viernes, 21 de junio de 2013

49. Nueva generación.

Varios años habían pasado desde aquel día en Hogwarts. Una nueva mañana comenzaba a abrirse camino en una de las pequeñas casas de Privet Drive.
-Albus, vamos a llegar tarde- decía Ginny a su segundo hijo desde la entrada de la casa.
Tanto ella como Harry y sus otros dos hijos, esperaban al joven mago que iba a comenzar su primer año en Hogwarts.
El muchacho se parecía bastante a su padre, Harry. Estaba en su habitación, mirando el álbum de la escuela de magia de sus padres. 
-Alvus Severus Potter, ¿acaso no quieres llegar a tu primer día de escuela?- murmuró Harry desde la entrada de la habitación y con una tierna sonrisa.
El chico miró hacia éste y sonrió tímidamente.
-¿Y si me ponen en Slytherin?- parecía triste.
-Entonces, la casa Slytherin celebrará el tener un joven mago con grandes cualidades- se sentó al lado de su hijo.
-Pero...- seguía manteniendo sus dudas.
Harry posó su mano en el pequeño hombro del chico y lo miró a los ojos.
-Albus, puedes ser lo que quieras que seas. Tanto si eres de Gryffindor como si no, estoy convencido de que nos harás sentir orgullosos de ti- continuaba con esa tierna sonrisa paterna- Solo debes esforzarte y luchar justamente hasta el final, porque puedes conseguirlo, nosotros lo sabemos solo debes convencerte tú mismo-.
El niño parecía haberlo entendido y asintió con la cabeza.
-Gracias papá- sonrió y abrazó a su padre.
-Harry, Albus, si no nos damos prisa...- intentaba decir la pelirroja señora Potter, pero al ver aquella tierna imagen solo pudo silenciar su voz y mirarlos orgullosa.
Pero este momento duró muy poco, pues se habían percatado de su llegada y se apresuraron a salir hacia la estación de trenes de Londres.
Ya en la estación de trenes, Neville corría apresurado con la varita de su hija, Clara Longbottom.
-¡Mi varita!- se alegró la joven rubia al ver a su padre llegar con su varita.
-¿Cómo se te pudo olvidar la varita en el Caldero Chorreante?- logró decir Neville después de tomar bastante aire.
Luna comenzó a reír.
-¿Qué te hace tanta gracia?- miró extrañado a su mujer.
-Lo ha heredado de su padre- detalló ésta mientras acariciaba el cabello ondulado de la joven.
Neville también comenzó a reír, pues recordó como en su primer año había perdido a Trebor, su sapo.
-¡Luna, Neville!- llamó Ron mientras corría con el carrito de su hija, Rose Weasley.
Éstos voltearon hacia él y lo saludaron.
-Ron, cuánto tiempo- dijo Luna.
-Ya veo que es el primer año de Rose, también- observó Neville con una sonrisa.
-Sí... Por suerte, hemos llegado a tiempo- dijo el pelirrojo.
En ese momento, aparece Alice desde el muro que llegaba hacia el andén 9 y tres cuartos.
-¡Por fin habéis llegado!- dijo ésta con una sonrisa.
-Papá rompió el coche- dijo la joven pelirroja.
-¿Qué?- parecía a punto de enfadarse.
Alice miró, algo enojada, a su marido.
-No es lo que parece... Rose, ¿en qué hemos quedado?- dijo Ron.
-Sois tal para cual- añadió Neville con un tono simpático.
-Lo mismo digo- concluyó el pelirrojo al mirar hacia la joven Longbottom.
-¡Harry!- se alegró Luna al reconocer a su compañero Gryffindor y a su familia.
Todos fueron a saludarse y atravesaron el muro para llegar al tren.
Ya solo faltaban unos minutos para que partiera hacia Hogwarts.
Harry, Ginny, Luna, Neville, Alice y Ron se encontraron con George y su familia.
Pero aún faltaban dos personas más...
Cuando Harry y Ron voltean para ver si su mejor amiga y compañera, Hermione Granger, aparecía y para su sorpresa, así era.
Venía acompañada de su marido, Draco Malfoy y su hijo Scorpius Malfoy.
Éste era idéntico a su padre en su primer año y tanto Harry como Ron, miraron a Hermione y a Draco con una sonrisa.
-No se parece nada a ti, Hermione- burló Ron.
-Reparo- dijo Scorpius mientras apuntaba con su varita a la corbata de Ron y ésta parecía más nueva. 
Harry, Hermione y Draco comenzaron a reír al ver a su pelirrojo amigo mirar su corbata más arreglada y nueva.
-Vale... Sí que se te parece- concluyó con una mirada de envidia.
En ese momento, todos los jóvenes magos entran en el tren y miran por la ventanilla a sus padres y agitan sus manos, para despedirse de sus familiares.
En uno de los vagones, se encontraban Albus Severus Potter, James Sirius Potter (el mayor de la familia Potter y Lily Luna Potter es la pequeña), Rose Weasley, Clara Longbottom y Scorpius Malfoy.
Salvo James, todos ellos comenzaban su primer año en Hogwarts y ahora solo faltaba saber a qué casa iban a estar destinados...
Por ahora, solo diré que la casa Gryffindor ganó a los siguientes estudiantes: Albus, Jame, Rose y Clara.
Y en la casa Slytherin, Scorpius.
Sin embargo, nunca volvió a ver problemas ni divisiones entre las cuatro casas... Salvo por dos nuevos personajes que siempre rivalizan entre sí pero nunca más allá, Rose Weasley y Scorpius Malfoy. Pero eso ya es otra historia.


FIN


Este vídeo lo dedico para todos los seguidores de Dramione y quiero que sepáis que os estoy muy agradecida.
Gracias por leer mi blog, espero escribir algún día otra posible historia de Dramione o algo parecido... Por ahora, solo os puedo ofrecer con todo mi cariño esta historia que he trabajado con toda mi ilusión.
Por cierto, este vídeo tan bien trabajado no es mío... Lo encontré en Youtube y me gustó mucho. Felicito a la persona que lo haya hecho y quiero dedicároslo a todos los que visitáis y leéis mi blog. Un abrazo fuerte, Ana García Ruiz.
Hasta pronto :)





