sábado, 30 de marzo de 2013

34. Medidas desesperadas.

La mañana venía acompañada de los claros rayos del sol, el paisaje nevado no dejaba protagonismo alguno al escandaloso tren y el frío se apoderaba de las ventanillas de éste.
Los cinco jóvenes magos dormían plácidamente, hasta que unos fuertes movimientos de éste despertaron al grupo.
-¡¿Qué pasa?!- se sobresaltó Ron.
-¡No lo sé! ¡Parece que se va a caer!- se preocupó Harry y sujetando a Ginny.
De repente, el tren da un brusco movimiento y consigue empujar a Hermione hacia la puerta del vagón; sin embargo, el joven pelirrojo logra tomarla de la mano a tiempo y la refugia en él.
-Gracias, Ron- sonrió la muchacha, agradecida y sin apartarse de éste.
Draco presenció la escena y sintió un fuerte ardor en su interior, estaba irritado y enojado; sin embargo, miró hacia otro lado y aguantando las ganas de decir un par de cosas.
En ese momento, el hermoso paisaje nevado deja de reflejarse en las heladas ventanillas y pasó a verse un enorme túnel donde solo persistía una leve luz que salía de unos pequeños focos.
-Señores pasajeros, rogamos que disculpen las pequeñas turbulencias que acabamos de pasar... Para su seguridad, abrochaos los cinturones de seguridad. Gracias y perdonen las molestias- dijo Will, desde un megáfono mágico que apareció de la nada en una de las esquinas del vagón.
Igualmente, dicho aparato desapareció mágicamente y todo volvió a la calma.
-Vaya, ya podrían haber avisado antes- murmuró Ron, soltando a Hermione y mirando hacia Harry.
-Bueno, eso quiere decir que ya queda poco para llegar- añadió el joven Potter.
-Harry- se sorprendía Hermione- Tu cicatriz... Apenas se ve...-.
Inmediatamente, todos miraron hacia éste y también se asombraron en gran medida.
-Pero... ¿Cómo es posible?- decía Harry, mientras se miraba en la ventanilla, aprovechando la oscuridad que había en el túnel.
-Tal vez, el poder de Voldemort es menor ahora. Ya no estamos en Londres- pensó, en voz alta, Ginny.
-¿Tú qué opinas, Malfoy?- dijo Ron, mirando con un poco más de confianza al joven Slytherin.
-No sé, puede que ella tenga razón- murmuró, intentando aparentar normalidad.
-Entonces, eso quiere decir que aún estamos a tiempo- detalló Hermione.
-Sí, puede que aún podamos detener a Voldemort- se animó Harry.
Ahora podía estar más positivo, tenía una nueva oportunidad y no está dispuesto a desperdiciarla.
Sin embargo, alguien no lo veía de la misma manera.
En el callejón Nocturn, todos no paraban de murmurar lo mismo; la vuelta de Lord Voldemort, era algo que no podía pasar desapercibido y todos parecían algo asustados.
Un hombre y una mujer con capas negras caminaban por los estrechos callejones, por las sombras y de camino hacia un viejo edificio, abandonado por todos.
Llegaron hasta la polvorienta puerta y tocaron tres veces en ella.
En ese momento, un viejo mago, abrió la puerta y dejó paso a los Malfoy.
Después de cerrar la puerta, un hombre muchísimo mayor que el primero recibió a esta pareja desde su cómodo asiento y en las sombras.
-¿Tenéis el diario?- murmuró con una voz severa y firme.
-Sí, mi señor...- entregó el viejo cuaderno, mientras se inclinaba hacia éste.
-¿Y la barita?- tomó el libro con sus huesudas manos.
-La... La barita... No, no mi señor- tragó saliva y descendiendo su mirada.
-Ya veo...- dijo muy calmado y mirando hacia el diario.
-Ha sido Severus Snape, el traidor- discriminó Lucius.
El anciano abrió el diario y se dispuso a leer lo que había en su interior.
-Dime, Malfoy, ¿dónde está el chico?- aún seguía muy calmado.
-¿El chico? El chico... Bueno... Él...- intentaba buscar alguna excusa, pero la voz le temblaba demasiado y no podía hallar ninguna explicación coherente.
-Entonces, no has hecho nada, ¿cierto, Lucius?- continuaba, cerró el diario y miró hacia éste- Sin la barita y sin Harry Potter, de nada sirve devolver a Voldemort a la vida-.
-Lo siento... Yo... Yo solo...- se ponía más nervioso, tenía miedo de ese anciano.
-Lucius, ya sabes lo que significa esto- amenazaba.
-¡No! Por favor... Os lo ruego...- suplicaba de rodillas.
-Lo siento, Lucius. Si no hay barita ni chico...- sacó su barita- AVADA KEDABRA- apuntó tan rápido hacia Narcissa Malfoy e inmediatamente murió ésta.
-¡NO! ¡No!- lloró de dolor.
-Ahora tráeme a Harry Potter o sino ya puedes despedirte de tu hijo... Draco Malfoy- guardó su barita, sin haber mostrado ninguna emoción y volvió a leer el diario.
Lucius tomó el cuerpo de su mujer, muerta y lloró encima de ésta. No pudo protegerla y el intentarlo no bastaba, porque era imposible matar a ese anciano mago... Era inmortal.
En el Ala 91, se respiraba algo de paz y tranquilidad, ajenos de lo que había estado aconteciendo desde entonces.
-Tengo algo de hambre, ¿queréis algo?- dijo Ron.
La mayoría negó con la cabeza.
-Yo sí... Desde anoche no pude comer nada- murmuró Hermione, mirando con una sonrisa a Ron.
Draco hizo una mueca de burla y miró a otro lado, intentando controlarse un poco más.
-Está bien, pues vamos- concluyó el joven Weasley, sin ninguna intención de algo más.
Ambos jóvenes salieron del vagón y dejaron a sus tres compañeros.
-¿Qué haces, Malfoy?- dijo Ginny, extrañada de la actitud que había tomado éste hacia Hermione.
Él la miró con incertidumbre.
-¿Has roto la relación que tenía mi hermano y Hermione, solo para divertirte?- acusaba la pequeña Weasley.
-Ginny...- intentaba calmar Harry a su pelirroja compañera, pero ella seguía acusando al joven Slytherin.
Pero Draco no estaba dispuesto a aguantar un ataque más y salió del vagón.
Una vez solos ella y Harry, éste suspiró profundamente.
-¿Por qué trataste de defenderle? Mi hermano lo pasó muy mal, por su culpa- se indignaba.
-Sí, tienes razón...- intentaba explicarse.
-No, no lo entiendes- continuaba, algo triste- Ron la ama y Malfoy se está metiendo en medio de ellos, solo por un capricho-.
Harry no podía decirle nada más, entendía la postura de Ginny y se conmovió por lo que había pasado su mejor amigo.
Sin embargo, había alguien que lo pasaba mucho peor que Ron, alguien con un dolor bastante profundo y que oculta como puede.
Sus celos le concomían y su corazón lo empujaba a decir la verdad a gritos; pero no era tan fácil de expresar, le podía más la preocupación por perderla a decir la verdad.
Aún podía recordar las duras palabras que le había brindado el antiguo profesor de pociones.
-Es una locura vivir luchando contra algo que te puede más, Draco- continuaba, en aquella noche que estaba a punto de tomar su decisión- No es tu relación con la señorita Granger lo que me preocupa, es la cicatriz que posee Potter. Esa debe ser tu prioridad-.
-¡¿De qué me sirve?! ¡Potter tiene amigos! ¿Por qué yo?- seguía negándose.
-Salvarlo de Voldemort, esa es tu obligación- dijo Dumbledore.
-¡¡Miradme!!- se levantaba la manga de su camisa, para mostrar la marca de Voldemort- No soy digno... No puedo ayudarle...- lloraba de impotencia y luchaba por no hacerlo, pero su dolor le podía más.
Tanto el director como Snape, miraron el antebrazo del joven mago y sus rostros tornaron a sentir comprensión por él.
-Draco, tú puedes protegerlo. No importa el pasado, olvídalo todo y rectifica tus errores- animó Aberfoth.
El joven Slytherin tapó ese horrible dibujo y tomó asiento.
-Solo debes protegerlo y que siga unido a los demás. No dejes que se quede solo, Draco. Cuento contigo- concluyó el director.
El chico asintió y salió del salón, para dirigirse hacia el porche y tomar un poco de aire.
Snape le siguió, aún quería dejar algo claro.
-Entiendo lo que sientes, Draco- continuaba, mientras miraba al joven Slytherin que no se volteaba a mirarle- Pero si te aferras a Granger, solo conseguirás que el grupo se divida y te olvidarás de Potter...-.
-¿Desde cuándo te importa tanto? Siempre lo has odiado- dijo entre dientes y sin darse la vuelta.
-Siempre le he protegido, durante 7 años. Aún lo sigo protegiendo- confesó, pero manteniendo firmeza.
-Entonces te cae bien, ¿no?- seguía sin mirarle.
-No es de mí de quien hablamos, Draco- atacó éste.
-¿Por qué tengo que ser yo el que se quede sin nada? Solo obtengo el título de niñera de Potter, ¡qué orgullo!- volteó y con ira en sus ojos.
-Mucho mejor que fingir algo que no es. El sentimiento de amor o de cariño no es más que una mera ilusión que te obliga a negar la realidad- continuaba, mientras se acercaba hacia el chico- Esos sentimientos solo te matarán y te quitarán lo que realmente importa, no existe tal felicidad en el amor-.
-¿Por qué has protegido a Potter? ¿Por una orden? No me lo creo- dijo, mirando hacia los ojos marrones de éste.
-Evidentemente, proteger el hijo del hombre que fue más necio que un troll, no era precisamente mi mayor ilusión- seguía en su misma postura.
-¿Y qué fue lo que te movió a hacerlo?- insistía.
-Para remendar el error que cometí- confesó a medias, pues lo hacía por el amor que sentía aún por Lily Potter. Los ojos verdes de Harry le recordaban a los de ella y tras los años había sentido cierto cariño por él. Casi como si fuera su propio hijo.
Esa conversación le pesaba en su corazón, pero aún le dolía mucho más el despreciar así a Hermione. Todo por cumplir con su obligación, no solo de proteger a Harry, también quería mantener con vida a la chica que había logrado hacerle cambiar a mejor. Por ella, que consiguió que éste se diera una oportunidad.
Solo por eso, no podía negar lo que sentía; pero sí esconderlo, para sí mismo.
DRACO MALFOY

