jueves, 23 de mayo de 2013

37. El secreto de la cicatriz.

Pequeños copos de nieve iban descendiendo suavemente desde las grises nubes de Rumanía. Cinco escobas sobrevolaban los cielos en dirección a un viejo callejón con edificios de ladrillos oscuros.
Poco a poco fueron descendiendo al nevado suelo y comenzaron a adentrarse en dicho callejón.
Harry estaba algo nervioso y más ahora que la cicatriz empezó a arderle levemente.
-¿Todo bien, Harry?- preguntó Ron en voz baja.
-Sí... Solo me escuece- murmuró.
-Deberías decírselo a mi padre- se preocupó.
-No, tranquilo... Estoy bien- dijo con una pequeña sonrisa.
-¿Estás seguro?-.
-Sí- dijo mientras tapaba su cicatriz con el flequillo.
-Oye, ¿has notado lo raro que está Malfoy?- bajó más su voz y mirando hacia el joven Slytherin.
-Creo que no se encuentra en su mejor momento- observó el joven Potter.
-Más bien, no están en su mejor momento- corrigió el pelirrojo y mirando a su mejor amigo.
-¿Le ha pasado algo con Hermione?- se preocupó por su amiga.
-¿Tú qué crees? No es casualidad que los dos estén con el mismo humor- analizó- Además, si ellos no están bien... Podría...-.
-Ron, ¿de verdad crees que es el momento para flirtear con Hermione?- a Harry no le parecía buena idea que sus mejores amigos tuvieran problemas entre sí.
-Vamos Harry, sabes que aún la amo- se lamentaba.
-Lo sé, pero ella quiere a Malfoy y no te va a ser nada fácil- aclaró.
-Bueno, lo voy a intentar. Quiero perder intentándolo- concluyó muy decidido.
-Ten cuidado, Ron- casi parecía una súplica.
-Lo tendré, pero no pienso volver a cederle nada a esa serpiente- finalizó, ya que se habían detenido en frente de un pequeño edificio de una planta.
Arthur Weasley miró de un lado a otro, para garantizarse de que no pasaba nadie por allí y dio dos leves golpes en la vieja puerta.
-Aperio Amicus- dijo éste con una voz firme hacia la puerta y ésta se abrió, mostrando una cortina de ladrillos sólidos que fueron abriéndose a ambos lados.
A medida que iban desapareciendo los viejos ladrillos, Harry pudo observar el interior del edificio. Por fuera, parecía un edificio abandonado, pero por dentro era una taberna del tiempo de los piratas.
-Bien, vamos allá- dijo Arthur, mientras se adentraba al interior.
Después de que entraran, la puerta se cerró y los ladrillos comenzaron a unirse de nuevo.
No tardaron en divisar a Hagrid, estaba sentado al final en una de las rectangulares mesas de madera.
-Menos mal, pensé que os había pasado algo- murmuró el amigable gigante, mientras cedía un poco de espacio a los demás.
-Bueno, no te equivocas del todo, querido amigo... Nos atacaron unas hadas- susurró Arthur.
-Cielos, ¿y estáis todos bien?- se preocupó.
-Por suerte, logramos escapar...- murmuró Ron.
-Vaya... Pero eso no es normal en las hadas- se extrañaba Hagrid.
-Están siendo controladas- confesó Draco, pero con un tono frío y bastante serio.
Todos miraron hacia él y guardaron silencio, esperando que éste comenzara a dar detalles de lo que sabía.
-Se trata de una bruja que pertenecía a la casa Slytherin, pero dejó la escuela y vino a aprender magia aquí- concluyó, pues no estaba dispuesto a arriesgar más su vida. Bastante tenía con estar en el punto de mira de Lord Voldemort.
-¿Y ya est
á? Necesitamos más detalles, por si no lo recuerdas, nos atacaron dos veces- obligaba Ron.
-Cómo se nota que no es tu vida la que está en juego, Weasley- dijo entre dientes y acercándose hacia la cara del pelirrojo.
-Ya, pero es la vida de mi mejor amigo la que me preocupa, maldito egoísta- se igualaba en la actitud de Draco.