48. Una segunda oportunidad.

Las horas pasaban y no parecía que Harry volviera a despertar, hasta que comenzó a toser y a moverse.
-Harry...- musitó Ginny con una sonrisa en su rostro y con lágrimas de felicidad.
-Hola, Ginny...- susurró éste correspondiendo a la sonrisa y con ternura en sus ojos. Aún estaba un poco débil, por lo que no pudo incorporarse en su cama.
La pelirroja tomó su mano y comenzó a acariciar el flequillo de éste; para su tranquilidad, la cicatriz había desaparecido.
-Por un momento, pensé que te perdía- confesó éste.
-Yo también tuve miedo de perderte...- dijo la joven un poco entrecortada.
El chico miró de un lado a otro, al parecer, no había nadie más que ella.
-¿Dónde están todos?- se preocupó, pues no recordaba nada después de apuntar hacia ella.
-Fueron a visitar a mi padre, despertó anoche- continuaba con un tono más aliviado- Nos había dado un susto, pero sobrevivió. No te preocupes, ellos vendrán pronto con mi padre, él también quiere verte-.
Harry sonrió y asintió.
Pero al ver que Ginny entristeció su rostro, se preocupó un poco más y quiso saber qué pasaba.
-Ginny, ¿qué ocurre?-.
Ella lo miró un poco más seria y tragó saliva.
-Es sobre Malfoy... Él se interpuso entre Voldemort y yo...- dijo entrecortada.
-¿Qué? ¿Cómo...?- no entendía lo que había pasado del todo.
-Harry, Draco Malfoy se sacrificó por salvarme y recibió el hechizo de Voldemort- explicó, aún más triste.
Los ojos de Harry se abrieron mucho más y quiso ponerse en pie.
-Harry, no, ¿qué haces?- intervenía Ginny.
-¿Dónde está? Todo ha sido por mi culpa...- comenzó a llorar de impotencia.
-Él está en una habitación a parte, Hermione quería estar a solas con él y lleva así desde ayer- explicó.
-¿Hermione está sola con él?- sabía lo mal que lo debía de estar pasando su mejor amiga.
-Ella lo quiso así... Ron se negaba a dejarla sola, pero insistió y no pudimos seguir negándoselo- confesó mientras tomaba las manos de éste.
Harry dejó que siguieran cayendo más lágrimas de sus ojos y alguien más visitó su habitación.
-Harry, ¿cómo estás?- era Neville acompañado de Luna.
Ambos se alegraban de ver a su mejor amigo bien, pero también tenían cierta tristeza por su compañero Slytherin.
-Me alegro de veros, pero necesito ver a Hermione- dijo Harry.
Los tres compañeros se miraron entre sí y cedieron a su petición. Lo ayudaron a levantarse y a caminar por aquellos pasillos hasta llegar al cuarto piso, donde se hallaban las habitaciones de los que habían fallecido en combate.
En ese momento, vieron salir a Lucius Malfoy y también a dos guardias del Ministerio.
-Señor Malfoy- llamó Harry con un tono triste.
Lucius no tuvo el valor de voltear y mirar hacia el chico, no quería que lo viera llorar por su hijo.
-Siento mucho...- intentaba explicarse, pero fue interrumpido por un suspiro del patriarca de la familia Malfoy.
-No tienes por qué disculparte, Draco se comportó como un héroe e hizo lo que yo nunca pude hacer- concluyó y continuó su camino junto con los guardias.
Los cuatro compañeros no pudieron evitar el sentir injusticia en sus corazones, a pesar de todo lo que había pasado, ellos no esperaban ver un final tan cruel para Draco Malfoy.
Quisieron aproximarse hacia la puerta donde se encontraba Hermione con su compañero Slytherin, pero Dumbledore los detuvo.
-Dejadla un momento más- pidió el director.
Éstos no esperaban encontrarse con él en ese lugar y voltearon para verle.
-La señorita Granger necesita un poco más de tiempo, Harry. Tus intenciones son buenas, pero ella necesita pensar- explicó muy comprensivo, aunque también parecía dolido.
Mientras tanto, en la habitación del joven Malfoy, Hermione no cesaba de llorar por él. Aún sostenía las frías manos de éste y sus lágrimas ya se habían secado, pero aún lloraba a pesar de esto.
-Draco... Draco por favor...- sollozaba como podía y sin dejar de acariciar la mejilla del chico.
La castaña comenzó a llorar mucho más, pues su hiriente corazón no pudo evitar el recordar cada momento que vivió con él y ahora que se había ido, la estaban torturando.
Ella depositó su rostro en el pecho de éste y comenzó a llorar.
-Te amo, Draco... Draco- sollozó y sintió cómo una mano acariciaba su castaño y ondulado cabello.
-Yo... Yo también te amo, Hermione- susurró levemente una voz de muchacho bastante reconocible para la joven Granger y no tardó en mirar hacia el rostro de Malfoy.
Éste estaba vivo, se le veía débil pero vivo.
-Draco, ¿esto es real?- estaba asombrada y asustada.
Él la miró con ternura y sonriendo en señal de afirmación.
Hermione comenzó a derramar lágrimas de felicidad y se abalanzó a besarlo como nunca antes le había besado.
En ese momento, abren la puerta y ven a su compañera Gryffindor besando a su compañero Slytherin.
-¡Está vivo!- se alegró Ginny mientras sostenía la mano de Harry.
Tanto Hermione como Draco dejaron de besarse, se miraron un momento y sonriendo tímidamente, luego depositaron su mirada a sus amigos y compañeros.
-Te veo bien, Potter- rió Draco al verlo en pie y con algunos cortes.
-Lo mismo digo- dijo Harry con una sonrisa. Estaba feliz de ver a su nuevo amigo y compañero con vida.
Todos se acercaron hacia él y lo felicitaron por todo lo que había hecho.
-Gracias, Draco- dijo el joven Potter.
El joven Slytherin asintió con la cabeza y manteniendo la misma sonrisa.
De repente, entra el director con los profesores, los Weasley y los Clark.
-Me alegra verte bien, Draco- murmuró el director bastante orgulloso del chico.
Nadie salió de la habitación sin abrazar al muchacho y de alegrarse al verlo con vida.
Menos Ron, era el único que faltaba por darle las gracias.
Poco a poco, el pelirrojo se fue acercando a éste y no parecía muy contento.
Draco también estaba un poco serio.
-Has salvado a mi hermana, has protegido a Hermione y has ayudado a mi mejor amigo... Gracias, tío- sonrió y ofreció su mano como gesto de amistad.
Malfoy no dudó en aceptar el gesto y sonrió agradecido.