DRACO MALFOY Y HERMIONE GRANGER

HARRY POTTER

HARRY POTTER, RON WEASLEY Y HERMIONE GRANGER

LUNA LOVEGOOD Y GINNY WEASLEY











jueves, 21 de marzo de 2013

33. Tren Ala 91.

Enseguida, comenzó a nevar con más fuerza y el frío no cesaba de golpear las dañadas ventanas de la antigua mansión.
Harry bajaba las escaleras, bien abrigado y seguido de Ron, también refugiado en su abrigo.
-Esto, Ron...- le susurró el joven Potter.
-¿Qué pasa? ¿Te encuentras mal?- se preocupó.
-No, tranquilo. Necesito que tengas mi barita- dijo, mientras la tomaba y se la ofrecía a su pelirrojo amigo.
-Harry, pero...- se asombraba.
-Ron, por favor- continuaba, cada vez más bajo- Al menos, no quiero facilitárselo a Voldemort-.
Éste comprendió y accedió a la petición de su amigo.
-¿Todo bien, Harry?- dijo el director.
El chico dirigió su mirada hacia él y sonrió, levemente.
-Créeme, estarás bien- continuaba, a la vez que se acercaba al muchacho- Y no te quedes solo, pase lo que pase-.
Harry tragó saliva y no se atrevió a confesar el que tomaría cierta distancia con sus amigos. No quería volver a ponerlos en peligro, por un descuido así.
-¿Harry?- dudó Dumbledore.
-Sí, descuide- mintió lo mejor que pudo.
-Bien...- Aberfoth sabía que le había engañado, pero confiaba en que todo saldría como había planeado con los demás.
Mientras tanto, en la habitación de la joven Hermione, Ginny abrochaba su alargado abrigo verde oscuro y meditaba en su situación con su amado Harry.
-Yo ya estoy, ¿nos vamos?- dijo Hermione, al tomar su pequeño bolso de mano mágico.
-Hermione... Yo...- intentaba sincerarse, pero sentía un gran peso en su interior.
-¿Estás bien?- se acercó a su pelirroja amiga.
Ginny comenzó a llorar y volteó hacia su compañera.
-No... Es evidente que no estoy bien...- continuaba- Tengo miedo de estar con Harry y se supone que no debería de ser así; pero es que ya no me fío de él...-.
-Ginny, es normal...- intentaba animar.
-No lo entiendes- suspiró y tomó asiento en el borde de la cama.
Hermione no supo qué decirle y bajó la mirada.
-Ahora necesita mi apoyo y no puedo dárselo... No puedo...- aún seguía llorando.
-Sí, sí que puedes- se sentó al lado de ésta- Le quieres y tu miedo no es por Harry, es perderle-.
Ginny miró a Hermione, con mucha atención.
-Si le dejas solo, es posible que luche débilmente- animaba- Pero si te quedas, a pesar de tus miedos, él luchará con más fuerza y podría vencer al ataque de Voldemort. Ahora no puedes rendirte, Ginny- sonrió.
La joven Weasley parecía haberlo visto desde otro punto de vista y sonrió, agradecida.
Las dos amigas, se abrazaron fuertemente y no tardaron en bajar al gran salón.
-Ya estamos todos, Severus- dijo el director, al ver llegar a las dos muchachas.
Snape se encaminó hacia la polvorienta y destruida chimenea, mientras tomaba los polvos flu.
-Bien, confío en que sabréis viajar con esto- murmuró éste, al sacar el pequeño saco.
Todos asintieron y él extendió su brazo derecho a Ron.
-Usted primero, señor Weasley- llamó.
El pelirrojo entró en la chimenea, como pudo y tomó un pequeño puñado de los polvos flu.
-¿Qué digo?- miró a Snape.
-Castle Village- respondió éste.
Ron miró hacia el frente y extendió bien su brazo derecho, aún sosteniendo los polvos flu.
-¡Castle Village!- dijo claramente y una nube verde lo cubrió, haciéndole desaparecer.
-Señorita Weasley- ordenó Snape.
Ginny imitó a su hermano y desapareció igualmente.
-Señorita Granger-.
Hermione miró hacia Draco y él volvió a mirarla serio, como cuando se detestaban mutuamente.
-No tenemos todo el tiempo- apresuró Severus.
Ella tomó los polvos flu y desapareció de la mansión.
-Harry Potter- miró hacia el muchacho.
Éste se acercó y tomó posición; alzó su brazo, para tomar un pequeño puñado de los polvos flu y estuvo a punto de nombrar Castle Village.
-Cuídese- le susurró el antiguo profesor de pociones, sin voltear para mirarle.
-Igualmente- murmuró Harry y desapareció de la chimenea.
Malfoy no tardó en ocupar el interior de la chimenea y esperó a que su profesor le acercara el pequeño saco.
-Draco, cuida bien del grupo y no olvides lo que te he dicho- le recordó el director, con una mirada de confianza en él.
-Ya lo sé- miró hacia Dumbledore.
-Ya sabes qué hacer- también le recordó Snape, pero lo dijo en voz baja, para que no le oyera el director.
El chico lo miró serio, no asintió ni dijo más nada; solo tomó los polvos flu.
-Castle Village- dijo alto y decidido.
En ese momento, Draco toma posición en una chimenea bien cuidada y aseada.
Estaba en una gran estación mágica; al salir, observó que las paredes estaban hechas de ladrillos, dando una forma ovalada a la alargada pared. En ella, habían seis inmensas ventanas relucientes que daban hacia un amplio pasillo que llevaba a los impresionantes trenes.
Todos esperaron al joven Slytherin en la salida de la chimenea.
-¿Qué tren es el que tenemos que coger?- miró Ron a todos los trenes que estaban a punto de salir.
-El Ala 91...- dijo Harry, mientras miraba la nota que le había dado el director con las indicaciones que debía seguir para llegar a su destino.
Los cinco jóvenes salieron de la pequeña sala que poseía la chimenea y se encaminaron hacia el tren correspondiente.
Hermione iba delante con Ginny y volteó, disimuladamente, para mirar a Draco.
-Hermione, ¿estás bien?- le murmuró la pelirroja, al percatarse de su amiga.
-Malfoy está raro... Cuando le miré, en la mansión Riddle...- le susurraba ésta.
-Estará preocupado por lo de Voldemort, se ha enfrentado a él y tendrá miedo- pensó Ginny.
La castaña meditó en eso y lo vio como algo posible, pero algo la hacía dudar de ello. La mirada de Draco era fría, cruel y distante... Como si volviera a ser aquel chico Slytherin que tanto odió.
Finalmente, habían llegado hasta el tren Ala 91. 
-Hola, jóvenes magos- dijo un hombre uniformado y con vigote negro.
-Hola... Esto, necesitamos ir a Rumanía y...- le explicaba Harry.
-¡Oh, señor Potter! ¡Es usted!- se impresionó éste.
El chico sonrió, tímidamente y miró de un lado a otro, esperando no ser diana para otros ojos.
-Disculpe, pero tenemos prisa y...- explicaba Hermione con una sonrisa educada.
