Solo faltaban horas, aún comenzaba a amanecer, pero el tiempo no se detenía ante nada ni nadie y menos para él. Todavía no se sentía con fuerzas para acabar con la transformación de Voldemort en Harry, él no era así. Tal vez fuera un chico egoísta, presuntuoso, egocéntrico y envidioso... Draco Malfoy era muchas cosas, pero no un asesino.
Siempre tuvo una fuerte rivalidad con Harry Potter, el chico que había sido el primero en todo y para todos; mientras que él solo fue Draco Malfoy, un sangre pura y de la casa Slytherin. Aunque su familia fueran magos de alta clase, nada podía hacer al lado de Harry Potter, el niño que pudo vencer a Lord Voldemort en varias ocasiones.
Y ahora que tenía la oportunidad de acabar con el famoso muchacho que sobrevivió, no se sentía capaz de hacer algo así. ¿Sería por eso que la marca estaba desapareciendo? ¿Podía ser que las intenciones de su corazón estuvieran cambiando? No podía decir que Harry era un amigo más para él, porque no se atrevía a considerarse amigo del que siempre molestaba con sus insultos y malas acciones, pero pudo sentir lo que era la verdadera amistad, aunque solo fuera por unos pocos instantes.
-Todos acabarán descubriéndote, Draco...- susurraba la voz de Voldemort desde el diario que solo podía oír el muchacho.
Éste volteó a mirar hacia la cama en donde se encontraba dicho diario.
-Vamos, ¿acaso deseas morir por una causa perdida? Eres un chico listo y sé que harás lo correcto- decía éste.
-No, no deseo morir...- murmuró el joven Slytherin y dirigió su atención hacia la puerta de la habitación.
-Draco, el señor quiere verte- dijo Lucius desde la puerta.
-Está bien- concluyó y salió, dejando el horrible diario en la cama.
Ni tan si quiera lo miró y tampoco quiso mirar hacia su padre, pues temía que pudiera ver las intenciones del joven.
Por desgracia, Lucius se dio cuenta al ver que éste no había ni cogido el valioso diario y se aproximó a recogerlo. Estaba empezando a creer que su hijo ya no era el mismo y así era, pero no quiso delatarlo por si se lo arrebataban de su lado como a su difunta mujer.
-¿Quería verme, señor?- murmuró el muchacho.
-Me imagino que Harry Potter había confiado en ti plenamente, ¿no es así?- dijo Morfin desde su asiento y con una sonrisa cruel.
El chico asintió e intentó no hacer notar su temor por ser descubierto, aunque hubiera indicios.
-Déjame ver tu brazo- ordenó el anciano.
Draco tragó saliva y el sudor comenzó a aparecer en su blanquecina frente.
-Haz lo que te ordena el señor, Draco- incitó Lucius, pues quería ver o convencerse de que todo lo que estaba sospechando solo eran imaginaciones suyas.
El joven Slytherin no se atrevía a mostrar lo evidente, pero si no lo hacía era reafirmar su situación como desleal y comenzó a remangarse su manga.
Poco a poco, fue mostrando su brazo y a punto estuvo de demostrar su marca casi borrada de mortífago, cuando uno de ellos empezó a dar voces en todo el lugar.
-¡¡Intrusos, intrusos!!- exclamaba, pues había descubierto a Arthur y a George Weasley.
Todos dejaron de mirar hacia Draco y tomaron sus varitas para atacar a los intrusos, por lo que el chico aprovechó para correr hacia la habitación de sus compañeros magos y liberarlos como se lo había prometido a su compañero Gryffindor. Pero había sido descubierto por Melissa que lo estaba apuntando con su varita.
-Como siempre, eres un blando, Draco- murmuró ésta con mucha calma y manteniendo su fría postura.
Éste no pudo hacer nada, tenía la varita bajo su mandíbula.
-¿Acaso te gusta ser débil?-insistió Melissa.
-¿Quién ha dicho que soy débil?- dijo entre dientes éste y mirando hacia su rival.
Ella musitó una leve sonrisa y tomó posición.
-Avada Ke...- fue interrumpida.
-CRUCIO- dijo Hermione con su varita en mano y el hechizo comenzó a torturar a la joven Stevens.
-¿Granger?- murmuró Draco un poco sorprendido de verla fuera de la habitación y llena de tierra.
-¿Y Harry?- le preguntó Ginny.
Éste corrió hacia la habitación, para poder sacarlo de allí, ya que el resto había conseguido escapar. Sin embargo, al llegar a la habitación, Harry estaba extendido en el suelo y helado.
-¿Potter? Eh, Potter- llamaba el muchacho mientras se aproximaba hacia él y con la varita en mano.
Pero Harry no emitía sonido y tampoco podía moverse.
Por lo que, éste se postró ante su compañero Gryffindor y quiso comprobar que estuviera vivo.
-¡¡Harry!!- gritó Ginny desde la entrada. Iba a entrar, pero Ron la tomó de los brazos y la detuvo.
El joven Slytherin intentaba encontrarle el pulso, pero era imposible... Parecía como si hubiera muerto.
En ese momento, los mortífagos entran en la habitación con el resto de compañeros y quitándoles sus varitas.
-Ya pronto es el momento- murmuró Morfin, mientras entraba.
Draco no supo qué hacer y miró a sus seis compañeros magos.
-Esta noche tú acabarás con la transformación del señor Voldemort, Draco- ordenó el anciano con una malvada sonrisa.
El chico no pudo decir ni sí ni no, por lo que dieron por sentado que así sería y los seis jóvenes magos se asombraron al creer que éste, al final, era un traidor.
-¡¡Él confiaba en ti!!- se indignó Ginny con sus ojos inundados de lágrimas.
