Las cosas en Hogwarts solo empeoraban más de lo que se esperaba, Aberforth Dumbledore salía de su despacho a paso ligero y muy preocupado.
Desde hacía bastante tiempo, no sabía de la situación en la que se encontraba el joven Potter y no podía descansar ni un solo segundo.
Mientras andaba por los extensos pasillos de la escuela, el director se detuvo a contemplar cómo oscurecía el cielo y comenzaba a helarse.
-Ya están aquí- murmuró para sí.
En ese momento, unos apresurados pasos iban a dar con él. Era la profesora McGonagall con el nuevo profesor de pociones, Jules Reason.
-Señor director, el Ministerio de Magia...- decía ésta, en voz baja y algo tensa.
-Lo sé, gracias profesora McGonagall- interrumpía, intentando reflejar algo de calma.
-Director Dumbledore, he de comunicarle una cosa- decía Reason con esa persuasiva voz.
Aberforth lo miró, en ese instante, y algo lo hacía mirar con cierta desconfianza.
-¿De qué trata, profesor?- actuaba con normalidad.
-Es sobre los jóvenes que han escapado, señor- decía en voz baja y acaparando el director para sí, procurando que solo sea cosa de ellos dos.
El director comenzó a preocuparse, pensaba que Umbridge los había encontrado.
-Solo han regresado cuatro. La señorita Luna Lovegood, la señorita Jessica Simmons, el señor Neville Longbottom y la señorita Pansy Parkinson-.
-¿Y el resto?- se preocupaba de que estuvieran en peligro de muerte.
-No se ha encontrado nada...- se lamentaba.
-Está bien, llévame hasta ellos luego y ni una palabra al Ministerio- concluyó mientras continuaba su camino hasta el gran comedor y recibir a sus insoportables visitantes.
En ese momento, en aquel pasillo, Reason quedó solo y su mirada cambió.
Veía como, McGonagall seguía al director y le susurraba varias cosas que éste no podía oír con claridad.
-Mucha suerte, director Dumbledore- murmuró con una macabra sonrisa y caminó hacia la clase de pociones.
Entró y cerró la puerta, no quería que le oyeran.
-¿Se puede saber qué habéis hecho?- decía entre dientes y aguantando su enojo.
-Lo siento, señor... La culpa fue de Jessica, ella...- se intentaba defender Pansy, pero éste la interrumpió lanzando un hechizo Expulso a una estantería llena de frascos vacíos.
-Os ordené solo una cosa, ¡una sola! ¿Cómo es posible que seáis tan inútiles?- se enfurecía, pero intentaba no alzar mucho su voz.
-Pero no lo hemos hecho tan mal... Draco se quedó con Harry Potter...- murmuraba con miedo la joven Jessica.
Éste la miró y reflexionó.
-Bueno, tal vez, no esté tan mal después de todo... Al fin, un Malfoy que sabe hacer un trabajo completo- burlaba mientras guardaba su barita.
-¿Eso significa que no está enfadado?- decía, casi temblando, Parkinson.
-No del todo, pero espero que no lo hagáis peor la próxima vez- murmuraba, mientras las miraba de reojo.
Las chicas asintieron y salieron por la puerta que las llevaba a las mazmorras. De allí, llegarían sin ser vistas hasta la sala común de Slytherin y Gryffindor.
Reason caminó hasta su mesa y tomó, del viejo cajón, un cuaderno de apuntes que pertenecía al Príncipe Mestizo.
-Hola, viejo amigo...- murmuraba con una expresión fría y leyendo dicho cuaderno.
Las cosas empeoraban más rápido de lo que esperaban y los cinco jóvenes no eran conscientes de todas estas cosas.
Aún, en la antigua casa de la familia Potter, buscaban el medio por el que poder desplazarse sin arriesgarse a ser vistos por los dementores o por alguien del Ministerio de Magia.
-No tenemos escobas, no tenemos pociones para la invisibilidad... ¿Cómo podemos desplazarnos hasta la mansión Riddle?- decía Harry, mientras caminaba de un lado a otro en aquel salón.
-¿Por qué no usamos un traslador?- decía Hermione, que estaba sentada en uno de los escalones.
-No funcionaría...- murmuró Draco, desde la cocina y unos metros alejado de los demás.
Todos miraron hacia él y buscaban una explicación.
-Lo único que nos quedaría sería una Aparición Conjunta...-continuaba, pero con cierto temor en su voz- Nunca lo he hecho, pero lo puedo intentar-.
-Pero, si eres un mortífago, ¿por qué no...?- decía Harry, pero Draco burló.
