lunes, 27 de mayo de 2013

40. El sacrificio de un Slytherin.

No todo lo que parece inmenso provoca grandes miedos, aveces lo más insignificante suele provocar los mayores golpes. Éstos vienen de improvisto, sin darnos cuenta y ya es demasiado tarde para evitarlo.
Los finos rayos del atardecer fueron los protagonistas en aquella tarde de invierno y a unos pocos pasos del refugio, una joven bruja de cabellos pelirrojos, estaba luchando contra su mayor miedo... La altura.
Había tomado la escoba de su hermano Ron, sin que éste lo supiera, tomó posición y respiró profundo como unas tres veces.
Cerró los ojos y a punto estuvo de dar un ligero toque en el suelo con su pie derecho, cuando oyó su nombre.
Volteó levemente, sabía de quién se trataba y tragó saliva.
-¿Qué estás haciendo?- preguntó, un poco preocupado, el joven Potter.
-Ha... Harry... Yo no, bueno, verás... Solo quise...- intentaba buscar una explicación razonable y disfrazar un poco lo de su miedo a las alturas.
-Después de lo que te pasó, ¿aún quieres volar? Eso es de valientes, te felicito- sonrió éste, estaba asombrado de la fuerza que poseía la joven Weasley.
Ella sonrió y asintió, fingiendo que era valiente en intentarlo.
-¿Necesitas ayuda? A lo mejor te viene bien- quiso colaborar.
-No... Tranquilo, no será necesario...- quería evitar que la viera hacer el ridículo.
-Ginny, lo de anoche... Bueno, sabes que lo dije muy en serio y...- pausó para tomar un poco de aire- Ahora que estamos solos, quiero volver a decírtelo...-.
Los dos se miraron a los ojos, llenos de ternura y algo nerviosos. Eran pareja desde hace 3 años y aún no habían dado muchos pasos en su relación, aunque no habían dejado de amarse.
-Te quiero, Ginny... Eres, eres la chica más maravillosa del mundo. Has estado conmigo y me has apoyado, en todo momento- continuaba y tomando de las delicadas manos de ésta- Quiero estar contigo, no me importa lo demás... Tú eres mi vida, mi familia y solo, contigo, puedo superar todos mis miedos-.
Ginny sonrió tímidamente, no quiso apartar la vista de los verdes ojos de su compañero, pero tuvo que hacerlo inconscientemente. Harry había dicho, precisamente, las palabras que menos necesitaba oír: Superar todos mis miedos.
-¿Estás bien?- se preocupó del silencio que se había creado.
-Sí... Bueno... No del todo- sonrió, levemente, alzó su mirada a éste y tragó saliva.
-Ginny, lo siento... Solo quise aprovechar que estábamos solos, para poder decirte esto y no pensé que fueras a tomártelo a mal y...- se angustió.
-No, Harry. Tú eres perfecto y... Por desgracia, te has enamorado de una cobarde- se entristeció y miró a otro lado.
Él no pudo entender de qué estaba hablando.
-¿De una cobarde? Ginny, no entiendo...- murmuró.
-Tengo miedo a las alturas, pensé que podría superarlo sola y justo vienes, para decirme algo tan hermoso como eso y... Yo lo estropeo todo con mis inseguridades y mi miedo a las alturas- comenzó a llorar- No puedo volar y tengo miedo de fallarte una vez más. Nos han atacado las hadas, ¡dos veces! Y no he sido capaz de hacer algo...-.
Harry se conmovió de este momento, había visto a Ginny llorar un par de veces, pero que le confesara algo con lágrimas... Nunca.
En ese momento, él dirige sus brazos hacia ella y la refugia en su pecho con un cálido abrazo.
Ambos corazones comenzaban a latir aún más aprisa, sus respiraciones se agitaban, pero se esforzaron por no hacerlas notar hacia el otro.
-Me he enamorado de una Weasley y todos sabemos lo que significa eso. Tienes un carácter fuerte y decidido, eres tierna y sencilla, tímida y humilde-continuaba, sin dejar de abrazarse- Pero lo más importante es que te esfuerzas en ser aún muchísimo más de lo que he dicho, sin darte cuenta de que ya eres más que perfecta para mí-.
Ginny no pudo contener sus finas lágrimas, lágrimas llenas de felicidad ante esas preciosas palabras que no esperaba oír y que tanto había soñado.
-Gracias... Harry... Siempre estuve enamorada de ti y todas las noches soñaba con un momento así, ahora que ha llegado, me siento como en uno de esos sueños- sonrió y aún aferrada a los brazos de éste.
Ninguno de los dos se percataba de unos jóvenes espías que observaban tras los árboles.
-George, si se enteran de esto, nos van a matar- susurró Ron que estaba al lado de éste y en cuclillas tras un arbusto.
-No lo harán, porque no se van a enterar- respondió en el mismo tono de voz y con una simpática sonrisa, mientras miraba la conmovedora escena.
-No sé por qué me habéis obligado a venir... Yo podría estar haciendo eso mismo con Luna- se quejó Neville que estaba al lado de Ron y en la misma posición.
George lo miró serio y le lanzó una pequeña bola de nieve, a la cabeza de éste.
-Ey...- murmuró, mientras se quitaba el resto de nieve que le quedó en la cabeza y mirando hacia el mayor de los tres.
-¿Qué estáis haciendo aquí?- preguntó una voz femenina y firme que provenía de sus espaldas.
Los tres amigos tragaron saliva y voltearon, lentamente.
Era Hermione, acompañada de Luna.
-Solo estábamos mirando a las ardillas- rió George, mientras caminaba a paso ligero hasta la cabaña.
Hermione esbozó una leve sonrisa y miró a los otros dos.
Tanto Ron como Neville, no tardaron en incorporarse y caminaron hacia la cabaña.
Las dos muchachas los siguieron, mientras dejaban atrás a Harry y a Ginny.
Todos entraron en la cabaña, salvo Ron que tomó del brazo de Hermione.
-¿Qué ocurre?- murmuró la castaña.
-Necesito hablar contigo, si no te importa- confesó el pelirrojo, con una mirada tierna y un poco nervioso.
-Claro, ¿de qué se trata?- atendió a su mejor amigo.
-Bueno... Verás... Yo...- no sabía por dónde empezar.
-¿Sí...?- lo miraba un poco extrañada.
-Hermione, somos amigos desde el primer año en Hogwarts y...- tragó saliva.
-Sí, es cierto. Aunque fuiste bastante cruel conmigo- sonrió y se cruzó de brazos.
-Oh, vamos, tampoco fue para tanto- comenzó a reír.
-¿Que no fue para tanto? Dijiste que era una pesada y que, por ese motivo, no tenía amigos- seguía en su misma postura.
Ron comenzó a rascarse la nuca, aunque no le picara, solo lo hacía si estaba muy nervioso.
-Ya te he pedido perdón por eso...- murmuró con una tímida sonrisa.
-Lo sé. ¿Qué era eso de lo que querías hablarme?-.
-El caso, Hermione, es que...- por fin tenía algo de fuerzas para poder decírselo con claridad.