-Oh, claro que sí- interrumpió- Disculpe, es que me había sorprendido. El director Dumbledore me ha hablado de usted y estábamos esperándole, señor-.
-¿El director?- murmuró Harry.
-Sí, él fue quien pagó vuestros pasajes de tren- detalló.
Los chicos se miraron, algo contentos, porque no contaban con tener dinero para pagar el tren y agradecían que Dumbledore les haya hecho el favor.
-Seguidme, os llevaré hasta vuestro vagón- concluyó, mientras volteaba para dirigirse hacia la entrada del tren.
Los chicos le siguieron, sin más adulación. Tras caminar unos pocos minutos y pasar como 5 vagones, llegaron al vagón número 8. Era lujoso y bastante espacioso.
-Espero que se sientan cómodos- continuaba, mientras sostenía la puerta y les daba paso- Cualquier cosa que necesiten, solo deben pulsar el botón rojo que está bajo la ventanilla-.
Cada uno fue tomando asiento y acercándose hacia la ventanilla, para dejar espacio al que viniera detrás.
-Gracias... Em...- dijo Harry, mientras intentaba recordar el nombre del uniformado.
-Mi nombre es Will y estoy a vuestro servicio- concluyó, sin dejar esa simpática sonrisa y cerró la puerta.
Desde la entrada, a mano derecha, estaban sentados Ron y Hermione; al frente de ellos, estaban Harry, Ginny y Draco.
Ron se sorprendió de que, el joven Slytherin, no había tomado su asiento al lado de su amiga Hermione; pero no dijo nada y disimuló, como pudo.
La joven Granger también estaba un poco impresionada, ante la actitud arrogante de Draco; aunque no se atrevía a decir nada, solo bajó su mirada e intentar no reflejar tristeza.
Todos estaban un poco incómodos, pues se notaba la tensión que había entre Malfoy y Hermione.
En ese momento, un fuerte pitido dio la señal de que debían comenzar a moverse. Entonces, el Ala 91 empezó a moverse con destino a Rumanía. Iba a ser un viaje un poco largo, puesto que viajarían bajo el mar y tardarían varias horas en llegar hasta su destino.
Ginny, Hermione y Ron habían sido vencidos por el sueño en la nevada noche. Harry, que estaba sentado al lado de la ventanilla, miraba con melancolía el hermoso paisaje nocturno y empezó a pensar en Hogwarts.
-Tengo hambre, ¿quieres algo?- murmuró Draco, para no despertar a los demás.
Harry dirigió sus ojos verdes a su compañero Slytherin y negó con la cabeza, mientras sonreía levemente.
Entonces, Draco se levantó de su asiento; pero el joven Gryffindor lo detuvo un momento, llamándolo por su nombre.
Éste giró, para atenderle.
-¿Estás bien? Desde esta madrugada, bueno, te noto algo extraño...- le confesó.
-Estoy como siempre- no quiso hablar y volvió a retomar su camino hacia la puerta.
-Malfoy, te quiere y no deberías hacerle daño- continuó, aún en voz baja- Además, quería darte las gracias por todo lo que has hecho para ayudarnos-.
Draco sujetaba el pomo que ayudaba a arrastrar la puerta de su vagón y no volteó a mirar a Harry, solo se quedó pensando en lo que le acababa de decir.
-Gracias- murmuró y salió.
Hermione despertó, al oír la puerta y miró hacia el lugar donde se sentaba Draco.
-¿Y Malfoy?- le susurró a su amigo.
-Fue a comer algo. Si tienes hambre, tendrás que ir a dar con él- le contestó Harry, con una sonrisa sincera.
Ella bajó la mirada y sonrió, tristemente.
-Hermione, ¿estás bien?- se preocupó.
-Sí, tengo algo de hambre. Ahora vuelvo- finalizó y salió del vagón.
El joven Potter miró a Ginny, que se había apoyado en su hombro para dormir y acarició la pelirroja melena. 
Éste, cariñosamente, le dio un pequeño beso en la frente y volvió a retomar su mirada en el paisaje.
Mientras tanto, la castaña se encaminaba hacia el vagón restaurante; hasta que, sin querer, choca con un joven mago de su edad.
-Lo siento... No vi por dónde iba y...- se disculpaba ésta, un poco avergonzada.
-Exacto, no mirabas por dónde ibas- dijo, algo antipático el joven de pelo castaño y ojos azules.
Era un poco más alto que ella, bien vestido y guapo; pero no parecía ser muy simpático.
-Perdona, no era mi intención...- se angustió un poco.
-Sería el colmo, si fuera tu intención- seguía en sus treces.
-Oye, ya te ha pedido perdón. Cálmate y lárgate ya- fue a defenderla Draco, que volvía del restaurante y con una bolsa blanca, la cual, desprendía un delicioso aroma.
-¿Perdona?- dijo el chico, casi irritado y mirando hacia Draco.
-Lo que oyes- siguió tentando el joven Slytherin.
-¡Te vas a enterar!- tomó su barita, para hechizar a Malfoy.
-Inmovilus- dijo Draco, mientras apuntaba hacia el muchacho.
Éste quedó inmóvil y no pudo defenderse.
-Idiota- burló Draco y tomó el brazo de su compañera, para ir hacia su vagón.
Caminaban algo apresurados, pero Hermione no sentía que el tiempo pasara si estaba al lado de su compañero Slytherin.
-Malfoy, me haces daño- le murmuró.
Éste detuvo su marcha, la soltó y giró hacia ella.
-Perdona- le dijo, aún con la misma actitud.
Iba a seguir, solo, hacia el vagón; pero Hermione le tomó del brazo.
-¿Qué te ocurre? ¿Te he hecho algo? Lo siento, si te he ofendido con algo... No era mi intención- intentaba excusarse.
-¿Quieres dejarme en paz, Granger?- continuaba, mientras miraba hacia ella y enfadado- No somos novios y tampoco somos amigos, no está claro el qué, pero quiero que me dejes en paz-.
-Perdona, pensé que si me besas y me abrazas es por algo- comenzó a enfadarse, pero por dolor a lo que le estaba diciendo.
-Escucha, Granger, solo somos compañeros. Tuvimos un desliz y ya está, pasa página y olvídame- seguía frío y cruel.
-Entonces, jugaste conmigo, ¿cierto?- intentó aguantar las lágrimas y lo miraba con ira.
Él burló un momento y la miró, con esa sonrisa cruel que le dedicaba siempre durante 6 años seguidos.
-Lo siento, tengo hambre- finalizó la discusión con esa mueca burlona y continuó su camino.
Ella se quedó en aquel estrecho pasillo y sola. Estaba enfadada, triste, desconcertada y bastante irritada.
Caminó hacia el baño de chicas y se encerró. Necesitaba llorar y desahogarse; ¿por qué había pasado esto? ¿No habían dado un paso más de confianza? ¿Acaso era una burla hacia ella y nada más? Sea lo que sea, le había hecho mucho daño y no estaba dispuesta a volver a quedar como una víctima ante sus bromas pesadas y de mal gusto.

