miércoles, 3 de abril de 2013

35. Hadas asesinas.

Apenas faltaban un par de horas, para que los cinco estudiantes de Hgowarts, llegasen a la estación de tren en Rumanía. En el vagón restaurante, Hermione estaba sentada en una de las mesas y de cara hacia la entrada de dicho vagón.
Miraba la ventanilla que tenía a su lado y apreció el hermoso paisaje lluvioso de Rumanía.
Meditaba en lo que le había pasado con su compañero Slytherin, el desprecio con el que él la trató y hasta dónde había llegado en su relación con Ron.
¿Había cometido un gran error en fijarse en alguien como Malfoy? Hermione estaba segura de que algo le había pasado a su compañero rubio, aunque no sabía el qué, sabía que Snape tenía algo que ver.
En aquel momento, que el antiguo profesor de pociones, quiso hablar con Malfoy... ¿Qué le habría dicho, para que la tratara de aquella forma?
¿Acaso, Snape, es un traidor y quiere acabar con Harry? No, eso no puede ser... Lo sabría.
-¿Estás bien?- preguntó Ron, mientras tomaba asiento y depositando los platos en la mesa.
El desayuno eran tortitas con caramelo y un zumo de naranja.
-Sí, solo estaba pensando- murmuró ella, con una leve sonrisa. Intentaba aparentar que todo le iba bien, pero el joven Weasley sabía la realidad.
-Es por Malfoy, ¿verdad?- casi parecía tener un tono de tristeza.
Hermione miró, con asombro, a su buen amigo y suspiró, volviendo a descender su mirada al plato.
-Lo cierto, es que sí... Lo siento, Ron... Yo no... No sé qué me pasó- intentaba aguantar las ganas de llorar. Todo le había salido mal y ya no sabía qué hacer.
-Pase lo que pase, sabes que siempre estaré a tu lado- consoló, mientras tomaba la mano de su compañera Gryffindor.
Hermione alzó su mirada a éste y sonrió, agradecida.
-Sinceramente, nunca te merecí- se secó una pequeña lágrima que derramó de sus castaños ojos.
-Vamos, Hermione, eso no es cierto. Te quiero y...- se cortó, para corregirse- Te quise siempre y nos merecíamos, mutuamente-.
-Ron, no hace falta que te portes tan bien conmigo... Sé que no he sido justa contigo y no te merecías lo que yo... Bueno- se entristeció, se sentía culpable por haberle hecho daño al chico que había amado durante 7 años.
-Entiendo que te hayas cansado de mí, Malfoy es menos patoso- rió, intentaba animarla y deseaba sacar otro tema. El que ahora, Hermione, pareciera estar sin pareja le ponía muy nervioso y no quería meter la pata.
Aún seguía sintiendo algo por ésta, pero intentaba no hacérselo saber.
-Tú no eres patoso- sonrió.
Mientras tanto, a unos pocos metros del tren Ala 91, una joven encapuchada de rojo vigilaba dicho tren.
Cuando ya estaba a punto de pasar al frente de la montaña en la que ella se encontraba, tomó un silbato plateado y algo alargado que colgaba de su cuello y lo hizo sonar. Era un sonido suave, como la brisa y solo penetraba en los oídos de pequeños seres mágicos, como hadas y duendes.
Tras hacerlo sonar por un solo instante, volvió a guardar el silbato y se quedó observando lo que estaba a punto de suceder.
En ese momento, un pequeño grupo de seres pequeños y con alas, se dirigen hacia el Ala 91.
Eran del tamaño de la palma de la mano, muy delgados, de color azul celeste, ojos rojos y alas trasparentes con una fuerza impresionante.
Brillaban en la oscuridad y no tenían ni un solo pelo en su cuerpo, hablaban con claridad aunque con voz un poco chillona.
Se dirigían hacia las ventanillas y conductos de ventilación.
Al conseguir entrar, se dirigieron hacia los vagones, sabían a quién buscaban y lo que debían hacer. Estos pequeños seres eran traviesos, pero su poder mágico es bastante fuerte y podían derrocar a un mago, si se lo proponen.
En ese momento, cuatro de estos seres llegaron hasta el vagón número 8, donde se encontraban  Harry y Ginny.
Estaban hablando, cuando estos seres entraron y atacaron a Ginny.
La paralizaron por completo, la pobre Weasley, empezó a sostenerse la garganta, le faltaba oxígeno y Harry no pudo hacer nada.
