miércoles, 19 de junio de 2013

45. Esperanza.

Había acabado de beber su taza de té y aún permanecía a la espera de Draco Malfoy. El joven Slytherin había entrado con Harry Potter, para poder pedir su última petición.
Poco a poco, la inquietud se fue apoderando más de su mente y su rostro reflejaba seriedad absoluta, pero solo un pequeño carraspeo llamó su atención.
-Mi señor, ¿cree conveniente que Malfoy haya entrado a hablar con Potter? Él no es de fiar- murmuraba Melissa.
Éste esbozó una leve sonrisa y miró a los azulados ojos de la joven.
-No lo he hecho con gusto, pero quiero comprobar si realmente está de nuestro lado o no- continuaba- Por eso, te voy a encargar que lo vigiles con sigilo y al mínimo detalle de deslealtad, lo matarás-.
Ella no dijo nada más, solo asintió y retomó su mirada hacia la puerta de la habitación en la que se encontraba Harry y Draco.
Mientras tanto, Ginny no cesaba de llorar de indignación al mirar hacia Alice Clark. Cuando habían sido atacados por los mortífagos, apenas podían defenderse debido a que habían demasiados y fueron capturados. Pero no pudieron hallar a Harry, por lo que intentaron subsacárselo a base de amenazas.
Tanto a los profesores como a la familia Clark y Weasley, los habían petrificado para luego eliminarlos para siempre, pero prefirieron utilizarlos para amenazar a los jóvenes magos y encontrar al joven Potter.
Nadie parecía dispuesto a confesar acerca del paradero de su compañero Gryffindor, salvo Alice. Ella no dudó en confesar dónde se hallaba éste y gracias a esto, pudo salvar a los adultos.
Sin embargo, había puesto en mayor peligro a todas y a cada una de las personas de este mundo, ya sean muggles o no.
La pequeña Weasley daba algunos suspiros de tristeza mientras bajaba la mirada y dejaba caer tantas lágrimas como tuvieran sus azulados ojos.
-Tranquila, Ginny... En todos estos años, siempre hemos conseguido salir a delante y vencer a Voldemort en todas sus artimañas- consolaba Hermione, aunque se le notaba preocupada.
-¡Esta vez es diferente! ¡Todo es diferente!- miró con ira a Alice.
-¡¿Y qué esperabas?! ¡A lo mejor no te importa ver morir a gente, pero a mí sí y sé que hice lo correcto!- se defendía la joven Clark.
Ginny se puso en pie y mirándola aún del mismo modo.
-¡Has sentenciado al mundo! ¡Si Voldemort vuelve a la vida, todos moriremos pedazo de idiota!- concluyó la pelirroja.
Alice no tuvo palabras para contrarrestar a aquellas palabras, más bien la hicieron meditar en ello.
Hermione tomó de los hombros a su amiga Weasley y le ofreció el asiento en el que se encontraba antes de aquella pequeña discusión.
-Ginny tiene razón- decía Ron con un tono apagado- Todos estamos sentenciados a muerte y no podemos hacer nada por evitarlo-.
-No debemos perder la fe- murmuró Luna con un brote de esperanza en su voz.
Todos miraron hacia ella e intentaron creer en aquellas palabras, aunque les era bastante difícil. Sabían que no siempre se podía ganar...
-Luna tiene razón- recalcó Neville mientras se incorporaba y tomaba el lado derecho de su compañera Ravenclaw.
-¿Cómo podéis estar tan seguros de que ganaremos esta vez?- dijo Ron.
-¿Y por qué no? Si debemos morir ahora, debemos de pensar hasta dónde hemos llegado- continuaba la joven Lovegood- Hemos superado pruebas difíciles aún sabiendo que era imposible, ¿por qué, ahora, no puede ser lo mismo?-.
El pequeño grupo meditó en esas palabras y era cierto. ¿Cuántas veces se encontraban en circunstancias similares y han podido salir adelante vivos? Tal vez este no sea el caso, pero ¿y si pudieran sobrevivir? 
-Lo último que se debe perder es la esperanza- concluyó Neville con una sonrisa convencido de su postura.
Al parecer, todos pudieron sentir nuevas fuerzas y no importaba que fueran pequeñas.
En ese momento, en Hogwarts, varios magos sobrevolaron el cielo oscuro y con rumbo a la mansión Riddle. No iba a ser fácil la entrada, pues se encontrarían con varias trampas en el camino a su destino y debían ir precavidos.
