Habían entrado algunas hojas secas que finalizaban con el entrañable otoño y el frío acariciaba el roble suelo del gran salón. La luna brillaba más que nunca en esa invernal noche y de la gran ventana, que estaba rota, se oía el susurro del viento.
A pesar del frío, todo era como una agradable sensación para la joven Hermione.
Llevaba su conjunto de pijama azulado que le habían regalado sus padres, ideal para el invierno.
En ese momento, unas frías manos se apoyaron en sus perfectos hombros; ella sonrió y siguió mirando el paisaje que reflejaba aquella quebrantada ventana.
-¿No puedes dormir?- susurraba aquella hermosa voz del joven Slytherin.
-No del todo... Tuve una pesadilla- respondió la joven, mientras acariciaba la mano de su compañero.
-¿Qué has soñado?- decía con una voz suave y dulce.
-No lo recuerdo... Lo siento- mentía, pues su pesadilla no era otra que la traición de su amado Malfoy.
Él suspiró, suavemente, acarició los ligeros mechones del cabello de la joven y besó, un momento, la cabeza de ésta.
-Malfoy, ¿no estás nervioso por saber cómo estarán tus padres?- intentaba examinarle.
Éste dejó de besar la castaña cabeza de la joven y se quedó meditando en la pregunta. Ciertamente, él esperaba ver a sus padres en aquella mansión; sin embargo, se asombró grandemente al no hallarlos. ¿Dónde podrían estar? ¿Acaso no han podido llegar a la mansión? ¿O es que se han marchado con lo que tanto estaban deseando encontrar?
-¿Malfoy?- se preocupaba de aquel silencio.
-Lo siento, Granger... Es cierto que he estado muy preocupado, pero la prioridad es Potter- contrarrestaba astutamente.
-¿De verdad te preocupa tanto Harry?- en cierto modo se asombraba, pero mantenía la calma.
-En cierto modo, sí- parecía sincero.
Ella se dio la vuelta y lo miró a los ojos, sonrió y él correspondió a su gesto.
-¿Qué pasará con Parkinson? Es decir, ella es tu prometida y...- la interrumpió el muchacho.
-Escucha, Granger, Pansy me cae bien pero no la veo como la futura mujer Malfoy- decía con esa sonrisa y mirada sincera.
Ella sonrió y bajó la mirada, algo ruborizada.
-Sin embargo, tú sí veías a Weasley de ese modo, ¿no?- le dolían esas palabras, pero trataba de disimularlo.
-¿Ron? Bueno, siempre fue mi primer amor... Es cierto, sí le veía de ese modo- decía la joven, aún con la mirada baja.
-¿Aún lo miras así?- se entristecía por dentro.
Ella lo miró y negó con la cabeza.
-Es extraño, pero no. Siempre pensé que me casaría con él y que formaríamos una familia... Ahora no lo veo así, solo lo veo como algo imposible- se cruzaba de brazos mientras miraba hacia otro lado.
Él sintió un fuerte deseo de su interior, deseaba abrazarla fuertemente y no soltarla jamás; pero sus manos titubeaban de si debía hacerlo o no. A pesar de que ahora parecían ser algo más que compañeros, no estaba muy claro cuáles eran los límites.
Pero él optó por arriesgarse y abrazó, fuertemente y con amor, a la muchacha.
Ella estaba sorprendida, aquella vez que pensó en cómo sería abrazar a Malfoy, se estaba haciendo realidad.
-Lo siento, Granger- murmuró.
Hermione sonrió en secreto, cruzó sus brazos alrededor del chico y comenzó a escuchar los cálidos latidos de su compañero.
Para su ignorancia, alguien los observaba desde lo alto de las escaleras.
El joven Weasley se sentó en el escalón y se quedó mirando la doliente escena, pero no dijo nada y tampoco pretendía llamar la atención.
Entonces, en ese momento, una melena pelirroja se acercaba a su dolorido hermano.
-¿Ron?- susurró, pues también estaba presenciando la escena. Estaba muy sorprendida, absorta a lo que ocurría y también dolida.
-¿Sabes? Me duele verla así de feliz con otro, ¿soy mala persona por eso?- decía en voz muy baja y dejando escapar algunas lágrimas.
Ginny se sentó al lado de éste y lo abrazó.
-Lo siento mucho, Ron...- no sabía cómo animar a su hermano.
-Es cierto que me molesta, pero sé que no puedo hacer nada- seguía lamentándose.
Ginny besó la cabeza pelirroja de su hermano y comenzó a llorar por él, pero en silencio.
Entonces, el joven Malfoy dejó de abrazar a Hermione y la miró a sus castaños ojos. Acercó su mano, para acariciar la mejilla de ésta y tragó saliva.
-Será mejor que me vaya a dormir- dijo la joven, un poco más animada y olvidando su horrible pesadilla.
-Sí, será lo mejor- sonreía levemente.
La joven comenzó a andar hacia las escaleras y, sin que ella se diera cuenta, Ron y Ginny entraron en la habitación de Harry.