-Ha decir verdad, nunca dudé de su don para retrasarse señor Weasley- murmuró una voz muy reconocida, desde la entrada de la cabaña- Pero no esperaba verlo en usted, señorita Granger-.
-Oh, lo sentimos profesor Snape...- dijo ésta y entró al refugio, acompañada de Ron.
Harry y Ginny estaban llegando a la cabaña, con la escoba de Ron y vieron al profesor Snape, esperándoles en la entrada.
-Vaya, vaya. Indudablemente, los Weasley habéis heredado el mismo don y parece ser contagioso en usted, señor Potter- seguía en la misma posición.
-Perdone, profesor Snape- murmuró Harry y ambos entraron en la cabaña.
Al entrar, los dos jóvenes magos, escucharon una pequeña discusión que tenían los adultos. Estaban en la cocina, junto con el director Aberfoth Dumbledore.
-Las cosas no pueden ir a peor...- murmuró el señor Clark.
-Puede, ya lo habéis visto- continuaba la profesora McGonagall- Lucyus Malfoy ha perdido la cabeza, más aún-.
-Pero, ¿cómo pudo hacer semejante cosa?- dijo Arthur Weasley.
Harry y Ginny se miraron, mientras caminaban lentamente hacia las escaleras.
¿Qué había hecho Lucyus Malfoy? ¿Lo sabría Draco? Deseaban quedarse y escuchar, pero Snape se garantizó de que subieran las escaleras y permanecieran en su habitación.
-Harry, Ginny- dijo Hermione que fue a abrazarlos.
-¿Dónde está Malfoy?- murmuró Harry, pues no lo veía en la habitación.
-No lo sabemos... Es imposible que esté en el cuarto de las chicas- respondió Ron, sentado en su cama.
-Si no recuerdo mal, me parece que estaba con el profesor Snape- dijo Luna que se encontraba sentada en la cama de Harry.
-Imposible, el profesor Snape estaba en la entrada solo y nos acompañó hasta aquí- aclaró el joven Potter.
-Yo sé dónde está- murmuró Alice, estaba al fondo de la habitación y sentada en una silla.
Hermione la miró con cierta inseguridad, no sabía por qué, solo lo hizo sin más.
-Estaba en la cocina, cuando aparecieron los mayores. Es cierto que estaba con ese profesor que dijo Luna, pero algo hablaron que...- tragó saliva.
-¿Qué? ¿Qué ha pasado?- se preocupó Harry.
Alice abrió su boca, para explicar lo que había visto, pero la puerta se abrió y apareció el joven Slytherin, bastante serio y helado.
-Malfoy, ¿estás bien?- dijo Harry, algo preocupado al notar a su compañero a tan baja temperatura.
-Sí, solo fui a tomar el aire- murmuró en el mismo tono y acostándose boca arriba en su cama.
Todos se miraron entre sí, lo notaron más frío y distante. Ciertamente, no sabían qué tenía Draco en su cabeza y no parecía dispuesto a hablar.
Alice tampoco, bajó su mirada al suelo desde que Draco entró en la habitación y prefirió quedarse muda.
Esto preocupó a Hermione, aunque le dolía lo que éste le había hecho, aún seguía sintiendo algo por él.
Y, por si fuera poco, aún iban llegando más malas noticias.
-No podemos dejar a Harry aquí, ahora no- murmuró el director.
-Pero, Dumbledore, ¿a dónde piensas llevarlo? Voldemort sigue dentro de él e irá a donde él vaya- dijo Horace.
-Tal vez, pero solo hay una solución capaz de acabar con toda esta situación- intervino Snape, desde la entrada de la cocina.
Todos voltearon a verle, a nadie se le ocurría ninguna idea y oír algo con tanta seguridad, les llamaba la atención.
-Una vez, Lord Voldemort, nos confesó lo que planeaba hacer una vez hubiera fracasado su primer objetivo- continuaba- Lo que está pasando hoy día, tiene una solución poco agradable-.
-¿De qué se trata?- se preocupó Arthur.
-El señor Potter puede deshacerse de Lord Voldemort con un simple sacrificio voluntario- intentaba explicar, pero le interrumpió Hagrid, que también estaba allí.
-¡Ni hablar! ¿Cuántas veces estuvo al borde de la muerte, por culpa de ese miserable? ¡¿Eh?!- se quejaba.
-En ningún momento dije que fuera él, aunque también hubiera funcionado. Pero dadas las circunstancias, todos esperamos ver sobrevivir a Potter, por lo que el sacrificio debe darlo otro por él- detalló.
El silencio invadió la pequeña cocina, todos miraban dubitativamente hacia el otro y otras veces bajaban la mirada.
-Severus tiene razón- murmuró Dumbledore.
-¿Qué quiere decir?- dijo Molly.
-La persona que debe sacrificarse por él, tiene que pertenecer a la casa Slytherin. No importa quién sea, si está decidido a hacerlo voluntariamente y de corazón, entonces podrá acabar con Voldemort- explicó el director.
-Eso quiere decir...- sollozó Hagrid.
-No estaréis pensando en Draco Malfoy, ¿verdad, Dumbledore?- se inquietó McGonagall.
-No lo sabemos con exactitud, profesora McGonagall. Eso solo depende de él, como podría hacerlo Severus... Depende solo de los Slytherin- concluyó éste, con una mirada un poco apagada.
Ya había llegado la noche en el oscuro Callejón Nocturn y solo las luces de los pequeños farolillos podían alumbrar, vagamente, los estrechos caminos que daban hasta una antigua tienda de libros y objetos únicos y desconocidos, aún por los propios magos.
Dos muchachas de capas negras, caminaban en dirección a dicha tienda y de vez en cuando, una de ellas, volteaba un poco para garantizarse de que nadie las seguía.
Llegaron hasta la puerta de dicha tienda y la que parecía ser la líder de las dos, tomó su varita.
-Alohomora- murmuró y la cerradura cedió.
Entraron de inmediato, cerraron la puerta y caminaron un par de pasos hasta dar con varias estanterías, repletas de libros.
-Lumos- volvió a decir la misma joven y comenzó a adentrarse entre aquellas estanterías, para llegar hasta el asolado mostrador.
-Jessica, ¿estás segura de que era aquí?- susurró Pansy que iba justo detrás de su compañera.
-¿Por quién me has tomado? Claro que es aquí- respondió con el mismo tono de voz y continuando su camino.
-¿Y crees que es buena idea, reunirnos con él? ¿Acaso, no has oído lo que ha pasado hace pocos días en aquella casa muggle?- seguía en voz baja.
Jessica se hartó de oírla y volteó velozmente, sin apagar su varita.
-Si vuelvo a oírte hablar de ese tema, te juro que te silencio para siempre- dijo entre dientes.
Pansy estaba cansada de su compañera e iba a decirle un par de cosas, cuando, la sombra de un hombre, llegaba hasta donde estaba Jessica.
-Llegáis tarde- murmuró ese hombre.
-Perdone, señor Malfoy. Teníamos que despistar a varios magos- confesó Jessica, volviendo a retomar su posición.
-Solo falta Redforth, más le vale aparecer- concluyó, mientras caminaba hasta el mostrador.