Dumbledore iba a tomar su escoba, al igual que Snape.
-Espero haber confiado en la persona adecuada- confesó el director al antiguo profesor de pociones.
-Draco no fallará- concluyó Severus sin mirarlo y siguió a sus compañeros que sobrevolaban el cielo.
-¡Director Dumbledore, señor!- llamaba Hagrid. Éste volteó para mirar al gigante guardabosques.
-Señor Dumbledore, quiero luchar... Por favor- rogó.
-Lo siento, Hagrid, pero es imposible. Sabes que yo te dejaría ir, pero no puedes arriesgar tu vida de esta manera... Podrías morir- explicaba comprensivamente.
-¿Y qué espera que haga? Tal vez esta sea la última vez que vea a Harry con vida y...- comenzó a llorar.
El director se acercó a éste.
-Hagrid, no pienso dejar que eso pase. No, mientras yo viva- concluyó y tomó vuelo en su escoba.
El gigante no estaba del todo convencido, pero era cierto lo que le había dicho el director. No estaba preparado para una lucha contra mortífagos, ya que se le había prohibido usar la magia y tampoco tenía tanto conocimiento sobre hechizos para poder defenderse ante los ataques.
Mientras tanto, el sol comenzaba a aparecer en el estrellado cielo y todos los seguidores de Voldemort estaban preparando cada detalle para el gran y horrible acontecimiento.
Algunas nubes grises fueron acercándose hacia la mansión Riddle y Harry apenas pudo pegar ojo.
Estaba mirando hacia la ventana y sin quererlo, pudo ver el reflejo de Lord Voldemort en los cristales de dicha ventana. Sus verdes ojos se llenaron de ira e impotencia, por lo que golpeó el cristal.
Esto provocó que se cortara sus nudillos y comenzara a sangrar, pero no le importó.
-No quiero morir- dijo en sollozos y mirando hacia los pequeños rayos de sol y dejando caer una pequeña lágrima.
Harry no era el único que lo pasaba mal, Draco tampoco pudo descansar y mucho menos al saber que él iba a ser el que cumpliera con el deber de concluir con la transformación de Voldemort.
Su padre le había dado el diario de Tom Riddle y éste no tuvo valor de cogerlo, pues sentía miedo y también rabia.
Era ilógico que se le mandara a aquella misión, él había dejado de ser fiel al lado mortífago y volvió a mirar la marca de su brazo. Se sorprendió al ver que, la marca, comenzaba a borrarse y apenas se podía apreciar, solo quedaban unos pequeños rasguños de las heridas que se provocaba para borrarlas.
¿Cómo era posible? Pero debía de volver a bajarse la manga de su abrigo, había notado que alguien le espiaba y no se equivocaba. Melissa Stevens lo estaba vigilando muy de cerca.
-Draco, ¿estás bien?- murmuró Pansy que había aparecido de repente.
Éste la miró de inmediato y asintió, pero volvió a retomar su mirada en el suelo.
-Has cambiado y todos lo hemos notado- explicaba la joven en voz baja y sentándose al lado de su compañero.
-Está claro que he cambiado- dijo éste y depositando su mirada en ella.
-No entiendo qué quieres decir con eso- confesó Pansy.
-Quiero decir que es normal el que haya cambiado, las cosas han cambiado- concluyó y se incorporó para tomar el diario.
La joven Slytherin no pudo decir nada más, solo pudo ver cómo se iba su compañero hacia el gran salón. Ella sabía que no era el mismo de hace varios años, pero si decía algo de esto podría provocarle más problemas de los que ya tenía.
Mientras bajaba las escaleras, pudo sentir como si oyera la voz de Tom Riddle, llamándole.
Draco sintió escalofríos y el miedo comenzaba a apoderarse de él. Miraba de un lado a otro y cada vez era más notoria la voz de éste.
No cesaba de llamarle una y otra vez. Hasta que, el diario, comenzó a quemarle en su helada mano. Esto provocó que el chico soltara el diario y lo dejara caer al suelo. De repente, las páginas empezaron a pasarse rápidamente y en todas se escribía, como en pluma, traidor.
