Poco a poco, su presencia fue siendo cada vez más notoria para éste y no dudó en tomar su barita y apuntar hacia la cara de la castaña, mientras sostenía con mucha fuerza su brazo.
-Solo quiero hablar- susurró Hermione con una mirada bastante seria.
Éste suspiró un momento, no sabía si debía acercarse a ella o dejar el tema zanjado de una vez por todas.
-Por favor, solo quiero hablar- volvió a suplicar.
Draco no tuvo más remedio que ceder y salió junto con Hermione.
Bajaron las escaleras y se aseguraron de que nadie los seguía, abrieron la puerta y quedaron fuera para poder hablar con tranquilidad y sin ser escuchados por nadie.
-¿De qué querías hablar?- murmuró el chico con un semblante y tono serio.
-Estoy preocupada por ti, es evidente que te pasa algo- dijo ésta, mientras se cruzaba de brazos, por el frío.
Él esbozó una sonrisa irónica y miró hacia los árboles que rodeaban la pequeña cabaña.
Hermione tragó saliva y meditó lo que iba a decir.
-¿Por qué hiciste eso conmigo? Lo del vagón...- continuó- No soy tan despistada, para no darme cuenta de que todo fue mentira-.
Draco la miró más serio, como enojado.
-¿Eso crees, Granger? ¿Que solo fue una mentira? ¿Que me aproveché de ti?- dijo entre dientes y con el mismo semblante.
-¿Y qué esperas que piense? Después de eso, me has ignorado y no has venido a hablar conmigo del tema- se enfurecía por la actitud del chico.
-Si no he ido a dar contigo y me he alejado de ti, fue para protegerte- seguía en su misma postura.
-¿Qué...? No entiendo que...- musitaba, bastante confusa por lo que acababa de oír.
Pero éste no quiso seguir con la conversación, pues no deseaba que los problemas aumentaran y volvió a refugiarse en la cabaña.
Hermione sentía deseos de indagar más, pero prefirió dejarlo estar, de momento.
Mientras el joven Slytherin subía las escaleras, para volver a su dormitorio, alguien se le adelantó para anteponerse en su camino en el final de dichas escaleras.
-¿Problemas de amor, Draco?- susurró Snape, con su típica mirada de indiferencia.
-Eso no te importa- masculló entre dientes y bastante enojado con él.
-Recuerda el por qué estás en esto, Draco- lo tomó del antebrazo.
El chico lo miró con más ira e hizo un gesto brusco, para liberarse de la mano de su antiguo profesor de pociones.
-Ya lo sé, me lo recuerdas cada vez que me acerco a ella- concluyó y volvió a retomar su camino al dormitorio.
A medida que avanzaba la mañana, todos los problemas parecían ir tomando cada vez más fuerza... Sobretodo, para Lucius Malfoy.
Éste iba cubierto con una capa negra y acompañado de unos cinco magos, seguidores de Lord Voldemort.
-Cuidado, dementores- murmuró Richard Redforth, mientras empujaba a unos pocos que iban detrás de él, alertándoles para escapar de esos horribles seres.
Aceleraron el paso, retrocediendo por donde habían venido y buscando otro modo de pasar y sin ser detectados por ellos.
Pero el bosque era extenso y oscuro, por lo que les iba a resultar bastante difícil.
-¿Cómo es posible que hayan dementores aquí?- murmuró el señor Parkinson, bastante preocupado por su situación.
-Es lógico, está buscando a Lucius Malfoy- dijo con un tono irónico el profesor Season.
En ese momento, Malfoy toma su varita y apunta hacia este último.
-Tú no eres menos que yo, vales tanto como cada uno de nosotros y todos sabemos que a tu manera, hubiera sido muchísimo peor- se defendió, bastante enojado y nervioso por todo lo que le estaba pasando.
-Vamos, vamos... Eh, Lucius- murmuraba Redforth, intentando quitarle importancia al asunto.
Tanto Pansy como Jessica, estaban algo asustadas y más ahora que tenían a los dementores merodeando.
-Debemos continuar, ya casi estamos cerca de Potter- recordó Richard, logrando que las aguas volvieran a su cauce y poder reanudar la marcha hasta la mansión Malfoy, que se escondía de todo ojo.
Continuaron con su obligación, como también lo hacían los jóvenes magos.
En Hogwarts no había ningún alumno, como de costumbre, siempre iban a festejar las fechas navideñas en compañía con la familia y retomaban los estudios una vez finalizadas.
Por ello, el profesor Snape les enseñaría a sus nueve estudiantes varios hechizos contra las artes oscuras.