-Ron, Malfoy, ya es suficiente- intentó poner un poco de orden el gigante.
Los dos jóvenes magos pudieron controlarse, por ahora.
-A ver, Malfoy, entiendo que estés en un aprieto, pero nosotros también estamos en riesgo de muerte- explicaba Hagrid, un poco más comprensivo.
Draco lo miró seriamente, pero poco a poco fue cambiando su semblante. Comprendía que no es a él a quien quiere Voldemort, sino a Harry y que todo podía depender de lo que sabía. Para poder derrotar a Voldemort, era preciso hacer todo cuanto fuera posible y si debía de confesar, que así fuera.
-Su nombre es Melissa Stevens. Era alumna de Bellatrix y todo cuánto sabe es gracias a ella- continuaba, mientras se acercaba un poco más a la mesa y bajando la voz- Es peligrosa, pero no se atreve a luchar sola. Además, es la favorita de...- silenció su voz, temía decir el nombre de Voldemort.
-De Voldemort- completó Harry.
Draco miró hacia éste, algo tenso y asintió.
-Vaya... No recuerdo ese nombre y mucho menos que una alumna de Slytherin se fuera de la escuela- explicó Hagrid, intentando hacer memoria; pero era imposible.
-Sea como sea, debemos de hacer algo. Si ella sabe que Harry está aquí, avisará a los demás- añadió Neville.
-Es cierto, pero debemos escondernos en el refugio. Puede que estemos seguros por un tiempo- dijo Arthur.
-Sí, será mejor. De todas formas, el director vendrá mañana con el resto de magos y buscaremos una solución- concluyó Hagrid, en voz baja y mirando hacia Harry.
Todos asintieron y quedaron en silencio. Estaban un poco nerviosos con todo lo que estaba pasando y por lo que imaginaban que podría venir...
El frío empezó a hacer mella en las coloradas mejillas de Ginny Weasley. Ésta fue abriendo sus azulados ojos y pudo incorporarse en su cama.
-Ginny, menos mal- dijo Hermione, que estaba sentada en una silla al frente de la cama de su amiga.
La castaña abrazó a la joven Weasley y ésta correspondió al gesto.
-¿Dónde está Harry?- preguntó, un poco preocupada.
-Está bien, acabaron con las hadas y ahora están en la taberna de Billy Bones- tranquilizó con una preciosa sonrisa.
Ginny sonrió levemente y respiró tranquila.
-¿Dónde estamos?- dijo, un poco más calmada.
-Estamos en Rumanía, en el refugio-continuaba- Iré a traerte algo de comer-.
Ginny asintió, agradecida, mientras volvía a recostarse.
No recordaba nada, solo podía reflejar en su mente el momento en el que cayó de la escoba. La joven bruja comenzó a tener miedo de las alturas y en menudo momento.
Mientras tanto, Hermione bajaba por las escaleras y se encontró con tres personas que no había visto en su vida. Estaban sentados en la mesa y hablando con Molly Weasley, como si la conocieran de años.
-Oh, Hermione, ¿Ginny está bien?- dijo la señora Weasley.
-Sí, acaba de despertar- murmuró con una sonrisa.
-Menos mal... Voy a subirle la sopa, necesita comer algo- decía mientras se daba la vuelta para preparar el plato.
-Tranquila, se lo puedo llevar yo- se ofreció la muchacha y acercándose a la mesa.
-Ah, Hermione, ¿no los conoces?- señaló George, también sentado en la mesa.
Ella negó con la cabeza y miró al matrimonio y a su hija de su misma edad.
-Ellos son Thomas Clark, Joanne Clark y su hija Alice Clark- presentó éste.
-Encantada, soy Hermione Granger- saludó cordialmente con un apretón de manos.
-Igualmente- dijo el señor Clark. Éste tenía un cierto parecido con Sirius Black, la diferencia estaba en sus ojos de color verdes.
Joanne era una mujer bastante joven de pelo castaño claro y ojos marrones.
Y Alice era una chica muy guapa con el pelo castaño oscuro (como su padre) recogido con una trenza, ojos marrones y piel blanca.
