el baño y comenzó a prepararse para su baño, mientras entonaba una dulce nana que le cantaba su madre.
La muchacha sintió un nudo en su corazón, por el recuerdo que le trajo de sus padres... Hacía mucho tiempo que no los veía y, sin darse cuenta, dejó caer una cristalina lágrima de sus castaños ojos.
Cómo deseaba verlos una vez más... Aunque solo fuera de lejos y por un solo segundo; pero no podía ser, ya que, no podían recordarla. El hechizo de Olvitatem, hacía olvidar por completo la memoria de la persona a la que se hechiza.
La joven comenzó a llorar amargamente, mientras se secaba el pelo y abrochaba su chaqueta; pero, sin darse cuenta de que alguien más la escuchaba desde el pasillo.
Había estado oyendo unos pasos y, de repente, habían cesado. Hermione se extrañó y, por un momento, pensó en Lucius Malfoy.
Sacó su barita y, lentamente, se dirigió hacia la puerta que daba al pasillo.
Respiró hondo y, queriendo enfrentarse a su adversario, abrió rápidamente la puerta y apuntó su barita. Por un momento, quiso lanzar su hechizo Petrificus Totalus; pero algo la detuvo.
Una mirada fija con unos grisáceos ojos. 
-Vamos, Granger, ¿qué te detiene?- dijo Draco, serio y sin apartar su vista de la muchacha.
Hermione estaba un tanto extrañada por la actitud de éste hacia ella. La había llamado Granger y no sangre sucia; su mirada era seria, pero transmitía cierta tristeza y su tono no era amenazador, al contrario... Casi parecía indefenso, como un niño.
La joven bajó su barita y lo miró con cierta tristeza.
¿Qué estaba pasando con Harry y los Malfoy? 


DRACO MALFOY Y HERMIONE GRANGER

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