-Llevaos estas ratas al salón- ordenaba Morfin- Esta noche verán el regreso de Lord Voldemort- comenzó a reír.
Hermione miró con decepción a su compañero Slytherin y negó con la cabeza levemente. Poco a poco, fueron saliendo de la habitación y Draco también estuvo a punto de salir, cabizbajo, cuando oyó un pequeño carraspeo del joven Potter.
Era tan débil que solo éste pudo oírlo por pura suerte.
-Potter, ¿estás bien?- susurró preocupado.
-Sí... Pero estoy... Muy cansado- empezó a toser. Apenas podía abrir los ojos o voltearse a mirar a su compañero.
Draco descendió su mirada y tragó saliva.
-Perdóname, Harry- concluyó Malfoy y salió de la habitación.
El joven Gryffindor, aunque no pudiera moverse, se sorprendió de que éste le llamara por su nombre. Lo que el chico pretendía no era otra cosa que decir, de algún modo, "confía en mí".
Mientras tanto, George ayudaba a su padre a correr por un largo camino en el bosque, huyendo de los dementores y de algunos mortífagos.
Como pudo, se refugió tras un árbol para poder ayudar a su padre a sostenerse mejor en él.
-¡No! George... Yo estoy herido, puedo distraerles y tú aprovecharás para huir- ordenaba Arthur con una voz bastante quebrantada.
-Estás loco si crees que voy a dejarte aquí- se negaba éste mientras intentaba taponar la profunda herida que su padre tenía en el hombro izquierdo.
-George, por favor... Ya perdí a Fred, no quiero perderte a ti- dijo con unas pocas lágrimas en sus ojos.
-Y no me perderás- concluyó y volvió a tomar a su padre, para retomar su huida.
Sus enemigos no andaban muy lejos, pero tampoco podían alcanzarles aún. George corría todo lo que podía, pero su padre estaba muy malherido y no podía moverse con tanta agilidad como él, estaba perdiendo mucha sangre y estaba cada vez más débil.
Estaban cerca de un río bastante caudaloso y el joven pelirrojo no supo cómo ayudar a su padre a atravesarlo sin que les empujara la corriente.
Entonces, Arthur toma su varita con sigilo y apuntó hacia su hijo.
-Perdóname, George... Imperio- murmuró y George no pudo controlar sus actos. En contra de su voluntad y obligado por el hechizo de su padre, dejó a Arthur en la orilla y corrió por el río, como pudo, consiguiendo llegar al otro lado y desapareció de la vista de éste.
El señor Weasley comenzó a llorar, pero sonreía al saber que éste se salvaría y esperó a que le alcanzaran los dementores y mortífagos que les perseguían.
Para cuando pudo darse cuenta, George se encontró en la pendiente con el resto.
-¡George!- lloraba Molly mientras corría para abrazar a su hijo.
-¿Qué ha pasado? ¿Y papá?- no podía recordar con exactitud.
La señora Weasley lo miró a los ojos y negó con la cabeza a la vez que intentaba aguantar las incontroladas ganas de llorar.
-¡No! ¡No...! ¡¡NO!!- el joven pelirrojo parecía entender lo que significaba aquel gesto y comenzó a llorar, a la vez que abrazaba a su madre.
Todos los que estaban allí presente se acercaban para abrazarlos y consolarlos por la pérdida.
Mientras tanto, en la gran sala de la mansión Riddle y encadenada en la pared por sus tobillos, Hermione no paraba de reflexionar en lo que acababa de pasar. Estaba sentada y pegada a la polvorienta pared.
Draco era el que acabaría con la transformación de Voldemort y si eso llegara a pasar, Harry habría muerto para siempre. Ella había confiado en él más que Harry y solo sentía ira, tristeza, vergüenza, engaño, dolor... ¿Cuánto podía doler una mentira de un ser al que amas? Para la joven Granger era como morir en vida.
Pero poco podía estar a solas con sus pensamientos, pues una joven de capucha roja se encaró frente a ésta y sin apartar su fría mirada de la castaña.
Hermione alzó sus ojos hacia Melissa, desafiando a su suerte.
-Maldita sangre sucia- dijo la joven encapuchada y le propinó un golpe en el ojo izquierdo de ésta.
La joven Gryffindor exclamó del dolor por un momento y silenció el pronto llanto.
-Melissa, deja a esa sangre sucia. No merece la pena- murmuró Morfin, al bajar de las escaleras y acompañado de Draco.
El joven Slytherin miró hacia Hermione y al ver el corte de su ojo, se calmó al ver que no había afectado a éste en sí y que solo era un corte desde la ceja hasta casi llegar a la mejilla. Le dolía verla herida.
-Mi señor, no debe fiarse de él- explicaba ésta- Él iba a liberarlos-.
-Sí, lo sé- miró hacia él y manteniendo esa horrible sonrisa.
El chico tragó saliva, estaba asustado y tampoco iba a defenderse con mentiras, Morfin solo creía a Melissa.
-Pero esta noche demostrará, finalmente, a quién debes lealtad- concluyó y se encaminó hacia su asiento.
Habían pocos mortífagos en la mansión, pues aún andaban buscando a todos los intrusos que se habían atrevido a interrumpir sus planes.
FRED, GEORGE, ARTHUR, MOLLY, RON, GINNY Y PERCY WEASLEY |
GEORGE WEASLEY |
DRACO MALFOY |
HARRY POTTER Y GINNY WEASLEY |
HERMIONE GRANGER |
NEVILLE LONGBOTTOM Y LUNA LOVEGOOD |
HERMIONE GRANGER Y RON WEASLEY |
DRAMIONE |
SEVERUS SNAPE |
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