DRAMIONE

DRACO MALFOY Y HERMIONE GRANGER

DRACO MALFOY

HERMIONE GRANGER, HARRY POTTER Y RON WEASLEY

HARRY POTTER

DRACO MALFOY, PANSY PARKINSON, LUNA LOVEGOOD, GINNY WEASLEY, NEVILLE LONGBOTTOM, RON WEASLEY, HARRY POTTER Y HERMIONE GRANGER

TREN ALA 91










miércoles, 20 de marzo de 2013

32. De camino a Rumanía.

En el gran comedor de la mansión Riddle, se encontraba Severus Snape, escribiendo en un pequeño papel.
Era un mensaje corto y muy importante; estaba dirigido para el director Aberfoth Dumbledore. Éste, salió al jardín y alzó su brazo a una lechuza de plumaje gris. Snape le entregó su pequeño mensaje al animal y con un gesto, ésta comenzó a volar.
Aún hacía frío y las nubes no parecían que fueran a disiparse en todo el día.
Comenzó a subir las escaleras que llevaban a la habitación de Harry y se quedó en la entrada, mirando hacia el chico que descansaba en su cama.
Ginny estaba sentada en una vieja silla y al frente de éste, tomando su mano y un poco más calmada.
-El director no tardará en venir- murmuró Severus, serio y mirando hacia Ron que estaba de pie y detrás de su hermana pequeña.
El chico asintió, manteniendo sus brazos cruzados y retomando su mirada en su mejor amigo.
-¿Qué es lo que le ha pasado, profesor?- susurró Ginny, casi entrecortada.
-Ginny...- intentaba decir su hermano.
-¡No! Quiero saberlo...- interrumpió y dirigió su atención al antiguo profesor.
-El señor Potter necesita descansar- continuaba, mientras caminaba hacia la joven pelirroja y entregándole una poción fortalizante- Dele dos gotas cada cuatro horas-.
Ella quiso insistir, pero conocía muy bien a su profesor y sabía que no le iba a decir nada por el momento.
Mientras tanto, Hermione había permanecido sentada en el porche y meditando en lo que le había acabado de suceder. Draco había salvado su vida y se había arriesgado ante Lord Voldemort; la prueba definitiva había  llegado y parecía ilusionada. Sin embargo, era un golpe muy duro el ver a su mejor amigo así... Dirigido y manipulado por ese horrible ser.
-¿Granger?- murmuró el joven Slytherin, desde la entrada.
Ella volteó y miró hacia éste.
-¿Estás bien?- se preocupó.
-Sí... Solo estoy un poco... Bueno...- comenzó a llorar por Harry.
Draco se acercó hacia ella y tomó asiento.
-Lo siento, no sabía que fuera a pasar algo así, tan...- intentaba consolar, pero no hallaba palabras.
El chico sabía muy bien que Harry tenía poco tiempo y muy poca fuerza de voluntad; deseaba encontrar lo que tanto anhelaban sus padres y destruirlo... Pero ni tan si quiera sabía qué era.
-¿Sabes? Ahora te creo, sé que has cambiado- continuaba la castaña con una hermosa sonrisa- Me has salvado la vida y te has enfrentado a Voldemort. Confío, plenamente, en ti-.
Draco sonrió y bajó su mirada, para tomar la mano de su compañera.
-Lo haría todas las veces que fueran necesarias, para protegerte- la miró a los ojos. Desde ese momento, Hermione se había convertido en lo más importante para él y no deseaba que desapareciera de su vida.
Ella se ruborizó un poco y descendió su mirada.
-Qué enternecedor- continuaba Snape, desde la entrada del porche- Lástima que no sea tan propio de ti, Draco-.
El chico miró hacia éste, ¿por qué había dicho tal cosa? Es cierto, que fue bastante irritante para sus compañeros Gryffindor y que había estado bajo el mando de Lord Voldemort; pero había cambiado y estaba dispuesto a hacer lo que fuera para seguir mejorando.
-Perdone, pero Malfoy ha cambiado- defendía Hermione- Ya no es el mismo de hace 7 años-.
-Por supuesto- dijo con un tono algo irónico y serio.
-¿Qué es lo que quiere?- dijo el chico.
-Tengo que hablar con usted y...- miró hacia la joven- A solas-.
Draco miró hacia la muchacha y ella asintió.
No tardó en levantarse y entrar en la horrible mansión. 
-¿Qué es lo que quiere?- volvió a insistir, aún sentado en su asiento y serio.
-Vaya, no esperaba verte como un héroe, Draco- continuaba con ese tono irónico- Y mucho menos, aparentar que has cambiado de padecer-.
-Se equivoca conmigo, yo...- intentaba defenderse, algo irritado aunque manteniendo la calma.
-¿Estás seguro? ¿De verdad que me equivoco?-desafiaba con la mirada.
El chico entendió a lo que se refería y tragó saliva.
-¿Cómo están?- murmuró.
-Enloquecidos- continuaba- ¿Has llegado a confesar lo que pretendías, en realidad?- seguía presionándolo.
Él bajó la mirada, lleno de impotencia.
-Quisiera, pero no puedo...- dijo entre dientes.
-Claro. Draco, ¿acaso no sabes que los has sentenciado a muerte?- continuaba- Tu padre tiene el diario que libraría a Potter y ha vuelto, pero no para acabar con Voldemort-.
El chico comprendía la gravedad de la situación,pero él amaba a Hermione y comenzó a creer en la verdadera amistad que poseían sus compañeros Gryffindor; sin embargo, todo ha dado un vuelco muy grande y se sintió culpable.
