sábado, 30 de marzo de 2013

34. Medidas desesperadas.

La mañana venía acompañada de los claros rayos del sol, el paisaje nevado no dejaba protagonismo alguno al escandaloso tren y el frío se apoderaba de las ventanillas de éste.
Los cinco jóvenes magos dormían plácidamente, hasta que unos fuertes movimientos de éste despertaron al grupo.
-¡¿Qué pasa?!- se sobresaltó Ron.
-¡No lo sé! ¡Parece que se va a caer!- se preocupó Harry y sujetando a Ginny.
De repente, el tren da un brusco movimiento y consigue empujar a Hermione hacia la puerta del vagón; sin embargo, el joven pelirrojo logra tomarla de la mano a tiempo y la refugia en él.
-Gracias, Ron- sonrió la muchacha, agradecida y sin apartarse de éste.
Draco presenció la escena y sintió un fuerte ardor en su interior, estaba irritado y enojado; sin embargo, miró hacia otro lado y aguantando las ganas de decir un par de cosas.
En ese momento, el hermoso paisaje nevado deja de reflejarse en las heladas ventanillas y pasó a verse un enorme túnel donde solo persistía una leve luz que salía de unos pequeños focos.
-Señores pasajeros, rogamos que disculpen las pequeñas turbulencias que acabamos de pasar... Para su seguridad, abrochaos los cinturones de seguridad. Gracias y perdonen las molestias- dijo Will, desde un megáfono mágico que apareció de la nada en una de las esquinas del vagón.
Igualmente, dicho aparato desapareció mágicamente y todo volvió a la calma.
-Vaya, ya podrían haber avisado antes- murmuró Ron, soltando a Hermione y mirando hacia Harry.
-Bueno, eso quiere decir que ya queda poco para llegar- añadió el joven Potter.
-Harry- se sorprendía Hermione- Tu cicatriz... Apenas se ve...-.
Inmediatamente, todos miraron hacia éste y también se asombraron en gran medida.
-Pero... ¿Cómo es posible?- decía Harry, mientras se miraba en la ventanilla, aprovechando la oscuridad que había en el túnel.
-Tal vez, el poder de Voldemort es menor ahora. Ya no estamos en Londres- pensó, en voz alta, Ginny.
-¿Tú qué opinas, Malfoy?- dijo Ron, mirando con un poco más de confianza al joven Slytherin.
-No sé, puede que ella tenga razón- murmuró, intentando aparentar normalidad.
-Entonces, eso quiere decir que aún estamos a tiempo- detalló Hermione.
-Sí, puede que aún podamos detener a Voldemort- se animó Harry.
Ahora podía estar más positivo, tenía una nueva oportunidad y no está dispuesto a desperdiciarla.
Sin embargo, alguien no lo veía de la misma manera.
En el callejón Nocturn, todos no paraban de murmurar lo mismo; la vuelta de Lord Voldemort, era algo que no podía pasar desapercibido y todos parecían algo asustados.
Un hombre y una mujer con capas negras caminaban por los estrechos callejones, por las sombras y de camino hacia un viejo edificio, abandonado por todos.
Llegaron hasta la polvorienta puerta y tocaron tres veces en ella.
En ese momento, un viejo mago, abrió la puerta y dejó paso a los Malfoy.
Después de cerrar la puerta, un hombre muchísimo mayor que el primero recibió a esta pareja desde su cómodo asiento y en las sombras.
-¿Tenéis el diario?- murmuró con una voz severa y firme.
-Sí, mi señor...- entregó el viejo cuaderno, mientras se inclinaba hacia éste.
-¿Y la barita?- tomó el libro con sus huesudas manos.
-La... La barita... No, no mi señor- tragó saliva y descendiendo su mirada.
-Ya veo...- dijo muy calmado y mirando hacia el diario.
-Ha sido Severus Snape, el traidor- discriminó Lucius.
El anciano abrió el diario y se dispuso a leer lo que había en su interior.
-Dime, Malfoy, ¿dónde está el chico?- aún seguía muy calmado.
-¿El chico? El chico... Bueno... Él...- intentaba buscar alguna excusa, pero la voz le temblaba demasiado y no podía hallar ninguna explicación coherente.
-Entonces, no has hecho nada, ¿cierto, Lucius?- continuaba, cerró el diario y miró hacia éste- Sin la barita y sin Harry Potter, de nada sirve devolver a Voldemort a la vida-.
-Lo siento... Yo... Yo solo...- se ponía más nervioso, tenía miedo de ese anciano.
-Lucius, ya sabes lo que significa esto- amenazaba.
-¡No! Por favor... Os lo ruego...- suplicaba de rodillas.
-Lo siento, Lucius. Si no hay barita ni chico...- sacó su barita- AVADA KEDABRA- apuntó tan rápido hacia Narcissa Malfoy e inmediatamente murió ésta.
-¡NO! ¡No!- lloró de dolor.
-Ahora tráeme a Harry Potter o sino ya puedes despedirte de tu hijo... Draco Malfoy- guardó su barita, sin haber mostrado ninguna emoción y volvió a leer el diario.
Lucius tomó el cuerpo de su mujer, muerta y lloró encima de ésta. No pudo protegerla y el intentarlo no bastaba, porque era imposible matar a ese anciano mago... Era inmortal.
En el Ala 91, se respiraba algo de paz y tranquilidad, ajenos de lo que había estado aconteciendo desde entonces.
-Tengo algo de hambre, ¿queréis algo?- dijo Ron.
La mayoría negó con la cabeza.