LUCYUS MALFOY

DRAMIONE

ABERFOTH DUMBLEDORE

RON WEASLEY, HERMIONE GRANGER Y HARRY POTTER

NEVILLE LONGBOTTOM Y LUNA LOVEGOOD

DRACO MALFOY, PANSY PARKINSON, LUNA LOVEGOOD, GINNY WEASLEY,NEVILLE LONGBOTTOM, RON WEASLEY, HARRY POTTER Y HERMIONE GRANGER








sábado, 25 de mayo de 2013

39. De vuelta al estudio.

Poco a poco, el sol fue tomando más fuerza a medida que iba ascendiendo en el cielo invernal. 
Harry comenzó a ver algo que no era bastante común, eran el director Dumbledore y tres magos más de Hogwarts.
-Ahí está el director- murmuró Harry, sin dejar de mirar hacia el cielo.
-Será mejor avisar a los demás- detalló Draco.
Éste entró al refugio y dejó a su compañero Gryffindor para que recibiera al director.
Los cuatro magos descendieron hasta donde estaba Harry y éste corrió hacia el director.
-Hola, Harry- dijo muy feliz Aberforth, mientras correspondía el abrazo del joven mago.
-Le veo muy bien, señor Potter- murmuró McGonagall con una sonrisa.
-Me alegro de verla, profesora- también la abrazó.
-Yo también me alegro de verle, señor Potter- dijo Horace.
Harry estaba contento de verlos y también le dedicó un abrazo, hasta que vio al antiguo profesor de pociones, Severus Snape.
-Señor...- iba a abrazarlo, pero Snape lo interrumpió.
-No tiene por qué abrazarme, Potter, un saludo es más que suficiente- murmuró algo serio.
Harry dudó por un momento, pero eran muchas cosas las que su antiguo profesor de pociones había hecho por él y le abrazó sin más.
Éste estaba sorprendido, tampoco pudo abrazarlo sin más... No esperaba ver un momento así y menos con Harry Potter.
-¿Son cosas mías o Harry está abrazando al frío de Snape?- susurró Ron a Neville, bastante impresionado.
-No creo que sean cosas tuyas... Yo también lo veo...- susurró Neville.
Hermione corrió hasta Harry y Snape, quiso unirse al abrazo.
-Vale... Ya me he vuelto loco- dijo Ron, aún mucho más impresionado.
-No estás loco, el profesor Snape ha hecho muchas cosas por Harry y no alardeó de ello en ningún momento- aclaró Ginny y también fue a saludar a su antiguo profesor de pociones.
-¿Snape se está dejando abrazar por Potter, Granger y Weasley?- se sorprendió Draco.
-Nosotros hemos dicho lo mismo- dijo Neville.
Los tres magos dejaron de abrazar a su profesor de pociones, estaban contentos de verle y agradecían todo lo que éste había hecho.
-Ahora ya no puedes decir que detestas tu trabajo, Severus- rió el director y con él todos, menos Snape.
Ya dentro, los adultos comenzaron a debatir acerca de la situación en la que se encontraban, mientras que los jóvenes magos solo podían quedarse fuera de la cabaña y esperar una solución a todo esto.
-No es justo, ya somos mayorcitos y nos tratan como si aún llevásemos pañales- se quejó Ron, mientras andaba de un lado a otro.
-Bueno, algunos aún no se han dado cuenta de que lo llevan puesto- burló George que estaba de pie, apoyado en uno de los árboles que rodeaban la cabaña y con los brazos cruzados.
Todos rieron un momento.
-Disculpad, sé que no debo meterme pero... ¿Qué es lo que está pasando exactamente? Mis padres actúan raro y no me dicen sino que aún no es el momento de que lo sepa- intervino Alice, que estaba también de pie y con las manos reposando en los bolsillos de su abrigo.
-No es fácil de explicar... Lo siento, pero...- murmuraba Harry, sentado bajo el árbol en el que se encontraba George.
-Es mejor que no lo sepas- interrumpió Draco, serio y sentado bajo otro árbol que daba frente a los demás compañeros magos.
-Pero... Algo puedo hacer, ¿no? Todos vosotros sabéis algo y tenéis la misma edad que yo...- se quejaba.
-Si digo que es mejor que no lo sepas, es que es mejor que no lo sepas- recalcó el joven Slytherin, aún más serio y poniéndose en pie.
Alice estaba enojada, pues tenía miedo de tanto secretismo y deseaba saber, al menos, una pequeña parte.
-Malfoy, gracias, pero mejor se lo explico yo...- intervino Harry, bastante comprensivo.
Draco volvió a retomar su asiento y dejó que su compañero Gryffindor calmara la situación.
-Verás, Alice, no es algo que se pueda contar tan a la ligera. Todos los que estamos aquí, deseamos estar en tu situación e ignorar lo que pase... Pero no es así. Si no te decimos nada, no es por hacerte daño. Queremos evitar meter a más personas en problemas...- explicaba éste.
-¿Y qué hay de mis padres? ¿Ellos si deben arriesgar su vida?- se angustiaba.
-No... Claro que no. Todo esto es...- no hallaba palabras.
-Todo esto es por culpa de Voldemort- dijo Hermione, intentando ayudar a su mejor amigo.
Alice parecía perpleja, no sabía quién era Voldemort y desconocía cuál era el peligro en sí.
-¿Quién es Voldemort?- preguntó.
-Por Merlín, ¿en serio no sabes quién es?- se sorprendió Ron.
-¡No, no lo sé!- se enojaba.
-Vale, calma- intervino Hermione- Alice, Voldemort era un mago que ha cometido bastantes delitos y todos contra muggles-.
La joven Clark parecía ir comprendiendo la gravedad de la situación.
-Has dicho "era"... ¿Acaso está muerto?- seguía interrogando.
Los jóvenes magos se miraron entre sí y bajaron la mirada.
-¿Qué ocurre? Me estáis asustando...- tragó saliva.
-Se supone que está muerto- concluyó Neville.
En ese momento, abren la puerta y salen todos los adultos.
Los nueve jóvenes magos se alinean y esperan las nuevas noticias de sus mayores.
-¿Y bien? ¿Qué debemos hacer?- preguntó Hermione.
-Lo primero, es que debéis empezar a prepararos para lo improvisto. Los tres profesores os enseñarán nuevos hechizos que iréis trabajando día a día y solo cuando se os diga- continuaba el director- Ninguno abandonará el refugio, a menos que vaya acompañado de un adulto y queda terminantemente prohibido el permanecer fuera de la cabaña después de las 6-.
-Un momento, ¿no podemos salir a ninguna parte? ¿Tenemos que estar aquí encerrados?- preguntó Neville.
-Así es, señor Longbottom- respondió McGonagall bastante seria.
-Pero, somos mayores de edad... Eso es un poco injusto- se quejó George.
-En absoluto, señor Weasley. Precisamente, es vuestra edad lo que os hace aún más infantes y más... Vulnerables- intervino Snape, igual de serio.
Ninguno pudo discutir nada, sabían que debían obedecer y solo así podrían conseguir algo... O al menos, esa era la idea.