¿Acaso, el destino le había engañado? ¿Tal vez se ilusionó en algo que no era para él? Todo era una simple ilusión y el que quisiera cambiar, tampoco valía. 
-¿Qué hago?- murmuró el chico, rindiéndose.
-Vendrás conmigo, hay mucho trabajo por hacer- continuaba- Tú y yo no podemos cambiar, Draco. Somos lo que somos y si estás dispuesto a mejorar, hazlo en las sombras como estoy haciendo yo-.
-¿Me está diciendo que debo dejarles ir y quedarme a ayudarle?- le costaba asimilar el apartarse de Hermione.
Snape asintió y esperó la respuesta del muchacho.
Malfoy meditó, pero le dolía acceder a esa idea e intentaba buscar otra solución.
-No hay otra opción, Draco- insistió.
-Quiero pensarlo mejor, deme hasta esta noche- rogó, algo irritado.
-Tú mismo, pero solo hasta esta noche- concluyó y entró en la mansión.
¿Por qué tenía que ser tan difícil cambiar? Es cierto que no merecía tanto amor y fraternidad; pero también deseaba cambiar... ¿Es que es imposible? ¿No se lo merece? No quiere alejarse de Granger y dejarla a su suerte; sin embargo, el que sus padres estén luchando por revivir a Voldemort podía sentenciarla a muerte.
Hacer lo correcto y que nadie sepa que lo ha hecho él o permanecer lejos de la joven Gryffindor... Debía pensarlo bien.
Mientras tanto, en el oscuro callejón Nocturn se hallaba la vieja taberna El Dragón Rojo. Allí iban magos y brujas que habían estado en Azkaban o aún están en busca y captura.
Todos tenían un aspecto anciano y horrible, daban miedo con solo verlos. Nunca han tramado nada bueno, pero tampoco intentaban nada para no ser descubiertos.
Al fondo de la taberna, se encontraba una mesa polvorienta donde estaba sentado Redforth; estaba esperando a los Malfoy y aprovechó para fumar hasta que llegaran.
-¿Te ha seguido alguien?- susurró un hombre que se encontraba sentado de espaldas a éste.
-¿Y a vosotros?- sonrió al reconocer la voz de Lucius.
-¿Has avisado a los demás?- continuaba con la conversación, mientras tomaba asiento en la misma mesa que su compañero.
-Sí, vendrán más tarde... Ya sabes, los dementores- casi burlaba, Redforth.
-Déjate de bromas, Richard- amenazó con la mirada.
Éste asintió y apagó su cigarro.
-Tenemos un intruso y nos ha delatado- continuaba y bajando más su voz- Está cuidando del chico y me ha robado la barita de Saúco-.
-El señor Voldemort debe estar muy orgulloso de ti, Malfoy- sonreía.
-¡Calla! Por suerte, aún tenemos el diario- intentó calmarse.
-Está bien, está bien... ¿Quién es ese traidor?- se puso un poco más serio.
-El mismo que te ha instruido en todo este tiempo- sonrió Lucius, pues sabía lo doloroso que le sería para éste.
Redforth cambió su rostro y se enfureció.
-Eso no ha tenido gracia, Malfoy- continuaba manteniendo, como podía, la calma- Así que, déjate de bromas-.
Lucius negó con la cabeza y manteniendo esa misma mueca.
-Lo siento, pero es cierto- concluyó.
Richard miró a otro lado, enfadado e intentando no montar un número en aquel lugar.
Severus Snape le había instruido desde niño y le costaba entender que fuera un traidor.
La noche estaba apunto de llegar y Harry había despertado. Estaba mejor y sentía menos peso de su interior.
-¿Cómo te encuentras?- le preguntó Hermione, en voz baja y no despertar a Ginny.
-Estoy mejor... Siento mucho lo que pasó antes, no pude y...- intentaba excusarse.
-Harry, sabemos que no eras tú- continuaba con una sonrisa- Además, el director está en el comedor con el profesor Snape-.
-¿El director?- se extrañaba.
-Sí, lo mejor será que salgamos de este lugar- murmuró Ron, aliviado de ver mejor a su amigo.
-Pero, aún no hemos encontrado... Bueno, lo que quiera que sea que dijo Malfoy-.
-Harry, aquí no está- detalló Hermione.
El joven Potter se quedó meditando en ello.
-Por cierto, Harry, ¿has visto lo que ha hecho Malfoy?- dijo Ron.
-No del todo...- miró a su amigo.
-Ron...- se ruborizó la castaña.
-Creo que decías la verdad, Hermione. Malfoy ha cambiado, no parece mal tío- confesó.
Harry se asombró por lo que había oído y miró a su amiga.
-Bueno, lo importante es que estás mejor y que Ginny ha podido dormir más tranquila- dijo Hermione.
El chico miró a la pelirroja compañera, que dormía en el pequeño sillón de la habitación y abrigada con una sábana.
-Sí, no se separaba de tu lado- añadió Ron.
Harry sonrió y comenzó a sentirse afortunado de estar con una chica tan maravillosa como Ginny. La quiere con todo su corazón y decide seguir luchando por ella.
-Draco, entiendo que no es tu intención, pero estás poniendo en riesgo a los demás- susurraba Dumbledore, intentando no alertar a los demás.
-No se preocupe, ya he tomado una decisión- dijo el chico, bastante seguro.