Hermosa imagen se podía apreciar en aquella habitación, imaginadlo vosotros mismos... Pero aquí no acaba todo, tras varias semanas, los jóvenes magos pudieron regresar a la escuela y finalizar el último año que les quedaba en la escuela de Hogwarts.
Estaban en el gran comedor y a punto de convertirse en magos adultos.
Desde la mesa de los maestros, el director Dumbledore obtuvo el silencio del comedor con unos ligeros toques con una cucharilla en su copa.
-Queridos alumnos, este ha sido el primer año que soy director de la escuela más prestigiosa de magia y hechicería. Este año ha estado lleno de pruebas, temores e incluso de peligros de muerte... Pero hay algo con lo que yo no contaba y era el amor y la unión de las cuatro casas juntas- continuaba mientras hacia un gesto con sus manos para los siete estudiantes- Harry Potter, Hermione Granger, Ron Weasley y Neville Longbottom de la casa Gryffindor; Luna Lovegood de la casa Ravenclaw; Alice Clark de la casa Hufflepuff y Draco Malfoy de la casa Slytherin. Estos siete jóvenes han compartido momentos duros y amargos, algunos más agradables y otros llenos de dolor. Sin embargo, todos han permanecido unidos y sin importar las diferencias que hay entre ellos-.
Todos ellos estaban en fila y mirando hacia el resto de compañeros.
El director se encaminó hacia ellos y con la copa de la casa.
-Como todos los años, la copa de la casa es entregada a una de las casas de Hogwarts- continuaba- Pero este año no será así. Por su lealtad a la justicia y a la unión de las cuatro casas, por su sabiduría y su persistencia ante la dificultad, por su gran corazón y por sus buenas intenciones, por su colaboración y valentía, por su serenidad y apoyo, por su compañerismo y valor, pero sobre todo por su amistad, esfuerzo y sacrificio... La copa de la casa será para las cuatro casas de Hogwarts, porque de cada una de ellas ha salido este grupo y deben ser reconocidos todos y cada uno de ellos- concluyó mientras entregaba la copa a los siete compañeros y todos los alumnos comenzaron a aplaudir con euforia y felicidad.
Todos se pusieron en pie para aplaudir al nuevo grupo de amigos y los maestros imitaron a sus alumnos en esto y aplaudieron orgullosos.
Pero todos detienen este momento sublime con la llegada de Lucius Malfoy, había sido liberado por la confesión de Arthur Weasley.
-Sentimos la interrupción, pero mi amigo y compañero Lucius Malfoy acaba de salir de Azkaban y creo que lo propio es que esté en la graduación de su hijo- explicaba el señor Weasley con una sonrisa sincera y con su mano en el hombro de éste.
Draco se alegró de ver a su padre en libertad y fue a su encuentro como hacía su progenitor.
Los dos se dieron un fuerte abrazo como nunca antes se habían abrazado, por fin había acabado todo y ya podían ser libres de todas y cada una de sus cargas.
Hermione lloró de alegría y Lucius miró hacia el grupo que aún sostenían la copa, dejó de abrazar a su hijo y sonrió a los demás.
-Quiero daros las gracias por todo lo que habéis hecho por mi hijo, sobretodo tú, Hermione Granger- dijo éste bastante feliz.
Ella se acercó hacia ellos, sonriente y llena de lágrimas.
-He visto cómo llorabas por él en aquella habitación y cómo lo has defendido ante los demás mortífagos... Gracias- concluyó abrazando a la muchacha y ella también accedió al abrazo.
El grupo se acercó hacia ellos y saludaron al patriarca de los Malfoy, por fin había paz en las cuatro casas de Hogwarts y ya no existía Voldemort para estropear este momento.
-Gracias, Hermione, por la segunda oportunidad que me has dado desde el principio. Sin ti, yo no estaría aquí- confesó el joven Slytherin con una tierna sonrisa y tomando la mano de su compañera.
Ésta sonrió tímidamente.
-Gracias a ti, porque has hecho que todo esto fuera posible- concluyó la castaña y abrazó a su pareja.
Esto conmovió a Ron y ahora pudo comprender que todo había cambiado, pero para mejor.
Aunque no podía dejar de sentir cierta tristeza al ver a Hermione con su compañero Draco Malfoy. Ya no habían peleas ni rivalidades, solo lo aceptó de una vez y sin que nadie se percatara de su partida, salió del comedor. Necesitaba estar a solas.
Pero su deseo no pudo hacerse realidad, alguien le había seguido hasta los jardines de la escuela.
-Ron, ¡Ron, espera!- rogó Alice.
Éste no esperaba encontrarse con nadie y menos con ella, pero volteó a mirarla.
-¿Qué pasa?- preguntó extrañado de verla tras él.
-Yo... Bueno, he visto que has salido del comedor y...- intentaba explicarse, pero su corazón no la dejaba hablar con claridad. Parecía como si lo tuviera en su garganta y le costaba respirar de lo nerviosa que estaba.
-Sí, no es fácil ver cómo a la persona que amas se aleja de tu lado por otro- explicó cabizbajo.
Alice logró tener un mínimo de valor para aproximarse más a él y mirarlo a los ojos con la decisión que pudo sacar desde su interior.
-Yo siento lo mismo. Te quiero... Desde la primera vez que te vi...- confesó con total claridad aunque bastante nerviosa.
Ron se quedó de piedra, no esperaba oír ninguna confesión y menos de la joven Clark.
-Vamos, no bromees con eso- rió un momento.
-No bromeo. Siempre le preguntaba a Malfoy por ti y Hermione, sé que erais pareja y todo eso... Pero no puedo evitar el sentir algo por ti y siempre que te veo sufrir por ella, siento exactamente lo mismo que tú cuando la ves con él- explicó y aún más nerviosa.
Ron comenzaba a ponerse rojo como un tomate, no sentía casi nada por Alice y no era porque la joven no fuera guapa, es que solo había tenido ojos para Hermione.
-Puede que no consiga gustarte, pero no quise irme sin decirte lo mucho que me gustas- concluyó con un tímido, pero fugaz y dulce beso en los labios del pelirrojo.
-Pero deja que te diga una última cosa, Ronald Weasley, todos merecemos una segunda oportunidad- dijo ésta, bastante colorada y salió corriendo sin mirar hacia atrás.
El joven Weasley no esperaba ninguna de aquellas cosas y se quedó inmóvil, como una roca. Ni si quiera pudo parpadear.