Las clases iban a comenzar ese mismo día, no podían perder ni un minuto más de tiempo y la primera clase iba a ser con la profesora McGonagall.
Los 9 jóvenes entraron en la cabaña, tomaron asiento en el comedor y escucharon con atención.
-Bien, muchos de vosotros conocerá buenos hechizos y encantamientos-explicaba ésta- Pero ahora no vamos a dar clase de transformaciones ni tampoco delicados encantamientos-.
-Perdone, pero ¿qué hemos estado aprendiendo entonces? Varias veces hemos luchado con hechizos básicos y han sido de gran ayuda- dijo Hermione.
-Esos hechizos, como bien ha dicho señorita Granger, son básicos. Lo que vais aprender, no se enseña en ninguna escuela docente de magia-.
-¿Y por qué no?- cuestionó Ron.
-Se lo demostraré- concluyó ésta, mientras tomaba su barita y apuntó hacia el profesor Horace.
-Squama Draco- dijo McGonagall con una voz firme y el profesor comenzó a cambiar de aspecto.
Su piel empezaba a tener escamas de color rojo intenso, los ojos tornaban a un color amarillento, las uñas de las manos se transformaban en garras y su boca se alargaba con afilados colmillos. Se estaba transformando en un dragón.
Cuando había finalizado su dolorosa transformación, todos pudieron comprobar a un auténtico dragón de casi dos metros.
-¡Guau! ¡Ese hechizo mola! ¿Puedo probar?- se entusiasmó Ron.
-¡Vamos, ni lo sueñes! ¡Yo seré el primero!- se antepuso George.
-Corpus Homo- dijo la profesora, del mismo modo y éste volvió a su estado original.
-¿Cómo ha...? ¿Dónde está...? Es... ¡Es increíble!- se asombró Hermione, mientras intentaba buscar en sus libros algún hechizo semejante a lo que acababa de ver.
-No se esfuerce, señorita Granger, no lo va a encontrar en ningún libro- explicó la profesora.
-Pero, ¿cómo es que existe semejante hechizo y no está registrado en ningún libro?- se preguntó Harry.
-Existe, señor Potter, pero no es lectura para jóvenes magos como vosotros. En la sección prohibida hay muchos libros con hechizos que jamás habéis podido oír- explicó.
-Pero, profesora, ¿cuánto duraría la transformación?- dijo Hermione.
-Este hechizo es bastante complicado y solo puede durar 20 minutos como máximo, señorita Granger. No se deshace por sí solo, por eso debéis de conjurar el hechizo Corpus Homo, para que vuelva a su estado natural-.
-Y si no fuera así... ¿Qué pasaría?- preguntó Neville.
-El mago que se haya convertido en dragón, no podrá volver a ser humano y tampoco recordará que lo fue. He ahí la razón, por la que no está escrito en un libro para jóvenes magos- respondió algo seria.
-¿Y qué conseguimos transformando a otro en dragón?- intervino Ron.
-Cuando alguien se transforma en dragón, adquiere las cualidades de dicho animal y puede ser de gran ayuda en una batalla. Con su piel, puede repeler la mayoría de los hechizos, salvo uno...- murmuró.
-El hechizo imperdonable- susurró Draco.
-Así es...- respondió McGonagall.
La clase había acabado por ese día, era por la tarde y tocaba descansar.
Había comenzado a nevar, por lo que el cielo se había tornado de un color gris.
Hermione estaba leyendo un libro de hechizos que no había tenido la oportunidad de leer en mucho tiempo, en el cobertizo. Cuando pasó una de las páginas, cayó una foto de sus padres ante ella.
No se acordaba de que la tenía ahí y fue a cogerla de inmediato, cuando alguien se le adelantó.
Tenía las manos congeladas, pero no le importaba llevarlas así.
-Malfoy...- susurró al reconocer a su compañero Slytherin.
-¿Son tus padres? Solo los vi una vez, en el Callejón Diagon- murmuró, mientras le entregaba la fotografía.
-Gracias...- bajó su mirada. Aún sentía cierto pudor cerca de él.
-¿Puedo sentarme a tu lado?- parecía un poco deprimido.
Ella asintió levemente y cedió un poco de espacio.
-¿Desde cuándo lees aquí? Es incómodo y está lleno de telarañas...- miraba con cierto asco cada esquina del techo.
La muchacha rió un momento, con un poco de disimulo, pero Draco se había percatado de esto.
-¿Qué nos ha pasado?- preguntó, sin levantar la vista de su libro.
-Todo ha sido culpa mía, Granger. Solo culpa mía- bajó la mirada.
Hermione lo miró y deseó decirle algo, pero vio llegar a Alice con una pequeña caja llena de libros.
-Oh... Lo siento... Yo no pretendía...- se excusaba al verlos juntos.
-Yo ya me iba- concluyó el joven Slytherin y bajó hasta las habitaciones.
Hermione suspiró y apoyó su espalda en la reconfortante pared, quiso meditar un momento.
-Hermione, lo siento... No era mi intención...- estaba avergonzada.
-No es tu culpa, tranquila. Necesito estar sola...- sonrió levemente, pero fue suficiente para que ésta la dejara sola.
Habían muchas cosas sin aclarar y una de ellas era la que más atormentaba la cabeza de Lucyus Malfoy.
Se había hospedado en la mansión Riddle y solo se había dedicado a beber, desde que vio morir a su mujer.
-Lucyus... Lucyus...- susurraba una voz en las paredes.
-¿Qué...? ¿Quién anda ahí?- se levantó del suelo y comenzó a dar vueltas en aquel viejo salón.
Miraba cada esquina y en cada rincón de la casa, pero no hallaba a nadie físicamente.
-Lucyus... Lucyus...- volvía a oír ese susurro que se hacia un poco más fuerte.
-¡¿Quién eres?! ¡¿Qué quieres?!- lloraba de miedo, ira y de cansancio.
-En el espejo...- dijo esa misma voz.
Éste camino hacia el pequeño espejo que estaba colgado encima de la chimenea.
-¡Mi señor!- se arrodilló al ver el reflejo de Lord Voldemort.
-Lucyus... Querido Lucyus... ¿Qué ha sido de ti, viejo amigo?- se le podía oír con más claridad, aunque algo débil.
-Mi... Mi mujer ha muerto... Y no sé dónde está mi hijo...- lloró, aún arrodillado.
-Entiendo. Lucyus, sabes que te encomendé esta tarea y que si lo hacías bien,te estaré grandemente agradecido... ¿Acaso no vas a ayudarme?- recalcaba.
-Lo sé... Lo sé...- miró hacia él.
-Bien, ahora ve y busca a Potter... Debes terminar lo que empezaste, Lucyus... Termina lo que empezaste- se desvanecía ante sus ojos.
El señor Malfoy comprendía que aún tenía trabajo por hacer y que no podía quedarse de brazos cruzados. Ya casi no le importaba lo que le sucediera, sentía que lo había perdido todo y debía completar lo único que le quedaba por hacer.