LUCIUS MALFOY

HERMIONE GRANGER Y DRACO MALFOY 
HARRY POTTER Y HERMIONE GRANGER

RON WEASLEY Y HERMIONE GRANGER

LUNA LOVEGOOD Y GINNY WEASLEY

RICHARD REDFORTH, LUCIUS MALFOY Y STEPHEN PARKINSON








domingo, 17 de marzo de 2013

31. Un pequeño brote de esperanza.

Los copos descendían poco a poco en la mágica casa Weasley, era de noche y el frío comenzaba a hacer mella en la piel del joven George.
Estaba ayudando a su padre en enviar pequeños destellos azulados en el oscuro cielo, estaban esperando la visita de varios magos y debían darse prisa.
-¡George, Arthur! ¡Vamos, entrad!- gritaba Molly Weasley desde la entrada.
No tardaron en obedecer y entraron en el acogedor hogar; en ese momento, ven ante ellos al director Aberfoth Dumbledore.
-Director Dumbledore, ¿sabe algo de los chicos?- murmuró el señor Weasley, con cierta esperanza de oír algo positivo.
-Es curioso, querido amigo, pero sí... Los chicos están a salvo, al menos, de momento- confesó.
-¿De momento? ¿Acaso, puede pasar lo contrario?- se preocupó George.
El anciano director dirigió su mirada al joven pelirrojo y asintió con un rostro preocupado.
Molly le ofreció asiento, para que pudiera hablar más relajadamente. Éste, agradecido, lo tomó y suspiró.
-Voldemort ha comenzado a resurgir en Harry... Poco a poco, lo está convirtiendo en él...- continuaba y en voz muy baja- Le está haciendo revivir sentimientos que no son propios en Harry y está causando división en los demás... Sin darse cuenta-.
-Perdone, pero Malfoy está con ellos... ¿Es que no ha tramado algo?- indagaba George.
El director movió su cabeza de un lado a otro, parecía que tampoco estaba seguro al cien por ciento.
-¿Qué podemos hacer? Ron y Ginny están en peligro, también...- se angustiaba Molly.
-No, no se preocupe. No están solos, he enviado a alguien que posee toda mi confianza- sonrió levemente y continuó- Protegerá a Harry y a sus compañeros... Tened esperanza-.
En ese momento, llaman a la puerta y Arthur acude sin contratiempos.
-Bienvenidos, pasad- susurró en la entrada y dejando paso a sus invitados.
Entre ellos estaba el profesor Horace, Hagrid y el señor Lovegood.
-Bien, ya estamos todos...- murmuró el señor Weasley.
Entonces, en la vieja chimenea, aparece una sombra entre el humo verde de los polvos flu. Era el mismo hombre encapuchado.
-¡¿Quién es?!- se sorprendió Arthur y tomando su barita.
-Tranquilo, Arthur. Él es a quien envié para que cuidara de los chicos- calmó el director, mientras se acercaba hacia aquel misterioso hombre.
Éste despejó su rostro y todos se asombraron ante el hombre que creían muerto.
-¡¿Profesor Snape?!- dijo George, bastante sorprendido.
-Buenas noches- murmuró, como si no le diera importancia la reacción de los demás al verle.
El antiguo profesor de pociones sacó de su túnica negra un pequeño saco de piel oscura y se lo entregó al director.
-¿Qué es?- le susurró el director, bastante extrañado.
-Esto es lo último que debe obtener Quién usted ya sabe- dijo en voz muy baja y con una mirada muy seria, casi como un ruego a su petición.
Éste abrió y comprobó de lo que se trataba.
-Pero, ¿cómo lo has...?- se sorprendió.
-Los Malfoy se mueven muy rápido, conseguí distraerlos- continuaba, aún en voz baja- Pero no queda mucho tiempo-.
El director asintió y le dejó volver a la polvorienta chimenea.
-Cuida de él, Severus...- le pidió.
-Siempre- murmuró y desapareció ante los demás.
Todos estaban atónitos, jamás hubieran esperado volver a ver a Severus Snape con vida y mucho menos trabajar para que Voldemort no volviera a la vida.
-¡Maldita sea! ¡Nos ha vuelto a engañar!- gritaba Lucius, en la antigua casa Black.
Narcissa estaba preocupada por su hijo, llevaba un tiempo que no sabía nada de él.
-¡Ese indeseable me las pagará! ¡JURO QUE ME LAS PAGARÁ!- alzó, aún más, su voz y lanzó su hechizo Expulso hacia la cocina.
-Lucius, debemos ir hacia la mansión... A lo mejor están allí- intentó sosegar su mujer.
Éste la miró, respiraba agitadamente y meditó; sonrió y miró a su esposa, más calmado.
-No hará falta- continuó, mientras tomaba el viejo diario de Tom Riddle cuando solo era un niño- él vendrá hacia mí-.
Malfoy comenzó a reír, había enloquecido y Narcissa no sabía qué debía hacer. Lo único que quería, era encontrar a su hijo e irse lo más lejos que podía...
Lucius depositó el libro, abierto, en medio de la cocina y apuntó su barita hacia él.
-¡IMPERIUS!- ordenó con esa malévola sonrisa al viejo diario.
De repente, el libro comenzó a vibrar y las hojas comenzaron a pasarse rápidamente; hasta que llegó al final de éste.
-Tráeme a Harry Potter- murmuró, manteniendo la misma postura.
En ese momento, en la mansión Riddle, Harry comienza a girar su cabeza de un lado a otro en su incómoda almohada.
Parecía como si tuviera una pesadilla, tenía sus ojos cerrados y negaba entre dientes.
-Harry... Harry...- susurraba, en su mente, la terrible voz de Lord Voldemort.
El chico gritó de dolor, como si estuvieran clavándole un cuchillo.
Entonces, apareció la imagen de Tom que ofrecía su mano al joven Potter.
-¡No, déjame en paz! ¡No!- gritaba el chico.
-¡Harry, Harry ¿qué te ocurre?!- se preocupaba Ginny.
Ron corrió, para alertar a Hermione y a Malfoy que ya dormían. Todos acudieron y con sus baritas en mano.
Harry no despertaba, solo agitaba su cabeza de un lado a otro y luchaba por no moverse de su cama, mientras Ginny le agitaba tomándolo de los hombros.
-¡¿Qué es lo que le pasa?!- lloraba la joven Weasley, al mirar hacia su hermano y compañeros.
Draco negó con la cabeza, estaba igual de impresionado y asustado... ¿Acaso iba a resurgir, en ese momento, Voldemort?
-¡No te hagas el que no tiene ni idea, maldita serpiente!- amenazó Ron y acorralándolo hacia la pared.
El joven Slytherin lo miró serio, casi con rabia contenida y selló sus labios.
-¡Nos esconde cosas, lo sé! ¡Confiésalo ya!- exigió el pelirrojo.
-¡Ron, basta!- rogó Hermione.
Pero el pelirrojo ni se inmutó, solo se quedó mirando hacia su rival e intentó hallar alguna solución.
Entonces, Harry golpea a Ginny y la aparta de su lado. Sus ojos eran azul claro, casi blancos y transmitía frialdad.
Los tres jóvenes apuntaron sus baritas hacia Harry, pero no se atrevían a dañarlo.
-¿Harry?- murmuró Ginny, con lágrimas en los ojos.
Éste la miró y comenzó a desramar una lágrima; era como si intentara luchar contra Voldemort.
Pero dirigió su mirada hacia los tres jóvenes y comenzó a andar.
-¡Oppugno!- exclamó Hermione, provocando que la mesilla de noche golpeara a su amigo y conseguir detener su avance.
Sin embargo, Harry extendió su mano hacia el objeto y lo envió hacia ella.
-¡PROTEGO!- dijo Malfoy, posicionándose al frente de la joven y evitar que fuera golpeada.
Afortunadamente, el mueble no llegó a golpear a nadie.
-Vaya, vaya... Draco...- sonó la voz de Voldemort.
Éste tragó saliva, pero no se movió del lugar que había tomado para proteger a Hermione.
-Acabas de salvar a una sangre sucia, en lugar de ayudar a tu señor...- continuaba, con una horrible sonrisa- La marca que llevas definirá a quién sirves en verdad, Draco... ¡AVADA KEDA...!- apuntó con su mano hacia el joven Slytherin.
-¡SECTUMSEMPRA!- exclamó Snape que se encontraba justo detrás de Harry.
Inmediatamente, el chico cayó al suelo y comenzó a sangrar por todo su cuerpo.
Harry volvió en sí y Voldemort dejó de luchar, de momento.
Severus se postra ante el joven Potter y lo pone boca arriba.
-Ayúdeme... Por favor...- dijo entre dientes, casi en un susurro y llorando.
Snape lo miró serio, pero algo enternecido al mirar los ojos verdes de éste; aún amaba a Lily Evans.
-Sanasanae... Sanasanae- murmuraba Severus, mientras agitaba suavemente su barita en el malherido cuerpo de Harry.
Hermione tomó el brazo de Draco, mientras miraba a su mejor amigo tendido en el suelo y comenzó a llorar en silencio.
Ginny también lloraba, pero alejada del chico, aún tenía miedo y Ron fue a apoyarla.
Los rayos del sol comenzaron a salir, aún eran las 6 de la mañana y apenas habían pegado ojo en la casa Weasley. En toda la noche, estaban intentando idear un plan para acabar de una vez por todas con Voldemort y parecían haber llegado a algo.
George, Arthur y Horace estaban durmiendo en la mesa de la cocina; mientras, Molly preparaba algo de café para el director, Hagrid y el señor Lovegood.
-¿Se encuentra bien, director Dumbledore?- le susurró Hagrid.
-Lo cierto es que no, Hagrid...- continuaba, con una mirada bastante preocupada que conseguía disimular un poco- Harry es un chico muy fuerte, pero no le queda mucho tiempo-.
-Estoy seguro que vencerá, no está luchando solo, ¿sabe?- animó el gigante con una sonrisa bonachona.
Aberfoth miró hacia él y sonrió con ternura.
-Yo confío en él, sé que no se rendirá. No lo haga usted- concluyó con ese tono de esperanza.
-Tienes razón, pero que mucha razón... Gracias, Hagrid- mantenía esa entrañable sonrisa.
-Haremos todo lo que esté en nuestras manos, señor director- dijo el padre de Luna.
-Lo sé- dijo, mientras asentía con su cabeza.