DRAMIONE

DRACO MALFOY Y HERMIONE GRANGER

HERMIONE GRANGER

RON WEASLEY, HARRY POTTER Y HERMIONE GRANGER

HARRY Y GINNY

HARRY POTTER Y GINNY WEASLEY

NEVILLE LONGBOTTOM Y LUNA LOVEGOOD

TERRENOS DE HOGWARTS

HOGWARTS

EL COMEDOR

FRED, RON, GINNY Y GEORGE WEASLEY

FRED, GEORGE, ARTHUR, MOLLY, RON, GINNY Y PERCY WEASLEY

SEVERUS SNAPE

EL PRÍNCIPE MESTIZO

SEVERUS SNAPE










47. La resurrección de Lord Voldemort.

El cielo fue tornando a un color anaranjado y las grises nubes se habían acumulado casi al completo. Los mortífagos vestían con túnicas negras y máscaras con forma de carabela, se prepararon para recibir a su señor.
Los seis jóvenes magos aún permanecían a merced de sus enemigos, atados y sucios.
Todos ellos iban saliendo hacia el jardín principal y con varitas en mano.
Sin embargo, solo uno de ellos no fue capaz de ponerse la máscara de mortífago... Era Draco Malfoy.
Desde la ventana de su habitación, miraba hacia el jardín y a los que allí estaban, esperándole.
-Draco... ¡Draco!- volvía a llamarle Tom Riddle desde el viejo diario.
El chico volteó de inmediato y con cierto temor.
-Ha llegado la hora, ¿acaso no deseas ver a tu señor?- murmuró éste y abierto por completo.
Éste descendió su mirada y tragó saliva.
-¿Por qué quieren que lo haga yo? Soy un traidor- dijo el muchacho volviendo a depositar sus ojos en el libro.
-Aún llevas la marca, Draco- continuaba con esa voz tan frívola- Estás a tiempo de afirmar tu lealtad hacia mí-.
El joven Slytherin deseaba decir algo, pero alguien llamó a la puerta y el diario se cerró.
-Ya casi es la hora, hijo- dijo Lucius y sin haber cubierto su cara con aquella horrible máscara.
Él solo asintió y volvió a mirar hacia la ventana.
-Prefiero morir- murmuró y sin mirar a su padre. Su mirada estaba apagada y su voz parecía triste y desilusionada.
-¡No digas eso! ¡Te prohíbo que lo digas!- continuaba un dolorido Lucius- Ni tan si quiera lo pienses...- concluyó mientras volteaba a su hijo por los hombros y mirando los grisáceos ojos.
-Es mejor estar muerto que soportar esto para la eternidad- explicó éste y dejando derramar una de sus lágrimas.
Lucius lo abrazó, sabía que tenía razón porque más de una vez él ha deseado lo mismo...
-Debemos ser fuertes ahora- sonrió algo forzado, pues aún sentía una profunda tristeza en su corazón.
El chico asintió levemente y tomó el diario. A punto estuvo de salir de su habitación, pero Lucius lo llamó por su nombre y cuando giró para atender al llamado de su progenitor, observó lo que llevaba en sus manos.
-¿Debo de ponérmela?- dijo con pocos deseos de cubrir su cara con aquella horrible máscara.
-Sabes que es lo que quiere- finalizó mientras cubría el rostro de su hijo.
De repente, un fuerte estruendo llegó a los oídos de todos los presentes. Era un trueno, acompañado de un brillante resplandor. Ya había comenzado a llover, era el momento.
Cuatro mortífagos custodiaban a los seis jóvenes magos que aún estaban encadenados de pies y muñecas.
Hermione no cesaba de llorar, al igual que su amiga y compañera Ginny Weasley.
Entre todos, hicieron un amplío círculo al rededor de una mesa adornada con un pequeño caldero negro y varios utensilios y frascos de pociones.
Era hora de sacar a Harry de su habitación y llevarlo ante aquella mesa, en presencia de todos los que allí estaban.
El joven Potter estaba pálido, casi blanco y con los labios quebrantados y morados.
Su mirada estaba ausente y siempre fija en el suelo.
Su piel estaba helada y sus movimientos eran lentos y débiles.
-Bienvenido, Harry Potter- dijo Morfin con un tono burlón, estaba al frente de aquella mesa y vestido con las mismas túnicas, pero sin su máscara.
Draco y Lucius Malfoy estaban tras la mesa.
-Déjame ver tu cicatriz- dijo mientras levantaba el flequillo de éste y miraba la marca de la frente.
El chico alzó sus verdosos ojos hacia el horrible anciano y tragó saliva.
-Ya casi es la hora- concluyó Morfin y todos alzaron su mirada al oscuro cielo.
No era una lluvia constante, pues solo eran unas pocas gotas y varios estruendos de los relámpagos y truenos.
Finalmente, había anochecido y comenzaron con los preparativos. Los mortífagos que formaban el círculo, decían al unísono unas palabras en parsel una y otra vez; Morfin preparaba el caldero con los frascos que habían allí y Harry fue sintiendo que sus fuerzas, las pocas que tenía, le abandonaban más y más.
El chico no pudo sostenerse en pie y ancló sus rodillas en el suelo mientras respiraba agitadamente. Su cicatriz comenzó a sangrar y el escozor era totalmente insoportable.
Sus amigos lloraban y esperaban su hora, pero Ginny no quiso quedarse callada.
-¡Harry, lucha! ¡Estamos contigo y el amor es más fuerte que el odio! ¡Te quiero, siempre te querré!- gritaba con lágrimas en los ojos.
Los mortífagos seguían recitando, aunque cada vez menguaban más sus voces y la fuerza para poder mirar hacia la pelirroja.
-¡Nosotros también te queremos! ¡Tú puedes vencerle, todos podemos vencerle!- gritaba Hermione, sumándose a su compañera.
-¡Eres más fuerte de lo que crees y Voldemort tiene más miedo de ti que tú de él!- intervino Ron.
-¡Lucha, Harry! ¡No te rindas!- decía Neville.
Esto parecía hacer efecto, pues los mortífagos cesaron en su ritual y miraron hacia el pequeño grupo.
Morfin también había dejado de trabajar en el caldero y ordenó que enmudecieran a los jóvenes.
Pero varios magos llegaron a tiempo y logrando esquivar las trampas de los mortífagos.