-Ten, cielo, dile que se lo coma todo- dijo Molly, mientras le entregaba el pequeño cuenco con la sopa recién preparada.
La joven Granger lo tomó y subió hasta la habitación de su amiga.
Al entrar, encontró a la pelirroja sentada en la cama y con los pies en el suelo. Tenía un rostro entristecido.
-Ginny, ¿estás bien?- murmuró, mientras cerraba la puerta.
-No... No estoy bien- confesó, casi llorando.
Hermione se sentó en la misma silla y dejó el cuenco en la mesilla de noche, dispuesta a escuchar.
-Tengo miedo... Miedo a las alturas. No hago otra cosa que pensar en lo mismo y yo... No puedo más...- empezó a llorar.
-No, vamos, Ginny- se sentó a su lado y la abrazó.
-No puedo ayudar a Harry, no soy de ayuda... Tengo miedo de coger una escoba, lo que me falta es que lo mate con algún hechizo...- seguía lamentándose.
-Escucha, Ginny, lo que te pasó puede pasarle a cualquiera. Yo estaría igual o peor en tu situación... Eres de gran ayuda, solo has tenido un problema con las hadas, pero puedes levantar cabeza y seguir adelante- animaba con una mirada llena de esperanza.
-Aveces pienso que no debo estar con él, solo consigo crearle problemas- se secaba las lágrimas.
Hermione respiró hondo, iba a confesar algo de lo que no se sentía muy orgullosa; pero optó por hacerlo.
-Yo fui una estúpida, creí que estaba haciendo las cosas bien y no fue así- continuaba- Quiero a Ron, pero estoy enamorada de Malfoy...- tragó saliva.
-Hermione, eso ya lo sé...- fue interrumpida.
-Se lo entregué todo, absolutamente todo- estaba aguantando las ganas de llorar.
-¿Qué? Hermione... No me digas que...- parecía saber de qué estaba hablando su amiga.
-Tú eres muchísimo mejor que yo, Ginny. Eres fiel y leal, apoyas a Harry mejor de lo que yo hice con Ron... Soy un tropiezo para todos, pero tú sigues animando a Harry y no lo desamparas como hice yo...- comenzó a llorar.
-Hermione, ¿por qué...?- se preocupó.
-Si piensas que eres peor que yo, espero que encuentres una explicación bastante trabajada para llevarme la contraria, porque yo sí soy lo peor que habéis encontrado- se secaba las lágrimas.
Ginny comprendió el esfuerzo que hizo ésta para animarla y la abrazó.
-No eres un tropiezo, eres buena e inteligente. Sirves para algo, porque me has animado- dijo con dulzura.
Hermione comenzó a reír, agradecida y correspondió al abrazo.
Sin embargo, no todo era perdón y consolación. En una inmensa mansión, una joven muchacha de capa roja, se dirigía a unas alargadas escaleras que conducían al despacho de un mago casi olvidado por todos.
Al llegar a la gran puerta, tocó tres veces y esperó a la orden.
-Adelante- murmuró aquella voz anciana.
Ésta entró a la oscura habitación, iluminada por unas pocas velas.
Se acercó hasta una pequeña mesa rectangular y miró hasta el que se sentaba detrás de dicha mesa.
-¿Has encontrado al chico?- decía ese viejo anciano.
-Sí, señor- respondió con voz firme.
-Bien... Sabía que podía confiar en ti, Melissa- sonrió.
-Agradezco que haya confiado en mí, señor. Cuando usted diga, iré a por Potter-.
-Tranquila, aún no es buen momento. Tenemos que encontrar su refugio, pero... Antes de eso, dime, ¿hay algo más que deba saber?- se acercó más a su mesa, para no perder detalle de lo que ésta iba a decir.
-Draco Malfoy es el protector de Harry Potter. No parece que quiera servir al señor Voldemort- no dudó en decirlo sin más, era fría y distante.
-Bien, bien... Gracias, Melissa, puedes retirarte- comenzó a reír.
Ella hizo una leve reverencia y salió del despacho.