Todos estaban en el comedor, esperando sentados en la mesa.
Alice miraba de reojo a Draco, que lo tenía a su lado. Éste estaba callado, sumido en sus pensamientos y dibujando en su cuaderno de notas.
Meditó un momento, aún recordaba lo que pasó en aquel cobertizo y sintió interés.
Varias veces, ha visto a Hermione con Ron y ésta, a su vez, con Draco...
-¿Qué quieres?- le susurró Draco, sin cambiar su postura y procurando que solo le oyera la joven Clark.
-¿Yo...? No... Nada...- se sonrojó al ver que éste se había dado cuenta de las constantes miraditas que le ofrecía al joven Slytherin.
Pero lo razonó por un momento y miró hacia él, un poco más decidida aunque colorada y dispuesta a preguntarle.
-Esto... Sé que no nos conocemos de nada y que no tiene lógica esto que te voy a pedir pero...- fue interrumpida por los ojos grisáceos que Draco había depositado en su mirada.
-No me interesa- aclaró.
-¿Qué...? Si ni siquiera sabes qué iba a decir- se estaba enojando por la soberbia que poseía el muchacho.
-Me hago una idea- sonrió con esa cara de pillo, como en los años anteriores a todo lo acontecido.
-Vaya, Malfoy vuelve a ser el mismo- susurró Luna a su compañera castaña.
Hermione miró hacia ellos y era cierto lo que había dicho su amiga Ravenclaw, parecía como si Draco volviera a ser aquel chico maleducado y egocéntrico de antes.
En cierto modo, parecía haberse puesto celosa.
-No quiero comentarios ni tampoco cotilleos absurdos en mi clase- aclaró Snape, mientras entraba al comedor con dos libros de tapa oscura.
Todos guardaron silencio y se prepararon para atender a su primera clase.
-Supongo, que debido a los acontecimientos anteriores, sabéis defenderos ante cualquier circunstancia- continuaba- Sin embargo, hoy os enseñaré a controlar vuestros propios miedos y pensamientos. Sabréis cómo defenderos, aún sin poseer vuestra herramienta más esencial, la varita-.
Hermione levantó la mano, pues le había surgido una de sus habituales dudas.
-Como siempre, señorita Granger, ansiosa por ser el centro de atención- miró hacia ésta.
-Se equivoca, señor. Es solo que no puedo comprender cómo piensa que vamos a poder defendernos ante un ataque, sin tener a mano nuestra varita- detalló, seria.
Éste dibujo una pequeña sonrisa que fue borrada al instante.
-¿Por qué explicarlo, cuando puedo mostrárselo? Malfoy- se posicionó ante el joven Slytherin y no tomó su varita.
El chico se puso en pie y tomó la suya, para apuntar a su profesor.
-Ahora intenta lanzarme el primer hechizo que se te pase por la cabeza- concluyó.
-¿Cualquier hechizo?- miró con complicidad.
-Evidentemente no- entendió a qué hechizo se refería su alumno.
Draco asintió y pensó en el más sencillo de todos.
-Petrificus Totalus- dijo con una voz bastante firme.
-Fascinum Tornare- contraatacó Snape.
En ese momento, Draco se congela por completo, como si hubiera recibido él dicho hechizo.
Los demás quedaron atónitos al verlo en el suelo, como una estatua.
-¿Cómo lo ha hecho?- preguntó Harry, bastante asombrado.
-Le mentiría si le dijera que ha sido bastante sencillo, señor Potter- continuó- Este hechizo conlleva a un esfuerzo mayor del que supone, debido a la falta de varita-.
-¿Y cuánto dura su efecto?- preguntó Ron,sin apartar los ojos de Draco.
-Lo suficiente como para poder tomar la varita de su oponente- aclaró.
-Pero no nos sirve para protegernos contra... Bueno, con ese hechizo- musitó Neville.
-Está claro que no- continuaba, mientras se acercaba a éste- Las probabilidades de que saliera ileso ante semejante poder, se le denominaría suerte señor Longbottom-.
Entonces, la profesora McGonagall aparece en el comedor y parecía estar bastante nerviosa.
-Perdone que le interrumpa profesor, pero es preciso que el señor Potter me acompañe un momento- logró decir sin parecer más preocupada de lo que estaba.
Éste asintió y dejó que el joven Gryffindor saliera.
Ginny se puso un poco nerviosa, ¿tenía algo que ver con Voldemort? Pero poco pudo averiguar, pues debía seguir atendiendo a la clase de defensa contra las artes oscuras.