-DESMAIUS- hechizó George a un mortífago que había desenvainado su varita.
Se detuvo el ritual y comenzó una batalla entre mortífagos y profesores.
-SECTUMSEMPRA- ordenó Snape y otro mortífago cayó herido.
-¡Malditos!- gruñó Morfin y tomó su varita.
-Expelliarmus- dijo Dumbledore y desenvainó al anciano.
-Dumbledore...- se sorprendió al ver al director.
Aberfoth se acercó hacia el anciano y sin dejar de apuntarle con su varita.
-Has llegado tarde, viejo amigo...- se oyó la horrible voz de Voldemort a través de Harry.
Tanto los mortífagos como los maestros, detuvieron la pelea y miraron hacia el joven Gryffindor.
Éste estaba de rodillas y con una horrible mirada hacia Dumbledore. Aunque el señor oscuro tuviera más fuerza en ese momento, se veía una lucha interna en Harry para poder detener las acciones o la influencia de Voldemort en él.
-Draco, el diario- ordenó Voldemort y poco a poco fue obligando a Harry para que extendiera su mano hacia su compañero Slytherin.
Malfoy quiso negarse, pero en un momento de descuido del director Morfin tomó su varita y petrificó a Dumbledore.
En ese momento, varios dementores aparecieron y atacaron a los demás, menos a los seis jóvenes y a los mortífagos.
-¡Draco, el diario!- volvió a ordenar Voldemort.
El chico se quitó la máscara y se encaminó hacia él para darle lo que tanto deseaba. Sin embargo, una joven pelirroja lo llamó.
-¡No lo hagas, Malfoy, por favor!- rogó con lágrimas en los ojos.
Entonces, los ojos de Harry se depositaron en ella como los de Draco y ordenó a Morfin que le diera su varita, a lo que éste accedió encantado.
Nadie podía hacer nada, debían pelear contra varios mortífagos y cuidarse de los dementores. Los seis jóvenes tampoco podían hacer gran cosa, aún estaban atados y vigilados por los cuatro mortífagos. Draco se veía solo y detuvo su marcha al ver a Harry que apuntaba, en contra de su voluntad, hacia Ginny.
Ella tampoco podía protegerse ni hacer nada, era un blanco fácil y sus compañeros no podían moverse para ayudarla, los mortífagos se encargaron de dejar que éste continuara en lo que estaba haciendo, matar a Ginny.
-Si acabo contigo, Harry morirá y solo yo viviré- dijo éste con una mueca en su rostro. Si mataba a la pequeña Weasley, Harry ya no sentiría amor y la poca fuerza que poseía desaparecería para morir.
-Avada Kedabra- dijo, pero su hechizo no tocó a la joven... Draco corrió para interponerse ante Voldemort y recibir el hechizo por ella.
No había soltado el diario, pero tanto él como el libro recibieron el fuerte impacto y el chico cayó inminente en el suelo.
-¡¡NO!!- exclamó Hermione.
Todos los presentes se sorprendieron de lo que había hecho el joven Slytherin.
-¡¡Estúpido!!- concluyó Voldemort y el cuerpo de Harry se desplomó en el suelo.
El joven Potter estaba inconsciente y parecía como si volviera a ser el mismo de siempre.
Entonces, mortífagos y dementores comenzaron a atacar a sus contrincantes.
Cada vez llegaban más magos, algunos eran del Ministerio de Magia y controlaban a los dementores y otros eran familiares de muchos estudiantes de Hogwarts.
Pansy corrió hacia el joven Slytherin, pero Jessica la tomó de la muñeca.
-¡Deja a ese traidor, debemos ayudar a los nuestros!- ordenaba ésta.
-¡¿Y qué crees que estoy haciendo?!- dijo Pansy muy firme.
Jessica entendió su postura e iba a atacarla, pero George invocó Petrificus Totalus y la dejó petrificada en el suelo.
Mientras tanto, Viktor Krum, acudió para liberar a sus seis compañeros de Hogwarts.
Una vez rotas las cadenas, Hermione no dudó en correr hacia Draco y comprobar su estado.
Viktor estaba enamorado de ella desde que la conoció en el cuarto año de Hogwarts y aún seguía sintiendo lo mismo por ella, por lo que se sorprendió de que ésta no le saludara y acudiera al otro joven.
-Tranquilo, yo estoy en tu misma situación- murmuró Ron y triste al ver a la chica que tanto amó.
Pero poco pudieron hablar, cuatro mortífagos dieron con ellos y debían luchar.
Ginny y Luna corrieron hacia Harry, para poder sacarlo de aquel lugar. Sabían que no estaba muerto, pero el que estuviera inconsciente le preocupaba a la pelirroja.
Mientras tanto, Pansy no cesaba de llorar en el inamovible cuerpo de Draco. Hermione se puso de rodillas ante él y miró el rostro de éste. Parecía como si estuviese dormido... En las frías manos del chico, se encontraba el diario de Tom Riddle.
Como le había llegado el hechizo de Avada Kedabra, se había quemado gran parte y ya no era una amenaza.
Los dementores ya habían sido enviados a Azkaban y al Ministerio, varios mortífagos habían muerto en aquella batalla y otros se rindieron para ser encarcelados.
Había sido una batalla dura, pero por fin había acabado todo. Todos aquellos que estaban heridos, fueron llevados al hospital de magos y también los que habían fallecido.
Los seis compañeros esperaban en el pasillo junto con los Weasley, los Clark y los profesores.
Hermione no cesaba de llorar, pues había perdido al chico del que se había vuelto enamorar e ilusionar.
Entonces, de la habitación en la que se encontraba Draco Malfoy, aparece Pansy Parkinson custodiada por dos agentes del Ministerio. La castaña se puso en pie para intentar decirle algo, pero la joven Slytherin se le adelantó al mirarla con los ojos llenos de lágrimas.
Esto le hizo pensar que estaba muerto definitivamente y comenzó a llorar más amargamente.

