jueves, 27 de diciembre de 2012

4. Beso inocente.

Una nueva mañana comenzaba en Hogwarts, con cantos otoñales de la suave brisa y las mortales hojas danzaban al son del canto de las pequeñas aves.
Los pasillos estaban inundados de un relajante silencio, donde se respiraba la paz y la tranquilidad.
Desde aquel día en el que, Harry, había sufrido el renacimiento de su cicatriz todo parecía haber oscurecido; sin embargo, en este nuevo día, todo parecía haber desaparecido.
Solo unos apresurados, pero sencillos pasos femeninos atravesaba los pasillos de la escuela.
Los cuadros mágicos miraban, atentos, a la castaña muchacha y saludaban educadamente. Ésta correspondía sus saludos con una hermosa sonrisa y continuaba su paso hacia la biblioteca.
Vestía con un hermoso jersey blanco de cuello alto y pantalones baqueros de azul claro. Sus pequeños piececillos lucían unas hermosas botas medianas de color blanquecino como la nieve.
Como era de esperar, sus manos no iban vacías, pues abrazaba hacia sí dos libros viejos de colores muy oscuros. Había estado estudiando el caso de su buen amigo Harry y todo conocimiento le sabía a poco... Tal vez, con solo saber algo más, podría hacer grandes cosas para ayudar a Harry; pero se hacía bastante difícil hallar alguna solución.
Los desgarrados gritos de Harry la hacían sentir culpable; culpable de no haber podido hacer mucho más por él... Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? 
Su deleite, los libros y el conocer lo que era totalmente desconocido. Sus profundos pensamientos, la hacían sumergirse en un mundo de calma y amor. Y hablando de amor, estaba a punto de cumplir un año en su relación con Ronald Weasley. La alegría de la joven, era tal, que sonreía desde lo más profundo de su ser.
Pensaba más positivamente y recordaba aquellos momentos que había vivido con el joven pelirrojo. Tanto buenos como malos, pero siempre refugiada en los brazos de su amado.
¿Qué mejor sentimiento que ese, podría experimentar la soñadora Gryffindor?
Los pasillos se hacían cortos, pues ella disfrutaba de aquel pequeño momento en el que meditaba todas estas cosas y aún le faltaba pensar en algún detalle que hacerle a su media naranja.
¿Una cena, tal vez? ¿Un paseo por las hermosas calles de Londres? ¿O un jersey hecho a mano por sus delicados dedos?
Las puertas de la biblioteca estaban abiertas y, como si hubiera atravesado la línea del tiempo, sus pensamientos volaron hasta el pasillo y dirigió su atención hacia las estanterías donde dormían sus mágicos libros.
Se encaminaba a depositar sus dos acompañantes en sus respectivos lugares, cuando alguien la había tomado de su antebrazo.
Sus viejos libros cayeron al frío suelo y notó que la habían acorralado contra una de las viejas estanterías.
Sus castaños ojos se alzaron hacia el que la había apartado de su corto camino y se sorprendió mucho al visualizar quién era.
-¿Malfoy? ¿Qué haces aquí y qué es lo que pretendes ahora?- dijo la muchacha mirando muy desafiante a su habitual enemigo.
Éste vestía con ropas muy elegantes y de tonalidades oscuras. Como era de esperar, el joven Malfoy vestía siempre de ropa juvenil muy elegante y siempre de colores oscuros.
Como si quisiera esconder algo de los ojos ajenos, pero siempre destacaba algo en él que era muy imposible de oscurecer y era su hermoso cabello casi blanquecino y cortado tan elegantemente; sin olvidar sus profundos y grisáceos ojos.
-He venido para advertiros- murmuraba el muchacho con una mirada muy seria y decidida hacia Hermione.
Sin saber el por qué, ésta sintió algo extraño en su interior. ¿Sería cierto lo que decía el joven Slytherin? ¿Quería advertirlos de algo o era una vil trampa?
Nunca acababa de estar muy claro en qué bando estaba Draco Malfoy y miró con extrañeza a su compañero.
-No sueles ser tan considerado con tus enemigos, Malfoy- acusaba la joven con un tono algo severo.
-Siempre tienes que ser una entendida en todo, ¿verdad, Granger? Puede que Weasley sea un pelele al lado tuyo y se someta a tus insultantes intenciones, pero yo no soy como él- dijo el chico bastante serio y algo ofendido por el comentario de su compañera.
-Si es cierto lo que dices, entonces, demuéstralo- seguía tentando la muchacha.
Draco descendió su mirada, como si hubieran descubierto algo en él... Como un profundo secreto que guardaba para su propio deleite.
Aún con la mirada en el suelo, tomó aliento e intentó reflejar su mirada desafiante a la joven; pero era evidente su dificultad para ejecutarla. Aún así, continuó.
-¿Aún insistes en que te demuestre que soy de fiar?- recalcaba una vez más, mientras intentaba poner el tono más severo, pero le dificultaba dada la situación.
-Demuéstrame que tienes intención de ayudarnos, sin trampas- reafirmaba su postura la muchacha, manteniendo una mirada seria y firme.