LA MADRIGUERA, CASA WEASLEY

HARRY POTTER Y ABERFOTH DUMBLEDORE

HERMIONE GRANGER Y DRACO MALFOY







sábado, 9 de marzo de 2013

30. Un sacrificio de corazón.

La mañana comenzaba a abrirse camino en todo el país, aún era bastante temprano; sin embargo, dos líneas de humo negro iban sobrevolando el azulado cielo.
Ascendían y descendían, sin menguar la velocidad que llevaban desde Rumanía en la noche anterior.
Su rumbo estaba fijado en la antigua mansión Riddle, era tiempo de volver y aprovechar cada milésima de segundo que les quedaba. Nadie los esperaba en ningún momento y tampoco habían alertado a los dementores; pues habían dado por concluida la búsqueda.
A tan solo unos kilómetros, un encapuchado alzó su barita y conjuró un hechizo.
-Incarcerous- murmuró.
De repente, comenzaron a salir miles de sogas de la oscura barita y que atravesaban la suave brisa, consiguiendo enredar a ambos magos.
Éstos no se lo esperaban y tampoco podían maniobrar con tanta facilidad, habían sido atados fuertemente y descendieron hacia este misterioso mago.
El encapuchado hizo un gesto con su barita y consiguió amortiguar la caída de ambos mortífagos.
-¡Maldita sea!- gruñó Lucius Malfoy, mientras intentaba desenredarse de aquellas cuerdas.
-Vaya, vaya... ¿Señores Malfoy?- dijo éste muy calmadamente y casi con un tono de falo asombro.
Ambos alzaron sus ojos, para averiguar quién los había hechizado y se asombraron en gran manera al descubrirlo.
-¿Cómo es posible? ¡Tú estabas muerto!- casi parecía muy enfurecido.
-Meras apariencias, querido amigo- sonrió levemente.
-¿Qué es lo que quieres?- contenía, como podía, su ira.
Éste ancló su rodilla derecha y miró hacia el señor Malfoy.
-Lo sabe muy bien, ¿qué sería sino?- susurró.
Narcissa y Lucius entendieron a lo que se refería.
-Llévanos hasta Draco y te daremos lo que quieres- acordó ésta.
Él la miró y mantuvo el silencio, por largo rato.
Mientras tanto, en la prestigiosa escuela de magia, Neville andaba algo apresurado por el alargado pasillo y con un libro bajo su brazo.
Iba de camino hacia la biblioteca, apenas miraba hacia la derecha o izquierda.
-Hey, Neville, ¿te apuntas a una partida de ajedrez?- animó Seamus, con el tablón del juego en sus manos.
-Lo siento, estoy algo ocupado- siguió su camino.
-Vale... Cómo quieras...- murmuró, un poco extrañado.
El joven Longbottom apresuró un poco más su paso, hasta que consiguió divisar las enormes puertas de la biblioteca.
En ese momento, sale la joven Lovegood; parecía como si fuera hacia los dormitorios.
-¡Luna, Luna espera!- dijo, mientras corría más aprisa hacia ella.
-Oh, Neville, menos mal- continuaba con esa mirada algo despistada- Estaba a punto de buscarte... ¿Todo bien?-.
-Sí, el director me dijo que busquemos esto y luego a Harry- susurró, lo suficiente para que solo pudiera oírle su compañera.
-Está bien, vamos- hizo un gesto la joven para tomar el brazo de éste y caminaron, rápidamente, hacia los dormitorios de la casa Ravenclaw.
Habían hecho bien en hablar en voz baja y en ir hacia la sala común de la joven Lovegood, pues estaban siendo vigilados por unos azulados ojos y de la casa Gryffindor.
-¿Y bien? ¿Has podido averiguar algo?- le dijo Parkinson a su compañera Jessica.
-¿Tú has oído algo?- la miró muy seria.
La joven Slytherin negó con la cabeza.
-Pues es obvio que yo tampoco- se enfurecía.
-Lo que está claro, es que irán a buscar a Potter- murmuraba Pansy, intentando calmarse para no lanzar un hechizo a su insoportable compañera.
-Sí, pero ni nosotras sabemos en dónde pueden estar...- meditaba.
-¿Podría ser que, Draco, los llevara hacia la mansión de los Riddle?- dudó.
Jessica la miró y reflexionó en esa posibilidad.
-Solo hay un modo de averiguarlo...- suspiró y comenzó a andar hacia la clase de pociones. Parkinson no tardó en seguirla.
Las piezas comenzaban a moverse y pudo notarlo el joven Malfoy.
A duras penas pudo dormir, había estado pensando en sus padres y en su situación con sus compañeros Gryffindor.
¿Qué estaba bien? ¿Qué se debía de hacer? ¿Dónde estaban sus padres? ¿Qué era lo que deseaba, realmente?
Unos suaves pasos fueron descendiendo las frías escaleras.
-¿Malfoy? ¿Estás bien?- susurró Hermione, para no despertar a los demás.
Estaba vestida con unos pantalones vaqueros y un suéter de color beige.
El chico miró hacia ella y asintió con una leve sonrisa.
-Sí... Solo que no he dormido muy bien- dijo con el mismo tono que la joven.
Ella se sentó a su lado y bajó su mirada.
-¿Es por la pregunta que te hice? ¿Por lo de tus padres?- se preocupó de que haya dañado al chico con sus dudas.
