En aquel pequeño cupé rojo, los Weasley tenían una mirada seria, pero triste. Es cierto que querían justicia, pero condenar a muerte a los Malfoy no era una solución tan razonable... Ron miraba hacia su ventanilla, meditando o intentando pensar en otra cosa que no le haga sentir culpable. Apenas participó en el juicio, pero sintió como si hubiera votado por sentenciar a los Malfoy a muerte.
Ginny Weasley estaba preocupada, pensando en cómo estaría Harry. Mirando a la otra ventanilla y, en medio, se encontraba la joven Granger.
Hermione estaba cabizbaja y callada. No sabía en qué pensar ni tampoco qué decir... Creía que sería el modo más correcto de sobrellevar las cosas, dejando que pase el tiempo y que pueda poner en orden sus pensamientos.
Sobrevolando en un pequeño carruaje y tirado de dos pegasos, el joven Potter, dejaba caer lágrimas de injusticia mientras sujetaba con fuerza sus manos.
-Harry... Entiendo cómo te sientes, pero...- intentaba animar Dumbledore.
-¡No tiene ni idea de cómo me siento! Sé que, siempre, Malfoy y yo nos hemos llevado mal; pero nunca hubiera deseado su muerte...- se indignaba, éste, llorando de injusticia.
-Podrías haber declarado a favor de los Malfoy, porque decían la verdad... ¿Harry?- dijo el director, un poco preocupado.
-Dije la verdad, pero también dije que no nos habían hecho daño... Quien torturó a Hermione fue Bellatrix y... Ellos solo seguían órdenes...- murmuró el chico, sin apartar su vista del paisaje.
-Siguieron las órdenes de Voldemort, Harry... Pero no han habido indicios de que os ayudaran o que intentaran revelarse en contra de él- explicaba Dumbledore.
Harry no dijo más nada, solo miraba el paisaje y aguantando su indignación.
Los Malfoy siempre fueron despreciables, pero nunca habían sido torturadores ni asesinos.
Ya estaban cerca de Hogwarts y la lluvia comenzaba a disiparse por el grisáceo cielo; pero el frío fue ocupando todo el lugar.
Con éste, comenzaba a aparecer los pequeños destellos anaranjados del atardecer.
Hagrid estaba bajo ambos vehículos y fue dirigiendo el aterrizaje.
Poco a poco, tanto el cupé como el carruaje, fueron descendiendo hasta tocar el suelo.
Ya en tierra, el joven Potter corrió hacia los brazos de su gigante amigo.
-Harry... Vamos, tranquilo- intentaba consolar el guardabosques, mientras abrazaba al pobre Harry que lloraba desconsoladamente.
Todos fueron testigos de este momento y descendieron su mirada.
Hermione se cruzó de brazos y miró hacia otro lado, intentando aguantar su llanto.
Tal vez, lo que le dijo al joven Slytherin, fue justo y necesario; pero tanto como entregarlo en manos de la muerte... No era algo propio del pequeño grupo.
¿Cómo iba a ser sus vidas a partir de ahora? El curso que iba a comenzar, ¿cómo sería sin las constantes peleas y riñas con el chico Malfoy? Solo le habían dado un mes como prisionero en Azkaban y, finalmente, ejecutarían la sentencia de muerte...
Era algo muy duro para todos, aunque no fueran amigos o íntimos, era bastante duro.
En esa misma noche, los tres amigos, estaban en la sala común y sin mirar al otro. No habían dicho ni una sola palabra, aunque fuera de otro tema, no se atrevían a hablar.
-¡No podemos seguir así! Algo podríamos hacer... Aunque no me haga mucha gracia volver a pasar por las humillaciones de Malfoy, pero no puedo dejarlo morir- decidió romper el silencio Ron.
Tanto Hermione como Harry, lo miraron sin esperanza, porque ¿qué podrían hacer?
Era imposible sacarlo legalmente...
-No eres el único que quiere liberarlo, Ron... Pero, ¿qué podemos hacer? Las clases comienzan dentro de poco y aún no podemos emplear la magia fuera de la escuela...- decía Harry.
-Pero, para cuando comience el curso, nos dejarán usarla fuera de Hogwarts, aunque estemos a mitad de curso... ¡Podríamos salvarlos!- interrumpió Hermione, un poco más ilusionada.