HARRY POTTER Y ABERFOTH DUMBLEDORE

DRAMIONE

LUCYUS MALFOY

GEORGE WEASLEY,LUNA LOVEGOOD,RON WEASLEY, HARRY POTTER, HERMIONE GRANGER, GINNY WEASLEY, NEVILLE LONGBOTTOM, DRACO MALFOY, SEVERUS SNAPE Y LUCYUS MALFOY














38. Confío en ti.

La calma inundaba la pequeña cabaña de los jóvenes magos, el silencio acompañaba al frío invierno en cada habitación y solo unos pequeños sollozos, del joven Potter, se hacían un poco más existentes en los oídos de sus compañeros Gryffindor y Slytherin.
-No... Mmm... Vete... ¡No!- se sobresaltó Harry de su cama y empapado de sudor.
Inmediatamente, Neville encendió la lámpara de la habitación.
-¿Otra vez, Harry?- murmuró Ron, mientras volvía a sentarse; pues se había levantado sobresaltado y con su varita en mano.
-Lo siento... Yo... Solo fue una pesadilla- decía, un poco entrecortado.
-Sabemos que fue una pesadilla, pero es que llevas una semana así- dijo Neville sentándose al lado de Ron.
-Lo sé, pero no puedo evitarlo- se lamentaba.
-Si, al menos, pudiéramos saber qué es lo que te pasa exactamente- murmuró Ron, sin saber nada de lo que Draco le había confesado a su amigo.
Harry tragó saliva y miró, disimuladamente, hacia su compañero Slytherin que permanecía sentado en su cama.
Draco correspondió a la mirada, tenía el corazón en un puño. Éste sabía que podía confiar más en Harry que en sus otros dos compañeros Gryffindor. Si ellos llegaran a saber que todo lo que estaba pasando, él lo sabía y no había dicho nada hasta ahora, estaría en un buen aprieto.
Por lo que, Harry, le prometió guardarlo en secreto.
-Oye, Malfoy, sé que no nos llevamos bien... Pero nos ayudarías muchísimo si sabes algo...- le pidió Neville, de buena gana.
-Lamento decepcionarte, Longbottom, pero sé tanto como vosotros- se limitó a decir.
-De todas formas, gracias, Malfoy- dijo Harry con una media sonrisa y llena de sinceridad.
En ese momento, abren la puerta de su habitación con sigilo, eran Ginny y Hermione.
-¿Estáis bien?- susurró Ginny, mirando a Harry.
-Todos estamos bien, solo fue una pesadilla- dijo sin mucha importancia y con una preciosa sonrisa hacia la joven Weasley, para no preocuparla.
Las dos chicas entraron y cerraron la puerta. Cada una llevaba su varita, por si debían de emplear la magia, pero no era el caso y la guardaron en sus pijamas.
-Harry, estás empapado de sudor...- susurró Ginny, mientras se sentaba al lado de éste.
-Tranquila, de verdad que no es nada- seguía quitándole hierro al asunto.
-Llevas varias noches con pesadillas, eso es preocupante- recalcó Hermione, que se encontraba de pie y cruzada de brazos, mirando preocupadamente a su amigo.
-Solo son pesadillas, tampoco es para tanto- insistía éste.
-Sí, sí que son para tanto... Harry, no es casualidad que a estas alturas tengas pesadillas- bajó un poco más la voz la joven castaña.
Harry descendió su mirada, sabía que tenía razón y no encontró argumentos que contradigan lo que ha dicho su compañera.
-Pero sí hay un remedio que pueda ayudarte a convertirlas en sueños más agradables- dijo una suave voz desde la puerta.
Era Luna, que había entrado con mucho sigilo y con un enorme libro de carcasa marrón oscuro.
-Perdona, ¿te hemos despertado?- susurró Hermione.
-No, en absoluto. Estaba leyendo en el comedor- murmuró la joven Ravenclaw con esa sonrisa soñadora.
-¿Cómo puedo transformar las pesadillas en sueños agradables?- dijo Harry.
-Es un poco complicado, pero es bastante eficaz si lo consigues- explicaba mientras tomaba asiento al lado de Neville.
-Pero, ¿qué tipo de pesadillas tienes, Harry?- preguntó Ron, un poco preocupado.
Éste miró a su pelirrojo amigo y bajó la mirada.
-Es con Sirius... Pero no era él- deseaba llorar, pero consiguió evitarlo.
-¿Con Sirius Black? ¿Tu padrino?- intervino Neville.
Harry asintió con la cabeza.
-¿Y cómo es que no era Sirius?- insistió Ron.
-Era él, por un momento... Pero en su interior, es como si viera a Voldemort- cubrió su cara con las manos- Quería que luchara contra él, pero yo no pude hacer nada porque...-.
-Porque veías a tu padrino- concluyó Luna.
-Así es...- murmuró Harry, con una pequeña lágrima en su rostro.
-Pero, ¿por qué sueñas con él? Sirius Black está...- se cortó Neville, pues sabía lo doloroso que fue para Harry cuando vio morir a su padrino.
-¿Muerto?- continuó éste- No lo sé... Creo que no quiere que duerma o que esté tranquilo, le parece divertido hacerme daño... No lo sé-.
-¿Y si fueras tú mismo?- observó Luna.
-¿Cómo puede hacerse eso él mismo?- dijo Ron, bastante confuso.
-Es sencillo. Tu único pariente cercano a tus padres fue él, te impactó su muerte porque estabas presente- continuaba, mientras miraba a Harry- Aunque haya sido Bellatrix, todo fue por causa de Voldemort y ahora que estás en estas circunstancias similares, revives estos detalles subconscientemente-.
-Vaya... Visto así, hasta impresiona- murmuró Ron.
-Bueno, ¿y qué hago? Si es subconscientemente, no puedo evitarlo tan fácilmente...- dijo Harry.
-Cuando sientas que estás en una pesadilla, debes decir con claridad estas palabras: Foras Somniun- explicó Luna.
-¿Foras Somniun?- se extrañó Ron.
-Sí, a mí me funciona. Me lo enseñó mi padre- detalló la joven Lovegood.
-Pero, Luna... Ese hechizo...- intentó explicarse Hermione, pero fue interrumpida.
-Ya sé que no suele ser muy efectivo en grandes pesadillas, pero si solo es un mal sueño debe funcionar- detalló Luna.
Harry asintió, ¿qué podía perder? 
Entonces, un papel con forma de gorrión, revoloteó en la habitación y sobrevoló la cabeza de los jóvenes magos, consiguiendo posicionarse en las manos de Ron.
-¿Cómo ha podido entrar?- murmuró Neville, mirando cómo el pelirrojo desenvolvía el papel.
-Por debajo de la puerta, seguro que es de George- contestó Ginny, también mirando a su hermano.
-Pues sí...- dijo Ron, sin apartar los ojos de la nota.
-¿Y qué dice?- preguntó Neville.
-Que mis padres están a punto de despertarse- se alarmó en voz baja y todos no tardaron en volver a sus camas y las chicas a sus dormitorios.
Luna salió la primera, Hermione la segunda y Ginny al final.
-Ginny, espera- susurró Harry, mientras sostenía la muñeca de ésta.
Ella volteó a mirarle y esperó a que éste se pusiera en pie.
-Te quiero- susurró aún más bajo y con una preciosa sonrisa.
Ginny se sonrojó y sonrió bajando la mirada.
-Te quiero... Harry- pudo decir en voz baja y algo entrecortada.
Los dos jóvenes se miraron a los ojos con una tímida sonrisa y por un momento se sentían ellos dos, sin nadie más.
-Disculpad, sé que es vuestro momento, pero mis padres están a punto de llegar- interrumpió Ron, en voz baja.