Estaba a punto de subir el primer escalón, pero detuvo su camino y volteó para mirar a Draco una vez más.
Él estaba llegando al viejo sillón y, ésta, convencida de que había cambiado por completo, se abalanzó al joven Slytherin y lo abrazó de espaldas.
Éste se sorprendió, pero sonrió y acarició las manos de la muchacha que hacían de cinturón en su vientre.
-Buenas noches- murmuró ella, con una voz cálida.
-Que descanses, Granger- dijo, intentando ocultar los acelerados latidos de su corazón.
Mientras tanto, en la habitación del joven Potter, Ginny y Ron estaban tras la puerta, esperando oír cómo Hermione llegaba a su habitación y cerraba la puerta.
-¿Por qué tarda tanto?- se preocupaba aún más.
-Ron, si ella siente algo por Malfoy...- intentaba explicarse, pero la interrumpió.
-Aún la amo, Ginny. Puede que ya no me quiera, como lo querrá a él, pero aún siento algo por Hermione- la miraba con lágrimas de injusticia en sus ojos.
Ella silenció, había comprendido los sentimientos de su hermano y lo volvió a abrazar.
-Debes olvidarla, Ron... Debes olvidarla- seguía abrazándolo.
El joven Weasley sabía que tenía razón, pero antes quería solucionar algunas cosas que tenía pendiente.
Entonces, oyeron a Hermione entrar en su habitación y cerrar la puerta.
-¿Qué haces, Ron?- decía Ginny, mientras veía a su hermano salir de la habitación.
-Voy a solucionar lo que dejé pendiente- concluyó cerrando la puerta.
Ella estaba preocupada, ¿y si iban a pelearse? Decidió espiar en silencio, dejó la puerta del cuarto entreabierta y se asomó a las escaleras.
Allí estaba el pelirrojo descendiendo, tranquilamente, los escalones y Malfoy esperándolo al final.
Estaban serios, no parecían dispuestos a pelear; pero Ginny no se apartó de su lugar.
-¿Qué pasa, Weasley?- decía Draco, en voz baja para no alertar a los demás.
-Tú eres lo que me pasa, ¿desde cuándo te ha interesado Hermione?- aún le faltaban los dos últimos escalones, pero prefirió mantener esos dos escalones de distancia entre Draco y él.
-¿Qué te sorprende más, que yo esté con Granger o que ella quiera estar conmigo?- mantenía su rostro serio.
Ron burló un momento, bajó la mirada y volvió a depositarla en los ojos de su enemigo.
-¿Desde cuándo te importa Hermione? Siempre la has humillado, insultado, enojado e incluso dañado. ¿Qué haces, Malfoy?- recalcaba el joven Weasley.
-¿Por qué no te metes en tus asuntos?- miraba con desprecio y caminó hacia el sillón, ignorando a Ron.
Pero el joven Weasley no se daba por vencido, bajó los dos últimos escalones y lo tomó del hombro para darle, nuevamente, la vuelta y que le mire a la cara.
-Escucha, siempre tuvimos discusiones y reconciliaciones... Intenté no hacerle daño jamás, por tu bien, que siga así de feliz- amenazaba.
El chico Slytherin lo miró aún serio, pero prestando atención a lo que le decía su compañero Gryffindor.
-Más te vale, que Hermione siga así de feliz, porque te juro que iré a por ti y acabaré contigo- concluyó y dirigió sus pasos hacia las escaleras.
Draco bajó la mirada y quedó en silencio. Tenía deseos de responder varias cosas, pero aún sentía reparo por ellas.
Ginny entró, rápidamente, en su habitación y tomó un lugar al lado del joven Potter.
Entonces, su hermano entra en la habitación y cierra la puerta tras de sí.
-¿Cómo fue?- murmuró ella, para no despertar a Harry.
Ron la miró, algo cabizbajo y asintió, dando a entender que todo iba bien.
Ella quiso saber un poco más, porque apenas había podido oír nada; pero no quiso molestar más a su hermano y lo dejó estar.
Mientras tanto, en las oscuras mazmorras de Hogwarts, el director Dumbledore guiaba a ese extraño hombre, de capa y ropas negras, hacia el exterior de la escuela y sin ser visto por ningún profesor ni alumno.
-¿Sabe dónde está Potter, señor director?- murmuraba, suave y firme a su vez.
-Tengo una ligera idea, pero no puedo ir hasta allí. Sería muy arriesgado- respondía el director, que iba delante de éste y con la mirada al frente.
Ya casi estaban llegando al final de las mazmorras.
-Entonces, iré hasta allí...- fue interrumpido.
-Pero no te hagas ver y tampoco olvides eso. Ese objeto debe ser destruido con mis propias manos, así que, tráelo también- concluyó, ya mirando a su enviado y sosteniendo la puerta que daba a la salida.
Éste hombre asintió y esperó a que, el director, abriera la puerta y lo dejara hacer el trabajo para lo que le había encomendado.
Antes de que, la luna, reflejara el rostro de este hombre, se puso su capucha y desapareció por completo.
-Cuídate mucho, Harry Potter- susurró para sí el director.
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