Draco inspiró lentamente y expiró suavemente.
-Está bien, como quieras- dijo el chico, aún falto de decisión; pero ejecutó la única prueba que llevaba consigo para que, Hermione, creyera en él.
Un inocente y dulce beso depositó éste en los finos labios de la muchacha.
Sus labios eran cálidos y suaves, tan ligeros como una dulce caricia.
Aunque solo fuese un momento, para ambos fue un beso eterno. Draco abrió sus hermosos ojos y apartó su rostro de la joven Granger.
Ella se había quedado muda y su rostro reflejaba más que un simple asombro.
-¿Ahora me crees?- murmuró éste, incorporándose e intentando fingir que no había sentido nada por aquel pequeño beso.
Hermione sabía lo insultada y repudiada que había sido por Draco Malfoy. Para ella, el que la besara, era una prueba irrefutable de que decía la verdad; ya que, jamás la hubiera besado para un vil truco.
La mirada avergonzada de la joven descendió hacia sus pies y, sin susurrar una simple palabra, asintió.
El chico tragó saliva y miró hacia la entrada de la biblioteca. Sabía que le quedaba poco tiempo para marcharse y no ser descubierto.
Su corazón latía fuertemente y temía el que, la muchacha pudiera descubrir su desesperado palpitar.
Así que, fue breve y volvió a retomar la mirada hacia ella.
-Sé discreta y no le digas a nadie que me has visto. Todos corréis peligro y debéis escapar de aquí...- continuaba cada vez bajando más su voz- esconded a Potter, ahora que está débil y, Granger, ni se te ocurra contar nada de lo que acaba de pasar-.
La muchacha le miró algo tímida y asintió ligeramente.
Sin más contratiempos, Draco partió y dejó sola a la muchacha en aquella iluminada biblioteca.
Su cuerpo temblaba y su respiración era algo entrecortada. No era su primer beso, pero sintió como si fuera la primera vez que alguien rozara sus labios.
Caminó hacia sus abandonados libros y los colocó en su lugar, pero apenas pudo aparentar normalidad.
En ese momento, aparece el joven Weasley, con una sonrisa al recordar el día más importante de su vida. El día que comenzó a salir con Hermione Granger.
-Ya solo faltan tres días...- dijo éste con una voz tierna.
La muchacha le miró como un cordero que se dirigía al matadero, pero le dedicó una sonrisa. Una sonrisa que, para el que pudiera estar un poco más atento, hubiese visto lo dolorida que se sentía al haber besado a otro chico que no era él.
De camino hacia el bosque prohibido y con paso firme, el joven Slytherin no cesaba de recordar ese momento en la biblioteca. Había pasado, lo que menos había creído que fuera a ocurrir, había pasado y no era un simple sueño.
Nunca estuvo interesado en Hermione, pero ese beso le hizo sentir como si lo hubiera esperado de hace mucho tiempo.
Tomó su barita y recitó unas palabras que le hizo desaparecer de los terrenos de Hogwarts.
Todo parecía dar vueltas y como si hubiese atravesado un lago helado, su piel comenzó a enfriarse.
En ese momento, sintió como si hubiera depositado sus pies en tierra firme y todo fue cobrando sentido a su alrededor. Un poco mareado por su ligero viaje, pero sabía muy bien donde estaba. Reconoció su habitación y, sin dudarlo, dejó caer su cuerpo en su cama.
Estaba mareado y solo podía recordar ese beso.
¿Cómo un simple beso hizo que todo mi ser se estremeciera? Se preguntaba una y otra vez, en silencio, el joven Slytherin.
¿Había hecho lo correcto? ¿Por qué deseó ayudar a sus enemigos? No era propio de él hacer daño hasta matar, pero tampoco era amigo de los que no fueran como él.
Un mago de sangre pura, de linaje rico y de Slytherin... ¿Qué fue lo que le hizo cambiar de opinión? Nunca sintió nada por Hermione y, ahora que la ha besado, sintió una extraña sensación llamada felicidad.
Pronto iba a casarse con Pansy Parkinson y ya comenzó a dudar de que, ese matrimonio, fuese el más apropiado para él.
¿Y Hermione? Nunca amó a un chico que no fuera Ron, pero ese beso hizo que algo de su interior volviera a hacerla sentir como la muchacha más afortunada del mundo.
Se sintió culpable por este pensamiento y se ofendió así misma, con palabras y preguntas como: ¿Cómo puedes ser tan cruel? Eres una tonta, Hermione Granger; ¿Cómo te atreves a ser la novia de Ron?
Sin embargo, en su cabeza volvía a retumbar aquel momento y sintió cómo latía de fuerza su corazón.
Entonces, por un momento se lo volvió a plantear, pero de otra manera... ¿Y si estuve equivocada, todo este tiempo, con Draco Malfoy? 
Esta pregunta se adueñó de su pensamiento durante todo el día; pregunta que la hacía sensibilizarse un poco más que antes.
Entonces, es cierto que corren peligro... ¿Cuál? No lo sabe aún, pero habían ganado a un aliado que les daría una gran ayuda.
O al menos eso pensó.

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