-Bueno, ya tenemos algo positivo. Aunque, no será nada fácil... Podríamos jugarnos mucho, Hermione- explicaba Ron.
-Pero no podemos dejar que mueran- insistía Harry, mientras se ponía en pie.
-Está bien, ¿cómo lo hacemos?- cedió el joven Weasley.
-Lo primero, debemos esperar a que comience el curso. Aún tendremos algo de tiempo y, todos, estudiaremos todos los hechizos que podamos- continuaba el joven Potter- todos los que nos hagan falta para esto...-.
-Y también pociones- añadía Hermione, incorporándose.
-Un momento, creo que estamos precipitándonos un poco... No nos hemos parado a pensar qué pasaría si llegamos a sacar un prisionero de Azkaban- se preocupó Ronald.
-Por eso, debemos aprender muchos hechizos y también pociones. Toda ayuda es poca y el tiempo corre, así que, debemos de tomar una decisión. ¿Vamos a ayudar a los Malfoy?- concluyó Harry, mirando a sus dos amigos.
Hermione sonrió y levantó su mano; luego, los dos jóvenes miraron a Ron.
-Está bien...- se animó el joven Weasley con una sonrisa de esperanza.
-Bien, pues vamos a luchar con todas nuestras fuerzas y, chicos, mejor guardarlo en secreto- murmuró el joven Potter.
Todos asintieron y prometieron no revelárselo a nadie.
Sabían que sería muy arriesgado y que podrían ser los siguientes en la lista de prisioneros; pero no deseaban la muerte de los Malfoy, por mucho daño que hayan hecho.
Los tres jóvenes, solo tenían una oportunidad y deseaban aprovecharla al máximo.
Sin embargo, no se percataron de una joven pelirroja que los escuchó de casualidad justo detrás del cuadro mágico.
Era Ginny Weasley. Temía que se metieran en problemas y decidió intervenir en la conversación.
-¡¿Estáis locos?!- exclamó mientras se cerraba el cuadro tras de ésta.
Los tres amigos la miraron con asombro y tragaron saliva, preocupados porque la joven diera la alarma.
-Ginny, ¿no crees que es muy injusto que maten a los Malfoy? Sabemos que hicieron daño, pero nunca más allá- explicaba Harry, mientras se acercaba a la muchacha.
-Sé que es muy duro, pero... Yo no quiero que os pase nada malo- defendía Ginny.
-Entonces, ayúdanos... Todo lo que hagamos, será de gran ayuda- animaba Harry, mientras acariciaba el pelirrojo cabello de la joven.
A la joven pelirroja le costaba asimilar aquella petición. Aunque comprendía lo que quería decir Harry. Es cierto que, los Malfoy, deban pagar por sus artimañas; pero no deseaba una muerte tan cruel. Tal vez, si solo los encerraran en Azkaban...
-Por favor, Ginny...- rogaba una vez más el joven Potter.
Ginny sonrió levemente y asintió con la cabeza.
-Ni yo soy tan rencorosa...- murmuró Ginny, dando a entender su afirmación por colaborar con sus compañeros.
Harry sonrió, abrazó a la joven y le dedicó un pequeño beso en la frente.
-Gracias, Ginny...- le susurraba algo colorado.
Ella lo miró con ternura y sonrió.
-No me debes nada, Harry- finalizó la joven.
-Bueno, bueno... Ya está bien, que me vais hacer vomitar- interrumpía Ron, intentando proteger a su hermana pequeña.
Aunque se sintiese tranquilo porque, Harry, fuera la pareja de su hermana, parecía como si no quisiera aceptar que ella iba haciéndose mayor.
Todos rieron y se sentaron en la sala, continuando en su plan para liberar a los Malfoy.
Aún tenían mucho que decidir; saber dónde esconderse después de salvarlos, conocer los secretos de Azkaban y aprender hechizos nuevos... Mucho trabajo en poco tiempo, pero predominaba la insistencia por luchar y salvar a su compañero Slytherin.
El nuevo curso llegaba y, con él, nuevos retos.
HERMIONE GRANGER, HARRY POTTER Y RONALD WEASLEY |
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