-Lucyus, Lucyus, Lucyus... ¿Qué dirías, si lucharas contra tu hijo?- dijo, para sí mismo y comenzó a reír a carcajadas.
Mientras tanto, en la taberna de Billy Bones, Draco quiso salir de aquel lugar y tomar el aire. Estaba asustado, era una enorme carga en sus hombros. Harry, al percatarse del comportamiento que tenía éste, le siguió hasta la salida.
La puerta se cerró tras de Harry y vio como su compañero Slytherin dio una patada a un pequeño contenedor de basura.
-Malfoy, ¿estás bien? ¿Qué es lo que te ocurre? Llevas unos días raros y hoy muchísimo más- murmuró Harry, bastante comprensivo.
-¡¿Acaso me ves bien?!- volteó bruscamente hacia él y miró con rabia.
-Escucha, no tienes por qué hacer esto... Puedes hacerte a un lado y...- intentaba animar, pero Draco lo interrumpió con una pequeña burla.
-¿Crees que es así de fácil? Tengo que ser tu maldita niñera y protegerte de los que antes eran mis compañeros... ¡Soy un mortífago! ¡Si me hago a un lado, todos irán a por mí! Tanto los que son como yo, como los que se oponen a tú sabes Quién- continuaba, mientras caminaba de un lado a otro con una sonrisa de ironía y lleno de rabia- Estoy solo en todo esto, ¡solo! Moriré peleando por protegerte, ¡pero también si no lo hago o si sirvo a tú sabes Quién!-.
Harry no esperaba ver esa reacción en él, jamás se hizo una idea de lo que sentía su compañero Slytherin, hasta ahora.
Draco comenzó a llorar de impotencia y se apoyó en la pared del edifico que estaba al frente de la taberna.
-Escucha, Malfoy, no estás solo. Ahora somos un equipo, somos compañeros- continuaba, mientras se acercaba hasta él- Todos los que estamos luchando contra Voldemort, nos ayudamos mutuamente y tú no vas estar solo. Yo puedo protegerte, como tú haces conmigo- sonrió.
Draco dejó de llorar y miró a Harry, casi como un amigo. Nunca tuvo amigos de verdad y tampoco conocía la sensación de sentirse protegido por amigos de verdad.
-Gracias, Potter...- murmuró y sin apartar su vista de él.
Harry negó con la cabeza mientras sonreía, como quitándole importancia al asunto y se encaminó hacia la taberna.
-Potter... Tengo que hablar contigo- dijo, un poco entrecortado.
Harry giró levemente y lo miró, un poco preocupado, parecía saber de qué quería hablarle.
-Es sobre lo que te pasa- concretó.
Harry se acercó a éste y prestó mucha atención a lo que tenía que oír.
-Voldemort piensa volver utilizándote como su nuevo cuerpo... Si hace eso, habrás muerto para siempre. Solo hay un objeto, muy valioso, que se escondía en la mansión Riddle, pero no sé qué es- continuaba, bajando aún más su voz- Si no lo encontramos a tiempo, notarás que no podrás controlar todo lo que haces o dices... Puedes matar y no podrás detenerte... Si él volviera, no habría ninguna esperanza y nada ni nadie podrá detenerle-.
Harry estaba absorto, se quedó helado por lo que acababa de oír. Necesitaba sentarse y Draco lo ayudó a que se apoyara en la pared.
-Mis padres estaban buscando ese objeto, pero no ha sido porque quisieran, fuimos obligados...- explicó.
-¿Quién está detrás de todo esto?- dijo con un tono muy serio, casi enojado y sin mirar a su compañero.
-No puedo...- fue interrumpido.
-¡¿Quién está detrás de todo esto, Malfoy?!- lo miró, bastante enfadado.
Draco tragó saliva y se sentó al lado de él, para poder susurrarle quién estaba planeando todo esto.
-Su nombre es Morfin Gaunt- susurró, serio y mirando a Harry.
El joven Potter cambió su semblante, sabía de quién le hablaba; pero no pensó que ese hombre estuviera vivo... Mofrin Gaunt era el tío de Tom Riddle y era el que estaba detrás de todo esto.

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