DRAMIONE

DRACO MALFOY

GINNY WEASLEY Y HARRY POTTER

LUCIUS Y DRACO MALFOY

NEVILLE LONGBOTTOM Y LUNA LOVEGOOD

RON WEASLEY, HERMIONE GRANGER Y HARRY POTTER

SEVERUS SNAPE






miércoles, 19 de junio de 2013

46. Recta final.

Draco no podía permanecer quieto en ningún momento, después de ver que su marca iba desapareciendo, no cesaba de caminar de un lado a otro y pensando en qué debía de hacer para que no le descubrieran.
Solo faltaban horas, aún comenzaba a amanecer, pero el tiempo no se detenía ante nada ni nadie y menos para él. Todavía no se sentía con fuerzas para acabar con la transformación de Voldemort en Harry, él no era así. Tal vez fuera un chico egoísta, presuntuoso, egocéntrico y envidioso... Draco Malfoy era muchas cosas, pero no un asesino.
Siempre tuvo una fuerte rivalidad con Harry Potter, el chico que había sido el primero en todo y para todos; mientras que él solo fue Draco Malfoy, un sangre pura y de la casa Slytherin. Aunque su familia fueran magos de alta clase, nada podía hacer al lado de Harry Potter, el niño que pudo vencer a Lord Voldemort en varias ocasiones.
Y ahora que tenía la oportunidad de acabar con el famoso muchacho que sobrevivió, no se sentía capaz de hacer algo así. ¿Sería por eso que la marca estaba desapareciendo? ¿Podía ser que las intenciones de su corazón estuvieran cambiando? No podía decir que Harry era un amigo más para él, porque no se atrevía a considerarse amigo del que siempre molestaba con sus insultos y malas acciones, pero pudo sentir lo que era la verdadera amistad, aunque solo fuera por unos pocos instantes.
-Todos acabarán descubriéndote, Draco...- susurraba la voz de Voldemort desde el diario que solo podía oír el muchacho.
Éste volteó a mirar hacia la cama en donde se encontraba dicho diario.
-Vamos, ¿acaso deseas morir por una causa perdida? Eres un chico listo y sé que harás lo correcto- decía éste.
-No, no deseo morir...- murmuró el joven Slytherin y dirigió su atención hacia la puerta de la habitación.
-Draco, el señor quiere verte- dijo Lucius desde la puerta.
-Está bien- concluyó y salió, dejando el horrible diario en la cama.
Ni tan si quiera lo miró y tampoco quiso mirar hacia su padre, pues temía que pudiera ver las intenciones del joven.
Por desgracia, Lucius se dio cuenta al ver que éste no había ni cogido el valioso diario y se aproximó a recogerlo. Estaba empezando a creer que su hijo ya no era el mismo y así era, pero no quiso delatarlo por si se lo arrebataban de su lado como a su difunta mujer.
-¿Quería verme, señor?- murmuró el muchacho.
-Me imagino que Harry Potter había confiado en ti plenamente, ¿no es así?- dijo Morfin desde su asiento y con una sonrisa cruel.
El chico asintió e intentó no hacer notar su temor por ser descubierto, aunque hubiera indicios.
-Déjame ver tu brazo- ordenó el anciano.
Draco tragó saliva y el sudor comenzó a aparecer en su blanquecina frente.
-Haz lo que te ordena el señor, Draco- incitó Lucius, pues quería ver o convencerse de que todo lo que estaba sospechando solo eran imaginaciones suyas.
El joven Slytherin no se atrevía a mostrar lo evidente, pero si no lo hacía era reafirmar su situación como desleal y comenzó a remangarse su manga.
Poco a poco, fue mostrando su brazo y a punto estuvo de demostrar su marca casi borrada de mortífago, cuando uno de ellos empezó a dar voces en todo el lugar.
-¡¡Intrusos, intrusos!!- exclamaba, pues había descubierto a Arthur y a George Weasley.
Todos dejaron de mirar hacia Draco y tomaron sus varitas para atacar a los intrusos, por lo que el chico aprovechó para correr hacia la habitación de sus compañeros magos y liberarlos como se lo había prometido a su compañero Gryffindor. Pero había sido descubierto por Melissa que lo estaba apuntando con su varita.
-Como siempre, eres un blando, Draco- murmuró ésta con mucha calma y manteniendo su fría postura.
Éste no pudo hacer nada, tenía la varita bajo su mandíbula.
-¿Acaso te gusta ser débil?-insistió Melissa.
-¿Quién ha dicho que soy débil?- dijo entre dientes éste y mirando hacia su rival.
Ella musitó una leve sonrisa y tomó posición.
-Avada Ke...- fue interrumpida.
-CRUCIO- dijo Hermione con su varita en mano y el hechizo comenzó a torturar a la joven Stevens.
-¿Granger?- murmuró Draco un poco sorprendido de verla fuera de la habitación y llena de tierra.
-¿Y Harry?- le preguntó Ginny.
Éste corrió hacia la habitación, para poder sacarlo de allí, ya que el resto había conseguido escapar. Sin embargo, al llegar a la habitación, Harry estaba extendido en el suelo y helado.
-¿Potter? Eh, Potter- llamaba el muchacho mientras se aproximaba hacia él y con la varita en mano.
Pero Harry no emitía sonido y tampoco podía moverse.
Por lo que, éste se postró ante su compañero Gryffindor y quiso comprobar que estuviera vivo.
-¡¡Harry!!- gritó Ginny desde la entrada. Iba a entrar, pero Ron la tomó de los brazos y la detuvo.
El joven Slytherin intentaba encontrarle el pulso, pero era imposible... Parecía como si hubiera muerto.
En ese momento, los mortífagos entran en la habitación con el resto de compañeros y quitándoles sus varitas.
-Ya pronto es el momento- murmuró Morfin, mientras entraba.
Draco no supo qué hacer y miró a sus seis compañeros magos.
-Esta noche tú acabarás con la transformación del señor Voldemort, Draco- ordenó el anciano con una malvada sonrisa.
El chico no pudo decir ni sí ni no, por lo que dieron por sentado que así sería y los seis jóvenes magos se asombraron al creer que éste, al final, era un traidor.
-¡¡Él confiaba en ti!!- se indignó Ginny con sus ojos inundados de lágrimas.
-Llevaos estas ratas al salón- ordenaba Morfin- Esta noche verán el regreso de Lord Voldemort- comenzó a reír.
Hermione miró con decepción a su compañero Slytherin y negó con la cabeza levemente. Poco a poco, fueron saliendo de la habitación y Draco también estuvo a punto de salir, cabizbajo, cuando oyó un pequeño carraspeo del joven Potter.
Era tan débil que solo éste pudo oírlo por pura suerte.
-Potter, ¿estás bien?- susurró preocupado.
-Sí... Pero estoy... Muy cansado- empezó a toser. Apenas podía abrir los ojos o voltearse a mirar a su compañero.
Draco descendió su mirada y tragó saliva.
-Perdóname, Harry- concluyó Malfoy y salió de la habitación.
El joven Gryffindor, aunque no pudiera moverse, se sorprendió de que éste le llamara por su nombre. Lo que el chico pretendía no era otra cosa que decir, de algún modo, "confía en mí".
Mientras tanto, George ayudaba a su padre a correr por un largo camino en el bosque, huyendo de los dementores y de algunos mortífagos.
Como pudo, se refugió tras un árbol para poder ayudar a su padre a sostenerse mejor en él.
-¡No! George... Yo estoy herido, puedo distraerles y tú aprovecharás para huir- ordenaba Arthur con una voz bastante quebrantada.
-Estás loco si crees que voy a dejarte aquí- se negaba éste mientras intentaba taponar la profunda herida que su padre tenía en el hombro izquierdo.
-George, por favor... Ya perdí a Fred, no quiero perderte a ti- dijo con unas pocas lágrimas en sus ojos.
-Y no me perderás- concluyó y volvió a tomar a su padre, para retomar su huida.
Sus enemigos no andaban muy lejos, pero tampoco podían alcanzarles aún. George corría todo lo que podía, pero su padre estaba muy malherido y no podía moverse con tanta agilidad como él, estaba perdiendo mucha sangre y estaba cada vez más débil.
Estaban cerca de un río bastante caudaloso y el joven pelirrojo no supo cómo ayudar a su padre a atravesarlo sin que les empujara la corriente.
Entonces, Arthur toma su varita con sigilo y apuntó hacia su hijo.
-Perdóname, George... Imperio- murmuró y George no pudo controlar sus actos. En contra de su voluntad y obligado por el hechizo de su padre, dejó a Arthur en la orilla y corrió por el río, como pudo, consiguiendo llegar al otro lado y desapareció de la vista de éste.
El señor Weasley comenzó a llorar, pero sonreía al saber que éste se salvaría y esperó a que le alcanzaran los dementores y mortífagos que les perseguían.
Para cuando pudo darse cuenta, George se encontró en la pendiente con el resto.
-¡George!- lloraba Molly mientras corría para abrazar a su hijo.
-¿Qué ha pasado? ¿Y papá?- no podía recordar con exactitud.
La señora Weasley lo miró a los ojos y negó con la cabeza a la vez que intentaba aguantar las incontroladas ganas de llorar.
-¡No! ¡No...! ¡¡NO!!- el joven pelirrojo parecía entender lo que significaba aquel gesto y comenzó a llorar, a la vez que abrazaba a su madre.
Todos los que estaban allí presente se acercaban para abrazarlos y consolarlos por la pérdida.
Mientras tanto, en la gran sala de la mansión Riddle y encadenada en la pared por sus tobillos, Hermione no paraba de reflexionar en lo que acababa de pasar. Estaba sentada y pegada a la polvorienta pared.
Draco era el que acabaría con la transformación de Voldemort y si eso llegara a pasar, Harry habría muerto para siempre. Ella había confiado en él más que Harry y solo sentía ira, tristeza, vergüenza, engaño, dolor... ¿Cuánto podía doler una mentira de un ser al que amas? Para la joven Granger era como morir en vida.
Pero poco podía estar a solas con sus pensamientos, pues una joven de capucha roja se encaró frente a ésta y sin apartar su fría mirada de la castaña.
Hermione alzó sus ojos hacia Melissa, desafiando a su suerte.
-Maldita sangre sucia- dijo la joven encapuchada y le propinó un golpe en el ojo izquierdo de ésta.
La joven Gryffindor exclamó del dolor por un momento y silenció el pronto llanto.
-Melissa, deja a esa sangre sucia. No merece la pena- murmuró Morfin, al bajar de las escaleras y acompañado de Draco.
El joven Slytherin miró hacia Hermione y al ver el corte de su ojo, se calmó al ver que no había afectado a éste en sí y que solo era un corte desde la ceja hasta casi llegar a la mejilla. Le dolía verla herida.
-Mi señor, no debe fiarse de él- explicaba ésta- Él iba a liberarlos-.
-Sí, lo sé- miró hacia él y manteniendo esa horrible sonrisa.
El chico tragó saliva, estaba asustado y tampoco iba a defenderse con mentiras, Morfin solo creía a Melissa.
-Pero esta noche demostrará, finalmente, a quién debes lealtad- concluyó y se encaminó hacia su asiento.
Habían pocos mortífagos en la mansión, pues aún andaban buscando a todos los intrusos que se habían atrevido a interrumpir sus planes.