-Nos vemos luego- dijo Harry, casi riendo y se despidió de Ginny.
Ésta asintió y salió corriendo.
Sin embargo, el joven pelirrojo recordó una cosa que tenía que hacer y corrió hacia su hermana.
Llegó hasta la puerta y salió al pasillo con ella.
-¿Qué pasa?- susurró Ginny.
-Verás... Necesito que me hagas un favor...- puso ojos de cordero.
Ella suspiró y miró de un lado a otro, para garantizarse de que sus padres no merodeaban por ahí.
-Tranquila, están durmiendo- detalló, en voz baja.
-Pero, si acabas de decir que...- murmuraba, mirando a su hermano.
-Sé lo que dije, era una mentirijilla... George solo puso que bajemos la voz, porque ya tenía bastante con los ronquidos de papá- sonrió.
Ginny empezó a enojarse y preparó el puño, pero su hermano empezó a hacerle la pelota.
-¿Por qué lo has hecho?- dijo entre dientes y aún en voz baja.
-Para que pudiera pedirte el favor sin que haya más gente- rogó con la mirada.
-Está bien, ¿de qué se trata?- se cruzó de brazos.
-Necesito que me ayudes a reconquistar a Hermione- dijo con una sonrisa.
-¿Qué?... Yo... Yo no puedo hacer eso... Además, está con...- la interrumpió su hermano con una sonrisa.
-Con Malfoy, lo sé. Pero ya no están juntos, ¿no has notado que ya ni se miran?- parecía emocionado.
Ginny mordió su labio inferior, temía que se le escapara lo que le había confesado su amiga castaña. Ella aún amaba a Malfoy y aunque no se hablen, Hermione seguía sintiendo algo por él...
-¿Qué me dices? ¿Me ayudarás?- seguía suplicando con una sonrisa de niño bueno.
-Ron... No sé yo si...- intentaba negarse, pero sin decir el motivo en sí.
-Vamos... Solo tienes que decirme cosas que me sirvan para recuperarla-rogó.
-Está bien, veré qué puedo hacer. Pero si ella no vuelve contigo, no insistas más, ¿vale?- le señaló con el dedo.
Él asintió, feliz, pero asintió convencido de que Hermione volvería con él.
Ginny volvió a su habitación y Ron a la suya.
Cerró la puerta y caminó, muy contento hasta su cama.
-Ron, deduzco que nos has mentido- susurró Harry, sentado en su cama, un poco serio y Neville a su lado y cruzado de brazos.
El pelirrojo tragó saliva y se puso un poco serio.
-¿En qué? No sé de qué...- fue interrumpido, cuando vio que Harry sacó de la mesilla la nota de George.
Ron cerró los ojos, buscó una excusa rápida y los miró con una pequeña sonrisa.
-Bueno... Era para gastaros una broma... Para olvidar lo de la pesadilla, ¿a que ya estás mejor?- rió.
-En absoluto. Por primera vez, le confieso a Ginny que la quiero... Sé que lo sabe, pero nunca se lo he dicho y tú me lo estropeas con una "mentirijilla"- estaba un poco irritado.
-Lo siento, no era mi intención. Lo juro- levantó la mano derecha y parecía sincero.
-¿Seguro que era para gastarnos una broma?- recalcó Neville.
-Sí... Solo era una broma- reafirmó.
-¿Por qué será que nadie te cree, Weasley?- murmuró Draco, recostado en su cama y cruzado de brazos.
-Tú calla- lo miró con cierto enojo.
-Bueno, vamos a dejarlo por hoy. Pero te agradecería que no fueras tan aguafiestas- burló Harry.
Ron rió y se acostó en su cama, como hicieron todos.
Pero aún habían tres brujas que aún permanecían despiertas.
-¿Ronald gastó una broma?- dijo Hermione, un poco enfadada.
-Sí... Quería animar a Harry- excusó la pelirroja.
-Pues, yo no sé dónde le vio la gracia- Luna estaba bastante confundida, por una vez.
-Es que no hay ninguna gracia- detalló Hermione.
-Ssh... Habla más bajo, Alice está dormida- susurró Ginny.
-Es verdad, lo siento- bajó más su voz.
-¿Y qué te dijo tu hermano, Ginny?- preguntó Luna con esa sonrisa soñadora.
La joven Weasley no sabía qué decir, pero fue rápida y dijo una pequeña mentira.
-Me preguntó si todo iba bien entre tú y Malfoy- miró a Hermione- Dice que eres su mejor amiga, desde el primer año y que no quiere que te pase nada malo...-.
-¿Cómo? ¿Ron se preocupó por mí?- no se extrañaba de que él se preocupara por ella, se sorprendió de que fuera así de atento con ella.
-Sí... Es que dice que nota a Malfoy un poco distante con todos...-.
Hermione bajó la mirada.
-La verdad, prefiero el cariño de Ron que el de esa serpiente- murmuró ésta.
-Pero Hermione, ¿no amas a Malfoy?- dijo Luna.
-Me duele lo que me hizo, pero ya no siento lo mismo que antes- concluyó y se acostó. Quiso dormir y que amaneciera.
Todas las demás hicieron lo mismo, sabían que no era buen momento para hablar y lo dejaron por esta vez.
Sin embargo, una joven bruja, había permanecido despierta y escuchando todo lo que habían hablado.
Eran solo las cinco de la mañana, pero Draco no pudo reconciliar el sueño. El que Harry tuviera pesadillas, era como si supiera que Voldemort estaba vivo y eso le preocupaba. Decidió ponerse en pie, después de dos horas acostado e intentando dormir y salió de la habitación.
Quiso sentarse frente la cabaña y ver amanecer. Se abrigó con su abrigo oscuro y con sus botas de piel negra.
Al salir, notó el frío y no le importó.
-¿Aún sigues preocupado, Malfoy?- murmuró Harry, desde la puerta.
-¿Qué te ha dado estos días, Potter? ¿Acaso te has enamorado de mí?- rió y volteó a mirar a su compañero.
Harry también rió por un momento y se acercó a su compañero.
-¿Es por Voldemort?- se puso un poco más serio.
Draco bajó la mirada y la detuvo en el cielo.
-Un poco sí... Creo que ya me da igual morir o no- volvió a mirar hacia Harry.
-¿Dices eso por Hermione?- sabía que Ron aún la amaba, pero comprendió las buenas intenciones de su compañero Slytherin también.
Draco cambió su semblante, intentaba comportarse como siempre había sido en los años anteriores, pero su tono le delató.
-Es ridículo que esté así por una Gryffindor y más por una "come-libros" como ella-.
Harry esbozó una sonrisa.
-¿Qué? ¿Qué te hace tanta gracia, Potter?- lo miró algo serio, pero esta vez sin enojo.
-Estás colado por una Gryffindor y "come-libros" como ella- confesó, manteniendo esa sonrisa.
Draco rió y bajó la mirada al suelo, con las manos refugiadas en los bolsillos de su abrigo.
-Confío en ti, Malfoy. Sé que no eres tan mal mago, como creí- dijo éste con mucha sinceridad.
El joven Slytherin lo miró algo sorprendido, pero disfrazándolo con naturalidad.
-¿En serio? Vamos, sabes que os voy a defraudar, como otras tantas veces- rió.
-Yo no lo creo. Puede que tengas problemas con Hermione, con tu familia... Incluso con nosotros, pero no eres como Voldemort- explicó.
Esto hizo pensar a Draco y no quiso decir más nada, solo miró cómo nevaba.
Harry comprendió que era momento de acabar con la conversación y se quedó a su lado por un rato y en silencio.