Dos de esos seres lo acorralaron en el asiento, hechizando sus brazos y piernas, para mantenerlo quieto.
Sin embargo, el resto de estos pequeños enviados, llegaron a otros vagones y al vagón restaurante.
-¡Oh no!- exclamó Hermione, agachándose bajo la mesa junto con Ron.
-¿Qué son?- dijo éste, mientras tomaba su barita.
-Son hadas...- explicó, también sacando su barita.
-Pero, ¿las hadas no son buenas?- miraba, por si alguna de esas cosas se acercaban a su posición.
-Veo que no has estudiado nada sobre los seres mágicos- continuó, mientras vigilaba- Las hadas son traviesas y pueden acabar con la vida de un mago. Solo obedecen a los que se dedican a criarlas-.
En ese momento, Draco abre la puerta del vagón restaurante y consigue hallar a sus compañeros Gryffindor, aún escondidos bajo la mesa.
-¡Granger, Weasley!- llamó e intentó acercarse.
-¡Malfoy, ve a cuidar de Harry y de Ginny!- pidió Ron.
Hermione no pudo decir nada, porque éste salió en busca de su compañero Potter.
Corrió lo más rápido que pudo, pero más de una ocasión tuvo que hechizar paralizando a esas hadas, para poder pasar.
Finalmente, después de tanto esfuerzo, consiguió llegar y halló a la joven Weasley en el suelo y llorando, aún intentando poder respirar.
-CRUCIO- dijo, en voz muy firme y las dos hadas que atormentaban a Ginny, cayeron al suelo y comenzaron a gritar de dolor, hasta morir.
Entonces, las otras dos que tenían acorralado a Harry, voltearon y parecían haberle reconocido.
-¿Amo Ma...?- intentaba decir una de ellas, pero Draco las atacó con el mismo hechizo y acabó con ellas.
Éste también sabía de quiénes pertenecían esos seres, pero selló sus labios y miró hacia Harry.
-Gracias... Malfoy...- murmuró Harry, asombrado y se arrodilló ante Ginny, ayudándola a sentarse en el suelo del vagón.
-¿Estáis bien?- preguntó Draco, guardando su barita.
La pelirroja Gryffindor miró hacia éste y asintió, estaba algo sorprendida, pues había sido salvada por el chico que tanto había hecho daño a su amado Harry Potter y que consiguió separar a Hermione y a su hermano.
Parecía estar en deuda con él, pero no pudo hablar, aún le dolía la garganta.
-¿Estáis bien?- preguntó Ron, habían conseguido acabar con algunas de ellas y llegaron con bien al vagón.
-Sí, Malfoy nos salvó- sonrió, levemente, el joven Potter.
-Gracias, Malfoy- agradeció Ron, con una sonrisa.
-No hay de qué- dijo, un poco frío y serio. Sentía ganas de decir la verdad y estar bien con ellos, pero aún le atormentaba la carga que llevaba encima y salió del vagón.
Hermione, que estaba justo detrás de Ron, decidió seguirle y zanjar el tema que habían dejado pendiente.
Draco apresuró su paso, se dirigía hacia el vagón donde guardaban las pertenencias más pesadas y volvió a tomar su barita.
-Alohomora- murmuró y la cerradura cedió.
Al entrar, cerró la puerta tras de sí y se adentró hasta el fondo de éste.
Hermione abrió la puerta y volvió a cerrarla, lo hizo con sigilo, no quería alertarlo así.
Cuando llegó hasta donde se encontraba éste, lo vio llorar por primera vez.
Lloraba de ira y de impotencia, estaba sentado y con su barita en mano.
Poco a poco, fue subiéndose la manga que cubría esa horrible marca. Se apreciaban las dolorosas cicatrices que se había hecho, para conseguir borrar ese dibujo que se había hecho obligadamente.
Apuntó su barita a su antebrazo marcado, respiraba un poco agitado y algo profundo.
-DELE...- intentaba decir, pero Hermione fue más rápida, usando el hechizo Expelliarmus.
Éste la miró de inmediato, se puso en pie y estaba bastante enfadado.
No deseaba que ella le viera así, hundido, llorando y con esa marca, invadida por cicatrices y a punto de volver a ser dañada.
-Ese hechizo no sirve, debemos acabar con todo lo que tenga que ver con Voldemort y solo así desaparecerá... De otro modo, solo sangrarás y morirás- explicó ésta, con un rostro entristecido.
-¡¿Qué sabrás tú?! ¡No tienes ni idea de lo que es vivir como una escoria! ¡¿Por qué no vas y te diviertes con Weasley?! ¡Los Gryffindor juntos, vamos!- se hartó y volvió a cubrirse el antebrazo.