-Draco, ¿ocurre algo?- murmuró Lucius, al ver a su hijo mirando el diario cerrado y en el suelo.
El chico miró hacia éste y negó con la cabeza, recogió el diario y bajó los últimos escalones.
Lucius sabía que algo le pasaba, pero prefirió ignorarlo y pensar que todo iba bien.
El joven Malfoy se encerró en una de las habitaciones individuales, necesitaba estar a solas y dejó el diario en la cama que había allí. Necesitaba comprobar una cosa, por lo que volvió a levantarse la manga de su abrigo y ver si había cambiado algo en su brazo. Efectivamente, apenas se podía apreciar la marca de mortífago y ahora pudo entender el por qué le había pasado eso en las escaleras.
Voldemort sabía de su deslealtad.
-La marca está desapareciendo- murmuró Snape al director, a éste también le estaba ocurriendo lo mismo.
Los Weasley, los Clark, MagGonagall, Igor Karkaroff, Viktor Krum y Tom Ivanov, habían llegado hasta un saliente que conducía hasta la mansión Riddle que se encontraba a varios metros por debajo de ellos.
No habían sido descubiertos y aún debían examinar el terreno para poder entrar.
Severus y el director se habían apartado unos pocos metros de ellos, debían hablar de la situación.
-Si Draco ya no es mortífago, tal vez podría...- intentaba decir Dumbledore.
-Imposible- interrumpió Snape.
Aberforth lo miró con incertidumbre y esperó a la explicación.
-La marca puede desaparecer, pero si Draco completa la transformación de Voldemort... Se habrá convertido en mortífago, para siempre- explicó el antiguo profesor de pociones.
-Entonces debemos darnos prisa- apresuró Dumbledore.
-Es imposible acceder tan fácilmente, querido amigo- dijo Igor Karkaroff.
-Tienen dementores que rodean la mansión y el jardín- detalló Arthur Weasley.
-¿Y no podemos usar el Expecto Patronum?- murmuró George.
-No, es imposible- continuaba Igor- Podemos apartar a unos pocos, pero desconocemos las trampas que puedan aparecer mientras nos adentramos-.
-No queda más remedio que volver a buscar una posible entrada- concluyó el director.
Todos asintieron y se dividieron para poder hallar algún modo de entrar un poco menos peligroso, algún rincón que los mortífagos pasaran por alto.
Mientras tanto, en la habitación de los jóvenes prisioneros, Hermione tramaba algo en el viejo suelo de la mansión.
Ninguno de sus compañeros prestó atención a lo que estaba haciendo, pero un pequeño zumbido llegó a los oídos de éstos y voltearon a mirarla.
-Hermione, ¿qué se supone que estás haciendo?- susurró Ron, para que no descubrieran que estaban tramando algo.
-Estoy abriendo nuestra puerta hacia la libertad- confesó en el mismo tono de voz y con una sonrisa.
-¿Qué es eso?- preguntó Ginny, mientras miraba como una especie de araña roja comenzaba a comerse las pequeñas tablas de madera hasta crear un pequeño agujero que crecía a medida que seguía comiendo.
-Es un Snargold- dijo Luna, bastante contenta de ver a la pequeña y peluda criatura.
-¿Un qué?- preguntó Ron.
-Un Snargold- continuaba la joven Ravenclaw- Es un insecto bastante glotón, le gusta comer madera y escarbar en la tierra-.
-¿Y cómo pudiste meterlo en la habitación?- dijo Neville.
La castaña volteó con esa misma sonrisa.
-Nos quitaron las varitas y aquí no podemos emplear ningún tipo de hechizo- continuaba la joven Granger- Y el Snargold no es ni una varita ni tampoco es un hechizo-.
Los seis compañeros empezaron a alegrarse más y observaban cómo comía la pequeña araña y cómo iba creciendo el agujero donde éste comía.
-¿Y por qué no nos has dicho que lo llevabas encima?- preguntó Ron.
-Los Snargold invernan y hoy ha acabado el invierno- aclaró la castaña.
-Me encanta cuando acaba el invierno- concluyó Ron con una sonrisa.

DRAMIONE

HARRY POTTER Y GINNY WEASLEY

HERMIONE GRANGER

NEVILLE LONGBOTTOM Y LUNA LOVEGOOD

RON WEASLEY Y HERMIONE GRANGER

DRACO MALFOY









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