DRACO MALFOY

HARRY POTTER

LUNA LOVEGOOD, HERMIONE GRANGER, PANSY PARKINSON

RON WEASLEY, HERMIONE GRANGER Y HARRY POTTER

DRACO MALFOY, PANSY PARKINSON, LUNA LOVEGOOD, GINNY WEASLEY, NEVILLE LONGBOTTOM, RON WEASLEY, HARRY POTTER Y HERMIONE GRANGER
















jueves, 23 de mayo de 2013

37. El secreto de la cicatriz.

Pequeños copos de nieve iban descendiendo suavemente desde las grises nubes de Rumanía. Cinco escobas sobrevolaban los cielos en dirección a un viejo callejón con edificios de ladrillos oscuros.
Poco a poco fueron descendiendo al nevado suelo y comenzaron a adentrarse en dicho callejón.
Harry estaba algo nervioso y más ahora que la cicatriz empezó a arderle levemente.
-¿Todo bien, Harry?- preguntó Ron en voz baja.
-Sí... Solo me escuece- murmuró.
-Deberías decírselo a mi padre- se preocupó.
-No, tranquilo... Estoy bien- dijo con una pequeña sonrisa.
-¿Estás seguro?-.
-Sí- dijo mientras tapaba su cicatriz con el flequillo.
-Oye, ¿has notado lo raro que está Malfoy?- bajó más su voz y mirando hacia el joven Slytherin.
-Creo que no se encuentra en su mejor momento- observó el joven Potter.
-Más bien, no están en su mejor momento- corrigió el pelirrojo y mirando a su mejor amigo.
-¿Le ha pasado algo con Hermione?- se preocupó por su amiga.
-¿Tú qué crees? No es casualidad que los dos estén con el mismo humor- analizó- Además, si ellos no están bien... Podría...-.
-Ron, ¿de verdad crees que es el momento para flirtear con Hermione?- a Harry no le parecía buena idea que sus mejores amigos tuvieran problemas entre sí.
-Vamos Harry, sabes que aún la amo- se lamentaba.
-Lo sé, pero ella quiere a Malfoy y no te va a ser nada fácil- aclaró.
-Bueno, lo voy a intentar. Quiero perder intentándolo- concluyó muy decidido.
-Ten cuidado, Ron- casi parecía una súplica.
-Lo tendré, pero no pienso volver a cederle nada a esa serpiente- finalizó, ya que se habían detenido en frente de un pequeño edificio de una planta.
Arthur Weasley miró de un lado a otro, para garantizarse de que no pasaba nadie por allí y dio dos leves golpes en la vieja puerta.
-Aperio Amicus- dijo éste con una voz firme hacia la puerta y ésta se abrió, mostrando una cortina de ladrillos sólidos que fueron abriéndose a ambos lados.
A medida que iban desapareciendo los viejos ladrillos, Harry pudo observar el interior del edificio. Por fuera, parecía un edificio abandonado, pero por dentro era una taberna del tiempo de los piratas.
-Bien, vamos allá- dijo Arthur, mientras se adentraba al interior.
Después de que entraran, la puerta se cerró y los ladrillos comenzaron a unirse de nuevo.
No tardaron en divisar a Hagrid, estaba sentado al final en una de las rectangulares mesas de madera.
-Menos mal, pensé que os había pasado algo- murmuró el amigable gigante, mientras cedía un poco de espacio a los demás.
-Bueno, no te equivocas del todo, querido amigo... Nos atacaron unas hadas- susurró Arthur.
-Cielos, ¿y estáis todos bien?- se preocupó.
-Por suerte, logramos escapar...- murmuró Ron.
-Vaya... Pero eso no es normal en las hadas- se extrañaba Hagrid.
-Están siendo controladas- confesó Draco, pero con un tono frío y bastante serio.
Todos miraron hacia él y guardaron silencio, esperando que éste comenzara a dar detalles de lo que sabía.
-Se trata de una bruja que pertenecía a la casa Slytherin, pero dejó la escuela y vino a aprender magia aquí- concluyó, pues no estaba dispuesto a arriesgar más su vida. Bastante tenía con estar en el punto de mira de Lord Voldemort.
-¿Y ya est
á? Necesitamos más detalles, por si no lo recuerdas, nos atacaron dos veces- obligaba Ron.
-Cómo se nota que no es tu vida la que está en juego, Weasley- dijo entre dientes y acercándose hacia la cara del pelirrojo.
-Ya, pero es la vida de mi mejor amigo la que me preocupa, maldito egoísta- se igualaba en la actitud de Draco.
-Ron, Malfoy, ya es suficiente- intentó poner un poco de orden el gigante.
Los dos jóvenes magos pudieron controlarse, por ahora.
-A ver, Malfoy, entiendo que estés en un aprieto, pero nosotros también estamos en riesgo de muerte- explicaba Hagrid, un poco más comprensivo.
Draco lo miró seriamente, pero poco a poco fue cambiando su semblante. Comprendía que no es a él a quien quiere Voldemort, sino a Harry y que todo podía depender de lo que sabía. Para poder derrotar a Voldemort, era preciso hacer todo cuanto fuera posible y si debía de confesar, que así fuera.
-Su nombre es Melissa Stevens. Era alumna de Bellatrix y todo cuánto sabe es gracias a ella- continuaba, mientras se acercaba un poco más a la mesa y bajando la voz- Es peligrosa, pero no se atreve a luchar sola. Además, es la favorita de...- silenció su voz, temía decir el nombre de Voldemort.
-De Voldemort- completó Harry.
Draco miró hacia éste, algo tenso y asintió.
-Vaya... No recuerdo ese nombre y mucho menos que una alumna de Slytherin se fuera de la escuela- explicó Hagrid, intentando hacer memoria; pero era imposible.
-Sea como sea, debemos de hacer algo. Si ella sabe que Harry está aquí, avisará a los demás- añadió Neville.
-Es cierto, pero debemos escondernos en el refugio. Puede que estemos seguros por un tiempo- dijo Arthur.
-Sí, será mejor. De todas formas, el director vendrá mañana con el resto de magos y buscaremos una solución- concluyó Hagrid, en voz baja y mirando hacia Harry.
Todos asintieron y quedaron en silencio. Estaban un poco nerviosos con todo lo que estaba pasando y por lo que imaginaban que podría venir...
El frío empezó a hacer mella en las coloradas mejillas de Ginny Weasley. Ésta fue abriendo sus azulados ojos y pudo incorporarse en su cama.
-Ginny, menos mal- dijo Hermione, que estaba sentada en una silla al frente de la cama de su amiga.
La castaña abrazó a la joven Weasley y ésta correspondió al gesto.
-¿Dónde está Harry?- preguntó, un poco preocupada.
-Está bien, acabaron con las hadas y ahora están en la taberna de Billy Bones- tranquilizó con una preciosa sonrisa.
Ginny sonrió levemente y respiró tranquila.
-¿Dónde estamos?- dijo, un poco más calmada.
-Estamos en Rumanía, en el refugio-continuaba- Iré a traerte algo de comer-.
Ginny asintió, agradecida, mientras volvía a recostarse.
No recordaba nada, solo podía reflejar en su mente el momento en el que cayó de la escoba. La joven bruja comenzó a tener miedo de las alturas y en menudo momento.
Mientras tanto, Hermione bajaba por las escaleras y se encontró con tres personas que no había visto en su vida. Estaban sentados en la mesa y hablando con Molly Weasley, como si la conocieran de años.
-Oh, Hermione, ¿Ginny está bien?- dijo la señora Weasley.
-Sí, acaba de despertar- murmuró con una sonrisa.
-Menos mal... Voy a subirle la sopa, necesita comer algo- decía mientras se daba la vuelta para preparar el plato.
-Tranquila, se lo puedo llevar yo- se ofreció la muchacha y acercándose a la mesa.
-Ah, Hermione, ¿no los conoces?- señaló George, también sentado en la mesa.
Ella negó con la cabeza y miró al matrimonio y a su hija de su misma edad.
-Ellos son Thomas Clark, Joanne Clark y su hija Alice Clark- presentó éste.
-Encantada, soy Hermione Granger- saludó cordialmente con un apretón de manos.
-Igualmente- dijo el señor Clark. Éste tenía un cierto parecido con Sirius Black, la diferencia estaba en sus ojos de color verdes.
Joanne era una mujer bastante joven de pelo castaño claro y ojos marrones.