FRED, GEORGE, ARTHUR, MOLLY, RON, GINNY Y PERCY WEASLEY

GEORGE WEASLEY

DRACO MALFOY

HARRY POTTER Y GINNY WEASLEY

HERMIONE GRANGER

NEVILLE LONGBOTTOM Y LUNA LOVEGOOD

HERMIONE GRANGER Y RON WEASLEY

DRAMIONE

SEVERUS SNAPE











45. Esperanza.

Había acabado de beber su taza de té y aún permanecía a la espera de Draco Malfoy. El joven Slytherin había entrado con Harry Potter, para poder pedir su última petición.
Poco a poco, la inquietud se fue apoderando más de su mente y su rostro reflejaba seriedad absoluta, pero solo un pequeño carraspeo llamó su atención.
-Mi señor, ¿cree conveniente que Malfoy haya entrado a hablar con Potter? Él no es de fiar- murmuraba Melissa.
Éste esbozó una leve sonrisa y miró a los azulados ojos de la joven.
-No lo he hecho con gusto, pero quiero comprobar si realmente está de nuestro lado o no- continuaba- Por eso, te voy a encargar que lo vigiles con sigilo y al mínimo detalle de deslealtad, lo matarás-.
Ella no dijo nada más, solo asintió y retomó su mirada hacia la puerta de la habitación en la que se encontraba Harry y Draco.
Mientras tanto, Ginny no cesaba de llorar de indignación al mirar hacia Alice Clark. Cuando habían sido atacados por los mortífagos, apenas podían defenderse debido a que habían demasiados y fueron capturados. Pero no pudieron hallar a Harry, por lo que intentaron subsacárselo a base de amenazas.
Tanto a los profesores como a la familia Clark y Weasley, los habían petrificado para luego eliminarlos para siempre, pero prefirieron utilizarlos para amenazar a los jóvenes magos y encontrar al joven Potter.
Nadie parecía dispuesto a confesar acerca del paradero de su compañero Gryffindor, salvo Alice. Ella no dudó en confesar dónde se hallaba éste y gracias a esto, pudo salvar a los adultos.
Sin embargo, había puesto en mayor peligro a todas y a cada una de las personas de este mundo, ya sean muggles o no.
La pequeña Weasley daba algunos suspiros de tristeza mientras bajaba la mirada y dejaba caer tantas lágrimas como tuvieran sus azulados ojos.
-Tranquila, Ginny... En todos estos años, siempre hemos conseguido salir a delante y vencer a Voldemort en todas sus artimañas- consolaba Hermione, aunque se le notaba preocupada.
-¡Esta vez es diferente! ¡Todo es diferente!- miró con ira a Alice.
-¡¿Y qué esperabas?! ¡A lo mejor no te importa ver morir a gente, pero a mí sí y sé que hice lo correcto!- se defendía la joven Clark.
Ginny se puso en pie y mirándola aún del mismo modo.
-¡Has sentenciado al mundo! ¡Si Voldemort vuelve a la vida, todos moriremos pedazo de idiota!- concluyó la pelirroja.
Alice no tuvo palabras para contrarrestar a aquellas palabras, más bien la hicieron meditar en ello.
Hermione tomó de los hombros a su amiga Weasley y le ofreció el asiento en el que se encontraba antes de aquella pequeña discusión.
-Ginny tiene razón- decía Ron con un tono apagado- Todos estamos sentenciados a muerte y no podemos hacer nada por evitarlo-.
-No debemos perder la fe- murmuró Luna con un brote de esperanza en su voz.
Todos miraron hacia ella e intentaron creer en aquellas palabras, aunque les era bastante difícil. Sabían que no siempre se podía ganar...
-Luna tiene razón- recalcó Neville mientras se incorporaba y tomaba el lado derecho de su compañera Ravenclaw.
-¿Cómo podéis estar tan seguros de que ganaremos esta vez?- dijo Ron.
-¿Y por qué no? Si debemos morir ahora, debemos de pensar hasta dónde hemos llegado- continuaba la joven Lovegood- Hemos superado pruebas difíciles aún sabiendo que era imposible, ¿por qué, ahora, no puede ser lo mismo?-.
El pequeño grupo meditó en esas palabras y era cierto. ¿Cuántas veces se encontraban en circunstancias similares y han podido salir adelante vivos? Tal vez este no sea el caso, pero ¿y si pudieran sobrevivir? 
-Lo último que se debe perder es la esperanza- concluyó Neville con una sonrisa convencido de su postura.
Al parecer, todos pudieron sentir nuevas fuerzas y no importaba que fueran pequeñas.
En ese momento, en Hogwarts, varios magos sobrevolaron el cielo oscuro y con rumbo a la mansión Riddle. No iba a ser fácil la entrada, pues se encontrarían con varias trampas en el camino a su destino y debían ir precavidos.
Dumbledore iba a tomar su escoba, al igual que Snape.
-Espero haber confiado en la persona adecuada- confesó el director al antiguo profesor de pociones.
-Draco no fallará- concluyó Severus sin mirarlo y siguió a sus compañeros que sobrevolaban el cielo.
-¡Director Dumbledore, señor!- llamaba Hagrid. Éste volteó para mirar al gigante guardabosques.
-Señor Dumbledore, quiero luchar... Por favor- rogó.
-Lo siento, Hagrid, pero es imposible. Sabes que yo te dejaría ir, pero no puedes arriesgar tu vida de esta manera... Podrías morir- explicaba comprensivamente.
-¿Y qué espera que haga? Tal vez esta sea la última vez que vea a Harry con vida y...- comenzó a llorar.
El director se acercó a éste.
-Hagrid, no pienso dejar que eso pase. No, mientras yo viva- concluyó y tomó vuelo en su escoba.
El gigante no estaba del todo convencido, pero era cierto lo que le había dicho el director. No estaba preparado para una lucha contra mortífagos, ya que se le había prohibido usar la magia y tampoco tenía tanto conocimiento sobre hechizos para poder defenderse ante los ataques.
Mientras tanto, el sol comenzaba a aparecer en el estrellado cielo y todos los seguidores de Voldemort estaban preparando cada detalle para el gran y horrible acontecimiento.
Algunas nubes grises fueron acercándose hacia la mansión Riddle y Harry apenas pudo pegar ojo.
Estaba mirando hacia la ventana y sin quererlo, pudo ver el reflejo de Lord Voldemort en los cristales de dicha ventana. Sus verdes ojos se llenaron de ira e impotencia, por lo que golpeó el cristal.
Esto provocó que se cortara sus nudillos y comenzara a sangrar, pero no le importó.
-No quiero morir- dijo en sollozos y mirando hacia los pequeños rayos de sol y dejando caer una pequeña lágrima.