-¿Qué es lo que ocurre, profesora McGonagall?- dijo Harry, un tanto preocupado.
Estaban caminando hacia la habitación de los jóvenes magos.
-Lo siento, pero no puedo ser yo la que le comunique esta noticia- se limitó a decir.
Éste no entendía a qué se refería, solo logró asustarlo un poco más de lo que ya estaba desde que le llamó. Al llegar al dormitorio, el director Dumbledore lo estaba esperando, mirando hacia la ventana.
-Director Dumbledore...- intentó decir la profesora, pero éste volteó hacia ellos y la despidió con una pequeña sonrisa educada.
McGonagall salió y cerró la puerta, para que pudieran estar tranquilos.
-¿Qué ocurre, señor?- murmuró el chico.
-Toma asiento, Harry- dijo el director, mientras tomaba la silla de madera que había y la puso frente a la cama en la que estaba sentado el joven Gryffindor.
-¿Has podido dormir, Harry?- se sentó y miró hacia el muchacho.
-Sí... Anoche parecía como si fuera a tener una pesadilla, pero Luna me enseñó un hechizo- sonrió levemente.
El director asintió, tranquilo y bajó la mirada.
-¿Has sentido algo o te has notado algo diferente? ¿Cansado o irritado?- volvió a mirar los verdes ojos de éste.
Harry negó con la cabeza, convencido de ello y su mirada tornó a desconcierto.
Pero el director no parecía muy por la labor de decírselo con total libertad.
-¿Qué ocurre?- no pudo esperar más.
-Harry, quiero que entiendas que tú no has tenido la culpa de nada y que era imposible que lo supieras. Nada ni nadie podía saber que fuera a pasar algo tan terrible, como lo que te voy a contar- tomó aliento y continuó- Solo ten presente que se hará justicia y que esto no sea motivo para hundirte, sino de seguir adelante-.
-¿Qué pasa? Me está asustando...- tragó saliva y el pulso comenzó a acelerarse.
El director hizo una pequeña pausa, para poder decirlo con claridad y de alguna manera menos hiriente para éste.
-Harry... Tus tíos, los Dursley, han muerto...- logró decir, aunque algo entrecortado.
Éste comenzó a derramar una lágrima y con ella otras tantas.
-¡¿Quién lo ha hecho?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!- gritaba al ponerse en pie.
-Calma, Harry, calma... Entiendo cómo te sientes, créeme, lo sé- logró calmar al chico, pero no su llanto y la impotencia que llevaba dentro.
-¿Quién lo hizo y por qué?- murmuró.
-Fue Lucius Malfoy, pensando que ellos te estaban escondiendo. Ahora está siendo buscado y perseguido por todos los magos del Ministerio de Magia y también por los dementores- explicó, bastante comprensivo.
-Entonces debo ir a buscarle y matarlo- se puso en pie, como dispuesto a ir hacia la puerta del cuarto.
-No, Harry... No es lo conveniente y menos ahora. Draco no sabe nada de esto y es mejor que sea así, solo podrías crear más problemas- continuó- Hoy serán enterrados, puedo llevarte si lo deseas-.
Éste comprendió la gravedad de la situación y asintió, aún con lágrimas en sus ojos y dio las gracias por habérselo comunicado.
No tardó en salir, necesitaba tomar el aire y poder volver a aparentar firmeza y felicidad ante sus amigos, pero fue descubierto por Ginny.
Ésta había pedido permiso para ir al baño, pero solo lo usó de tapadera para ir a dar con Harry. Al hallarlo de aquel modo y sin saber el por qué de su llanto, la joven Weasley corrió hacia él y lo abrazó con fuerza.
-Pase lo que pase, siempre estaremos juntos, ayudándote y nunca estarás solo... Aunque no nos veas, estamos contigo, siempre- murmuró ésta, sin dejar de abrazar el cuello de su compañero.
Harry esbozó una pequeña sonrisa, pero aún sentía ese dolor en su corazón.
-Gracias... Ginny...- dijo entrecortado.
Ella dejó de abrazarlo, miró los ojos tristes del muchacho y poco a poco fue secando sus lágrimas.
-Te quiero, Harry- concluyó, mientras se acercaba hacia el rostro de éste, para conseguir besar los húmedos labios que poseía el joven Potter debido a sus cristalinas lágrimas.
Ambos se abrazaron fuertemente y sin dejar de besarse, pues éste era el primer beso que se daban tras varios meses sin poder verse.
HARRY POTTER Y ABERFOTH DUMBLEDORE |
DRACO MALFOY Y HERMIONE GRANGER |
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