Y Alice era una chica muy guapa con el pelo castaño oscuro (como su padre) recogido con una trenza, ojos marrones y piel blanca.
-Ten, cielo, dile que se lo coma todo- dijo Molly, mientras le entregaba el pequeño cuenco con la sopa recién preparada.
La joven Granger lo tomó y subió hasta la habitación de su amiga.
Al entrar, encontró a la pelirroja sentada en la cama y con los pies en el suelo. Tenía un rostro entristecido.
-Ginny, ¿estás bien?- murmuró, mientras cerraba la puerta.
-No... No estoy bien- confesó, casi llorando.
Hermione se sentó en la misma silla y dejó el cuenco en la mesilla de noche, dispuesta a escuchar.
-Tengo miedo... Miedo a las alturas. No hago otra cosa que pensar en lo mismo y yo... No puedo más...- empezó a llorar.
-No, vamos, Ginny- se sentó a su lado y la abrazó.
-No puedo ayudar a Harry, no soy de ayuda... Tengo miedo de coger una escoba, lo que me falta es que lo mate con algún hechizo...- seguía lamentándose.
-Escucha, Ginny, lo que te pasó puede pasarle a cualquiera. Yo estaría igual o peor en tu situación... Eres de gran ayuda, solo has tenido un problema con las hadas, pero puedes levantar cabeza y seguir adelante- animaba con una mirada llena de esperanza.
-Aveces pienso que no debo estar con él, solo consigo crearle problemas- se secaba las lágrimas.
Hermione respiró hondo, iba a confesar algo de lo que no se sentía muy orgullosa; pero optó por hacerlo.
-Yo fui una estúpida, creí que estaba haciendo las cosas bien y no fue así- continuaba- Quiero a Ron, pero estoy enamorada de Malfoy...- tragó saliva.
-Hermione, eso ya lo sé...- fue interrumpida.
-Se lo entregué todo, absolutamente todo- estaba aguantando las ganas de llorar.
-¿Qué? Hermione... No me digas que...- parecía saber de qué estaba hablando su amiga.
-Tú eres muchísimo mejor que yo, Ginny. Eres fiel y leal, apoyas a Harry mejor de lo que yo hice con Ron... Soy un tropiezo para todos, pero tú sigues animando a Harry y no lo desamparas como hice yo...- comenzó a llorar.
-Hermione, ¿por qué...?- se preocupó.
-Si piensas que eres peor que yo, espero que encuentres una explicación bastante trabajada para llevarme la contraria, porque yo sí soy lo peor que habéis encontrado- se secaba las lágrimas.
Ginny comprendió el esfuerzo que hizo ésta para animarla y la abrazó.
-No eres un tropiezo, eres buena e inteligente. Sirves para algo, porque me has animado- dijo con dulzura.
Hermione comenzó a reír, agradecida y correspondió al abrazo.
Sin embargo, no todo era perdón y consolación. En una inmensa mansión, una joven muchacha de capa roja, se dirigía a unas alargadas escaleras que conducían al despacho de un mago casi olvidado por todos.
Al llegar a la gran puerta, tocó tres veces y esperó a la orden.
-Adelante- murmuró aquella voz anciana.
Ésta entró a la oscura habitación, iluminada por unas pocas velas.
Se acercó hasta una pequeña mesa rectangular y miró hasta el que se sentaba detrás de dicha mesa.
-¿Has encontrado al chico?- decía ese viejo anciano.
-Sí, señor- respondió con voz firme.
-Bien... Sabía que podía confiar en ti, Melissa- sonrió.
-Agradezco que haya confiado en mí, señor. Cuando usted diga, iré a por Potter-.
-Tranquila, aún no es buen momento. Tenemos que encontrar su refugio, pero... Antes de eso, dime, ¿hay algo más que deba saber?- se acercó más a su mesa, para no perder detalle de lo que ésta iba a decir.
-Draco Malfoy es el protector de Harry Potter. No parece que quiera servir al señor Voldemort- no dudó en decirlo sin más, era fría y distante.
-Bien, bien... Gracias, Melissa, puedes retirarte- comenzó a reír.
Ella hizo una leve reverencia y salió del despacho.
-Lucyus, Lucyus, Lucyus... ¿Qué dirías, si lucharas contra tu hijo?- dijo, para sí mismo y comenzó a reír a carcajadas.
Mientras tanto, en la taberna de Billy Bones, Draco quiso salir de aquel lugar y tomar el aire. Estaba asustado, era una enorme carga en sus hombros. Harry, al percatarse del comportamiento que tenía éste, le siguió hasta la salida.
La puerta se cerró tras de Harry y vio como su compañero Slytherin dio una patada a un pequeño contenedor de basura.
-Malfoy, ¿estás bien? ¿Qué es lo que te ocurre? Llevas unos días raros y hoy muchísimo más- murmuró Harry, bastante comprensivo.
-¡¿Acaso me ves bien?!- volteó bruscamente hacia él y miró con rabia.
-Escucha, no tienes por qué hacer esto... Puedes hacerte a un lado y...- intentaba animar, pero Draco lo interrumpió con una pequeña burla.
-¿Crees que es así de fácil? Tengo que ser tu maldita niñera y protegerte de los que antes eran mis compañeros... ¡Soy un mortífago! ¡Si me hago a un lado, todos irán a por mí! Tanto los que son como yo, como los que se oponen a tú sabes Quién- continuaba, mientras caminaba de un lado a otro con una sonrisa de ironía y lleno de rabia- Estoy solo en todo esto, ¡solo! Moriré peleando por protegerte, ¡pero también si no lo hago o si sirvo a tú sabes Quién!-.
Harry no esperaba ver esa reacción en él, jamás se hizo una idea de lo que sentía su compañero Slytherin, hasta ahora.
Draco comenzó a llorar de impotencia y se apoyó en la pared del edifico que estaba al frente de la taberna.
-Escucha, Malfoy, no estás solo. Ahora somos un equipo, somos compañeros- continuaba, mientras se acercaba hasta él- Todos los que estamos luchando contra Voldemort, nos ayudamos mutuamente y tú no vas estar solo. Yo puedo protegerte, como tú haces conmigo- sonrió.
Draco dejó de llorar y miró a Harry, casi como un amigo. Nunca tuvo amigos de verdad y tampoco conocía la sensación de sentirse protegido por amigos de verdad.
-Gracias, Potter...- murmuró y sin apartar su vista de él.
Harry negó con la cabeza mientras sonreía, como quitándole importancia al asunto y se encaminó hacia la taberna.
-Potter... Tengo que hablar contigo- dijo, un poco entrecortado.
Harry giró levemente y lo miró, un poco preocupado, parecía saber de qué quería hablarle.
-Es sobre lo que te pasa- concretó.
Harry se acercó a éste y prestó mucha atención a lo que tenía que oír.
-Voldemort piensa volver utilizándote como su nuevo cuerpo... Si hace eso, habrás muerto para siempre. Solo hay un objeto, muy valioso, que se escondía en la mansión Riddle, pero no sé qué es- continuaba, bajando aún más su voz- Si no lo encontramos a tiempo, notarás que no podrás controlar todo lo que haces o dices... Puedes matar y no podrás detenerte... Si él volviera, no habría ninguna esperanza y nada ni nadie podrá detenerle-.
Harry estaba absorto, se quedó helado por lo que acababa de oír. Necesitaba sentarse y Draco lo ayudó a que se apoyara en la pared.
-Mis padres estaban buscando ese objeto, pero no ha sido porque quisieran, fuimos obligados...- explicó.
-¿Quién está detrás de todo esto?- dijo con un tono muy serio, casi enojado y sin mirar a su compañero.
-No puedo...- fue interrumpido.
-¡¿Quién está detrás de todo esto, Malfoy?!- lo miró, bastante enfadado.
Draco tragó saliva y se sentó al lado de él, para poder susurrarle quién estaba planeando todo esto.
-Su nombre es Morfin Gaunt- susurró, serio y mirando a Harry.
El joven Potter cambió su semblante, sabía de quién le hablaba; pero no pensó que ese hombre estuviera vivo... Mofrin Gaunt era el tío de Tom Riddle y era el que estaba detrás de todo esto.

DRAMIONE

RON WEASLEY Y HERMIONE GRANGER

LUNA LOVEGOOD Y GINNY WEASLEY

HERMIONE GRANGER, HARRY POTTER Y RON WEASLEY