-Un poco sí, pero estoy seguro de que estarán bien...- disimulaba con esa misma sonrisa.
Ella también sonrió levemente y volvió a descender su mirada.
-Oye, Granger... ¿De verdad te fías tanto de mí?- miró hacia la quebrantada ventana.
Ella lo miró algo sorprendida, aunque intentó disimular su asombro.
-¿Por qué me lo preguntas?- murmuró, con cierta normalidad.
-Tus amigos no me tragan, es evidente que tú menos- casi burló.
Hermione sonrió y asintió.
-Demuéstrame que puedo confiar en ti y lo haré- concluyó con una mirada de esperanza en los grisáceos ojos de su compañero.
Por un momento, quedaron en silencio y fueron acercando sus rostros, poco a poco.
No cesaban de mirarse hacia los ojos y tampoco podían controlar las constantes palpitaciones que retumbaban en sus pechos.
La respiración se hacía más corta, cada vez que se acercaban más y más.
-Buenos días- alzó la voz el joven pelirrojo y desde el comienzo de las escaleras.
Draco cerró sus ojos con cierta ira controlada y miró hacia Ron.
Hermione se levantó del sillón y caminó hacia la cocina.
-¿Todo bien, Malfoy?- decía Ron, mientras bajaba las escaleras y mirando hacia su rival.
El chico sonrió y se incorporó.
-Lo cierto, es que sí. Oye, Weasley, ¿puedes volver más tarde?- continuaba con esa sonrisa desafiante- Es que, pienso pedirle matrimonio a Granger-.
Esto enfureció al joven pelirrojo y se dirigió hacia el chico Slytherin.
-¡Como se te ocurra hacerle daño, te juro que...!- gruñía entre dientes.
-¿Qué? ¿Me vas a matar? Qué miedo- tentaba a su suerte con esa burlona sonrisa.
Ron le agarró, fuertemente, del cuello y levantó su puño; a punto estuvo de golpearlo cuando Hermione salió en su defensa.
-¡No lo hagas!- suplicaba.
Esto alertó al joven Potter y a Ginny.
-¡Ya está bien, Hermione! ¿No te das cuenta de que solo te está utilizando, para hacernos daño?- le soltó y dirigió su atención a la muchacha.
-¡Me ha dado motivos para confiar un poco más en él, Ronald!- insistía en su postura.
Ron comenzó a reír irónicamente y volvió a mirarla.
-¿Quieres ser ciega y estúpida? Muy bien, adelante- continuaba y borrando su sonrisa- Pero luego no vengas a buscarme, porque me importará un bledo lo que te haga-.
Hermione sintió que su corazón se rompía en mil pedazos, pero no quiso decir ni una sola palabra.
-¡RON!- exclamó Harry, pues no deseaba ver cómo se separaban sus mejores amigos.
El pelirrojo se encaminó hacia el porche y el joven Potter le siguió, para intentar solucionarlo.
Draco se entristeció, tampoco pretendió hacerle daño a su castaña compañera.
-Granger, yo...- intentó decir, pero Ginny se le adelantó.
Ella la tomó de la muñeca y miró, desafiante, a su compañero Slytherin.
-Ya me encargo yo, maldita serpiente- y continuó su camino hacia la habitación de Hermione.
Éste se enfureció consigo mismo, con todo lo que hacía y entró en la cocina.
Golpeó, con todas sus fuerzas, la endurecida pared y ni si quiera se inmutó del dolor. Dejó que la sangre comenzara a brotar de sus nudillos y unas cristalinas lágrimas se dibujaron en sus hermosos ojos.
Intentó no llorar demasiado, por si podrían descubrir esta faceta nueva y luchó por controlar sus lágrimas.
Las convivencia empeoraba y no sabían qué hacer para poder evitarlo, ¿acaso, debía ser así?
Sin embargo, una pequeña llama de esperanza, resurgió en la sala común de Ravenclaw.
-¿El diario de Tom Riddle?- murmuró Neville, al leer el envejecido libro que tanto guardó el director Dumbledore y su hermano.
-Con razón, Harry, volvió a tener esos sueños y visiones...- dijo Luna, mirando a su compañero.
-Voldemort quiere volver a la vida, por medio del diario y de Harry...- concluyó el muchacho con un rostro bastante preocupado.
-Sí, pero ahora debemos encontrarlo y destruirlo- cogió el libro.
-¿Y cómo debemos hacerlo?- miró con extrañeza.
Luna se asombró de lo que acababa de leer.
-¿Qué? Luna, ¿qué pasa?- se asustaba más.
Ella miró hacia Longbottom, bastante perpleja.
-Con la sangre de un nuevo mago...- murmuró.
Neville abrió, grandemente, sus ojos.
-Pero, ¿quién?- tragó saliva.
-No lo sé- miró al libro- Solo dice: aquel que esté dispuesto a sacrificarse de corazón...-.
-Luna, todos somos amigos de Harry... Y queremos que se salve...- interrumpió Neville.
Ella negó con la cabeza.
-Debe ser un Slytherin- concluyó con una entristecida mirada, porque sabía que no era nada fácil hallar a un Slytherin que sea capaz de arriesgar su vida por la de un Gryffindor y mucho menos por Harry Potter.

DRAMIONE

DRACO MALFOY, RON WEASLEY, HARRY POTTER, HERMIONE GRANGER Y LUNA LOVEGOOD

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