-Yo sí... Desde anoche no pude comer nada- murmuró Hermione, mirando con una sonrisa a Ron.
Draco hizo una mueca de burla y miró a otro lado, intentando controlarse un poco más.
-Está bien, pues vamos- concluyó el joven Weasley, sin ninguna intención de algo más.
Ambos jóvenes salieron del vagón y dejaron a sus tres compañeros.
-¿Qué haces, Malfoy?- dijo Ginny, extrañada de la actitud que había tomado éste hacia Hermione.
Él la miró con incertidumbre.
-¿Has roto la relación que tenía mi hermano y Hermione, solo para divertirte?- acusaba la pequeña Weasley.
-Ginny...- intentaba calmar Harry a su pelirroja compañera, pero ella seguía acusando al joven Slytherin.
Pero Draco no estaba dispuesto a aguantar un ataque más y salió del vagón.
Una vez solos ella y Harry, éste suspiró profundamente.
-¿Por qué trataste de defenderle? Mi hermano lo pasó muy mal, por su culpa- se indignaba.
-Sí, tienes razón...- intentaba explicarse.
-No, no lo entiendes- continuaba, algo triste- Ron la ama y Malfoy se está metiendo en medio de ellos, solo por un capricho-.
Harry no podía decirle nada más, entendía la postura de Ginny y se conmovió por lo que había pasado su mejor amigo.
Sin embargo, había alguien que lo pasaba mucho peor que Ron, alguien con un dolor bastante profundo y que oculta como puede.
Sus celos le concomían y su corazón lo empujaba a decir la verdad a gritos; pero no era tan fácil de expresar, le podía más la preocupación por perderla a decir la verdad.
Aún podía recordar las duras palabras que le había brindado el antiguo profesor de pociones.
-Es una locura vivir luchando contra algo que te puede más, Draco- continuaba, en aquella noche que estaba a punto de tomar su decisión- No es tu relación con la señorita Granger lo que me preocupa, es la cicatriz que posee Potter. Esa debe ser tu prioridad-.
-¡¿De qué me sirve?! ¡Potter tiene amigos! ¿Por qué yo?- seguía negándose.
-Salvarlo de Voldemort, esa es tu obligación- dijo Dumbledore.
-¡¡Miradme!!- se levantaba la manga de su camisa, para mostrar la marca de Voldemort- No soy digno... No puedo ayudarle...- lloraba de impotencia y luchaba por no hacerlo, pero su dolor le podía más.
Tanto el director como Snape, miraron el antebrazo del joven mago y sus rostros tornaron a sentir comprensión por él.
-Draco, tú puedes protegerlo. No importa el pasado, olvídalo todo y rectifica tus errores- animó Aberfoth.
El joven Slytherin tapó ese horrible dibujo y tomó asiento.
-Solo debes protegerlo y que siga unido a los demás. No dejes que se quede solo, Draco. Cuento contigo- concluyó el director.
El chico asintió y salió del salón, para dirigirse hacia el porche y tomar un poco de aire.
Snape le siguió, aún quería dejar algo claro.
-Entiendo lo que sientes, Draco- continuaba, mientras miraba al joven Slytherin que no se volteaba a mirarle- Pero si te aferras a Granger, solo conseguirás que el grupo se divida y te olvidarás de Potter...-.
-¿Desde cuándo te importa tanto? Siempre lo has odiado- dijo entre dientes y sin darse la vuelta.
-Siempre le he protegido, durante 7 años. Aún lo sigo protegiendo- confesó, pero manteniendo firmeza.
-Entonces te cae bien, ¿no?- seguía sin mirarle.
-No es de mí de quien hablamos, Draco- atacó éste.
-¿Por qué tengo que ser yo el que se quede sin nada? Solo obtengo el título de niñera de Potter, ¡qué orgullo!- volteó y con ira en sus ojos.
-Mucho mejor que fingir algo que no es. El sentimiento de amor o de cariño no es más que una mera ilusión que te obliga a negar la realidad- continuaba, mientras se acercaba hacia el chico- Esos sentimientos solo te matarán y te quitarán lo que realmente importa, no existe tal felicidad en el amor-.
-¿Por qué has protegido a Potter? ¿Por una orden? No me lo creo- dijo, mirando hacia los ojos marrones de éste.
-Evidentemente, proteger el hijo del hombre que fue más necio que un troll, no era precisamente mi mayor ilusión- seguía en su misma postura.
-¿Y qué fue lo que te movió a hacerlo?- insistía.
-Para remendar el error que cometí- confesó a medias, pues lo hacía por el amor que sentía aún por Lily Potter. Los ojos verdes de Harry le recordaban a los de ella y tras los años había sentido cierto cariño por él. Casi como si fuera su propio hijo.
Esa conversación le pesaba en su corazón, pero aún le dolía mucho más el despreciar así a Hermione. Todo por cumplir con su obligación, no solo de proteger a Harry, también quería mantener con vida a la chica que había logrado hacerle cambiar a mejor. Por ella, que consiguió que éste se diera una oportunidad.
Solo por eso, no podía negar lo que sentía; pero sí esconderlo, para sí mismo.
DRACO MALFOY

DRACO MALFOY Y HERMIONE GRANGER

HARRY POTTER

HARRY POTTER, RON WEASLEY Y HERMIONE GRANGER

LUNA LOVEGOOD Y GINNY WEASLEY











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