Ella no se movió, pues a pesar de sus actos y palabras hirientes, podía ver algo que antes no sabía apreciar con claridad. El sufrimiento y las cargas que llevaba sobre sus hombros.
-Es cierto, apenas sé qué te pasa y no puedo hacerme una idea. No eres ninguna escoria, porque no eres feliz con lo que has vivido junto a Voldemort y no estoy con Ron, solo somos buenos amigos- continuó, mientras guardaba su barita y se acercaba a éste, que aún estaba de pie, mirándola- Y si lo que te preocupa es que yo sea de Gryffindor y tú de Slytherin, déjame decirte que eso es lo menos que me importa ahora. Pero veo que tú no lo ves igual que yo...-.
Una vez casi pegados y al frente del otro, Draco hizo una mueca burlona, intentando ser el mismo; pero comenzó a desramar lágrimas, intentaba retenerlas, pero éstas parecían pesar más en sus grisáceos ojos.
-¿Qué es lo que te ocurre? Quiero ayudarte...- murmuró Hermione, con una mirada comprensiva y llena de amor por éste.
Él volvió a depositar sus ojos en ella y tragó saliva.
-Esto es algo que debo de resolver yo solo, Granger. De nada sirve que te lo diga, es absurdo- casi dijo entre dientes y con un tono más relajado y dolido.
-Sí, es cierto que pueda parecer absurdo. Pero me importas y quiero intentar ayudarte, aunque solo me tenga que dedicar a escucharte- insistió.
Draco no pudo decir nada, solo deslizó, tímidamente, sus dedos en los dedos de ésta hasta tomarse de la mano conjuntamente.
Se miraban a los ojos y ambos parecían dispuestos a ir un poco más allá, sellando sus penas con un deseado beso. Sin embargo, éste volvió a tragar saliva y miró a otro lado, sin soltar sus manos de las de ella.
- Lo siento- susurró, tenía miedo de que le oyera, aunque no tanto como para callárselo.
-Tranquilo, la culpa es mía. Debí de haber visto que no estabas bien, en vez de reprochártelo... Perdóname tú- murmuró ella, algo dolida.
Draco volvió a mirarla y se fijó en que Hermione comenzó a llorar, en silencio.
-Malfoy, yo... De veras que no sé qué hacer ya- decía al soltarse de éste y caminó hacia un montón de cajas que había tras de ésta, para apoyarse.
-Le hice daño a Ron, te hago daño a ti... Y con todo esto, solo consigo hacerme daño a mí también...- lloraba aún más.
Éste fue hacia ella, tomó el rostro de la joven y la besó sin más. No podía aguantar más, deseaba tanto estar con ella y besarla.
Su mente le torturaba a detenerse, con el recuerdo de las palabras de Snape y su corazón lo empujaba a continuar.
Cuando se separaron de ese hermoso beso, ella lo miró a los ojos, Draco también correspondió al gesto y sin apartar sus manos del rostro de Hermione.
Ella agarró, con fuerza, la ropa de éste y lo acercó hacia ella, un poco más y se volvieron a besar.
Poco a poco, fueron dando un paso más en lo que sentían por el otro. Quisieron aprovechar el tiempo que tenían antes de llegar a la estación de trenes y por ese momento, quisieron olvidar todo lo malo que les había pasado y desenvolverse en lo que sentían, a solas.
Mientras tanto, en el vagón número 8, Ginny ya se encontraba mejor.
Había bebido un poco de agua y pudo ir recuperando un poco el habla.
-¿Cómo te encuentras?- murmuró su hermano, sin apartarse de su lado.
-Ya estoy mejor...- susurró, pues aún se notaba algo dolorida si alzaba la voz.
-Siento mucho lo que te ha pasado, es culpa mía- se lamentó Harry, al pensar lo que podría haber pasado si Draco no hubiera aparecido.
-Vamos, Harry, no es culpa tuya. No podías hacer nada, estabais en peligro- detalló Ron, no quería que su mejor amigo se sintiera culpable de algo que no era.
Harry sonrió, levemente, miró a Ginny y acarició el cabello pelirrojo de ésta.
Sin embargo, ajenos a quién los espiaba desde aquella montaña y con una capucha roja, ésta comenzó a reír.
-No te librarás de mí tan fácilmente, Harry Potter- murmuró.
HERMIONE GRANGER Y DRACO MALFOY

HERMIONE GRANGER, HARRY POTTER Y RON WEASLEY

DRAMIONE

DRACO MALFOY Y HERMIONE GRANGER









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