Harry no era el único que lo pasaba mal, Draco tampoco pudo descansar y mucho menos al saber que él iba a ser el que cumpliera con el deber de concluir con la transformación de Voldemort.
Su padre le había dado el diario de Tom Riddle y éste no tuvo valor de cogerlo, pues sentía miedo y también rabia.
Era ilógico que se le mandara a aquella misión, él había dejado de ser fiel al lado mortífago y volvió a mirar la marca de su brazo. Se sorprendió al ver que, la marca, comenzaba a borrarse y apenas se podía apreciar, solo quedaban unos pequeños rasguños de las heridas que se provocaba para borrarlas.
¿Cómo era posible? Pero debía de volver a bajarse la manga de su abrigo, había notado que alguien le espiaba y no se equivocaba. Melissa Stevens lo estaba vigilando muy de cerca.
-Draco, ¿estás bien?- murmuró Pansy que había aparecido de repente.
Éste la miró de inmediato y asintió, pero volvió a retomar su mirada en el suelo.
-Has cambiado y todos lo hemos notado- explicaba la joven en voz baja y sentándose al lado de su compañero.
-Está claro que he cambiado- dijo éste y depositando su mirada en ella.
-No entiendo qué quieres decir con eso- confesó Pansy.
-Quiero decir que es normal el que haya cambiado, las cosas han cambiado- concluyó y se incorporó para tomar el diario.
La joven Slytherin no pudo decir nada más, solo pudo ver cómo se iba su compañero hacia el gran salón. Ella sabía que no era el mismo de hace varios años, pero si decía algo de esto podría provocarle más problemas de los que ya tenía.
Mientras bajaba las escaleras, pudo sentir como si oyera la voz de Tom Riddle, llamándole.
Draco sintió escalofríos y el miedo comenzaba a apoderarse de él. Miraba de un lado a otro y cada vez era más notoria la voz de éste.
No cesaba de llamarle una y otra vez. Hasta que, el diario, comenzó a quemarle en su helada mano. Esto provocó que el chico soltara el diario y lo dejara caer al suelo. De repente, las páginas empezaron a pasarse rápidamente y en todas se escribía, como en pluma, traidor.
-Draco, ¿ocurre algo?- murmuró Lucius, al ver a su hijo mirando el diario cerrado y en el suelo.
El chico miró hacia éste y negó con la cabeza, recogió el diario y bajó los últimos escalones.
Lucius sabía que algo le pasaba, pero prefirió ignorarlo y pensar que todo iba bien.
El joven Malfoy se encerró en una de las habitaciones individuales, necesitaba estar a solas y dejó el diario en la cama que había allí. Necesitaba comprobar una cosa, por lo que volvió a levantarse la manga de su abrigo y ver si había cambiado algo en su brazo. Efectivamente, apenas se podía apreciar la marca de mortífago y ahora pudo entender el por qué le había pasado eso en las escaleras.
Voldemort sabía de su deslealtad.
-La marca está desapareciendo- murmuró Snape al director, a éste también le estaba ocurriendo lo mismo.
Los Weasley, los Clark, MagGonagall, Igor Karkaroff, Viktor Krum y Tom Ivanov, habían llegado hasta un saliente que conducía hasta la mansión Riddle que se encontraba a varios metros por debajo de ellos.
No habían sido descubiertos y aún debían examinar el terreno para poder entrar.
Severus y el director se habían apartado unos pocos metros de ellos, debían hablar de la situación.
-Si Draco ya no es mortífago, tal vez podría...- intentaba decir Dumbledore.
-Imposible- interrumpió Snape.
Aberforth lo miró con incertidumbre y esperó a la explicación.
-La marca puede desaparecer, pero si Draco completa la transformación de Voldemort... Se habrá convertido en mortífago, para siempre- explicó el antiguo profesor de pociones.
-Entonces debemos darnos prisa- apresuró Dumbledore.
-Es imposible acceder tan fácilmente, querido amigo- dijo Igor Karkaroff.
-Tienen dementores que rodean la mansión y el jardín- detalló Arthur Weasley.
-¿Y no podemos usar el Expecto Patronum?- murmuró George.
-No, es imposible- continuaba Igor- Podemos apartar a unos pocos, pero desconocemos las trampas que puedan aparecer mientras nos adentramos-.
-No queda más remedio que volver a buscar una posible entrada- concluyó el director.
Todos asintieron y se dividieron para poder hallar algún modo de entrar un poco menos peligroso, algún rincón que los mortífagos pasaran por alto.
Mientras tanto, en la habitación de los jóvenes prisioneros, Hermione tramaba algo en el viejo suelo de la mansión.
Ninguno de sus compañeros prestó atención a lo que estaba haciendo, pero un pequeño zumbido llegó a los oídos de éstos y voltearon a mirarla.
-Hermione, ¿qué se supone que estás haciendo?- susurró Ron, para que no descubrieran que estaban tramando algo.
-Estoy abriendo nuestra puerta hacia la libertad- confesó en el mismo tono de voz y con una sonrisa.
-¿Qué es eso?- preguntó Ginny, mientras miraba como una especie de araña roja comenzaba a comerse las pequeñas tablas de madera hasta crear un pequeño agujero que crecía a medida que seguía comiendo.
-Es un Snargold- dijo Luna, bastante contenta de ver a la pequeña y peluda criatura.
-¿Un qué?- preguntó Ron.
-Un Snargold- continuaba la joven Ravenclaw- Es un insecto bastante glotón, le gusta comer madera y escarbar en la tierra-.
-¿Y cómo pudiste meterlo en la habitación?- dijo Neville.
La castaña volteó con esa misma sonrisa.
-Nos quitaron las varitas y aquí no podemos emplear ningún tipo de hechizo- continuaba la joven Granger- Y el Snargold no es ni una varita ni tampoco es un hechizo-.
Los seis compañeros empezaron a alegrarse más y observaban cómo comía la pequeña araña y cómo iba creciendo el agujero donde éste comía.
-¿Y por qué no nos has dicho que lo llevabas encima?- preguntó Ron.
-Los Snargold invernan y hoy ha acabado el invierno- aclaró la castaña.
-Me encanta cuando acaba el invierno- concluyó Ron con una sonrisa.

DRAMIONE

HARRY POTTER Y GINNY WEASLEY

HERMIONE GRANGER

NEVILLE LONGBOTTOM Y LUNA LOVEGOOD

RON WEASLEY Y HERMIONE GRANGER

DRACO MALFOY