-Es imposible, Potter. Solo puedo hacerlo de esta manera- concluyó mientras ofrecía su mano e intentar una Aparición Conjunta.
Todos se miraron entre sí, ¿podrían fiarse de él? Era evidente que no les quedaba de otra y, Harry, fue el primero en tomar su mano.
-Nada de trucos- le susurró éste a su compañero Slytherin.
Él lo miró y asintió. Hermione tomó la mano de éste, ya que, Ron y Ginny no se sentían cómodos con Draco.
-Bien, esta es la primera vez que hago esto... Así que, no os soltéis- concluyó y cerró sus ojos.
Los demás le imitaron y deseaban, desde lo más profundo de su ser, que funcionara sin problemas.
En ese momento, sintieron que todo daba vueltas y que nada afianzaba sus pies, parecía ser que estaba hiendo bien; pero el joven Draco comenzó a apretar la mano de la joven Granger, al parecer algo le estaba dañando el brazo.
Por fortuna, habían afianzado sus pies en un terreno seguro y, poco a poco, abrieron sus ojos. Estaban en el jardín trasero de la familia Riddle, lo habían conseguido y todo parecía haber salido bien.
-Gracias, Malfoy- dijo Harry, mirándole más confiadamente, aunque tenía sus reservas.
Éste asintió y sostuvo, disimuladamente, su antebrazo izquierdo.
Hermione se percató de ello, ya que, pudo sentir cómo la sostenía con fuerza.
Todos comenzaron a dirigirse hacia la gran casa, mientras que, la joven aprovechó para acercarse a él.
-Malfoy, ¿estás bien?- susurró Hermione.
Él la miró, estaba sorprendido de que se preocupara por su bienestar... A pesar del daño que le había hecho.
-Tranquila, Granger, no es...- le comenzaba a escocer y apretó su antebrazo con más fuerza.
El resto, al oír su quejido, voltearon para observar lo que pasaba. Hermione se acercó a Draco y tocó la mano que sujetaba su antebrazo.
-Déjame ver- decía la joven, temiéndose algo.
-He dicho que estoy bien, ¿por qué te molestas por mí?- intentaba hacerse el duro con ella y alejarla de su lado.
-Malfoy, deja que te ayude. Ella es buena con los hechizos- insistía Harry, preocupándose por su compañero.
Éste le miró y bajó la mirada, sentía que no merecía tanta compasión.
-Solo es un rasguño, vamos, entremos- concluyó encaminándose hacia la mansión.
Todos le siguieron y lo dejaron estar.
La casa, a pesar de llevar tanto tiempo desocupada, estaba intacta y bien mantenida. Los cinco jóvenes llegaron a la puerta y, Ron, apuntó con su barita a la cerradura.
-Alohomora- murmuró y, la puerta, quedó entreabierta.
Todos sacaron sus baritas, salvo Draco, que aún sostenía su brazo. Ron entró el primero, Ginny le siguió, Harry entró junto con Hermione y Draco quedó último.
Harry miró de un lado a otro, parecía como si nunca hubiera estado abandonada y todo parecía recién limpiado.
No había polvo ni telarañas y todo estaba en su lugar.
-Vaya, ¿seguro que no hay nadie viviendo aquí?- decía Harry mirando cada rincón, asombrado.
-Esto... Harry, ¿de qué estás hablando? Es evidente que no hay nadie- decía Ron, muy preocupado.
En ese momento, Harry, toma sus gafas y las limpia con el borde de su camisa; al volver a ponérselas, su visión de la casa es bastante distinta a la primera vez.
Estaba polvorienta, faltaban adornos, había humedad en el techo y parecía una casa de antaño... ¿Cómo era posible que hubiera visto lo que no era? Antes, las paredes estaban pintadas de un color blanquecino, el suelo de madera estaba impoluto y el techo relucía casi como el cielo. Pero, al mirar "mejor", las paredes estaban invadidas de telarañas y el polvo oscureció el color blanquecino; el suelo estaba agrietado e invadido de ramas y hojas secas que entraban de una ventana rota; y el techo tenía humedad, aparte de telarañas.
-Pero... Yo vi...- seguía sin creérselo.
-Sí, lo sabemos... Es por culpa de Voldemort- decía Ginny, abrazando el brazo del chico.
-Bien, pues, vamos a inspeccionar las habitaciones- decía Ron, mientras subía las elegantes escaleras.
-Ginny y Hermione, os encargáis de los hechizos y, Malfoy... Descansa- decía Harry, con una media sonrisa.
Todos comenzaron a hacer lo que les había dicho el joven Potter y, Draco, se sentó en el cómodo sillón del gran salón.
Levemente, se levantó la manga del jersey y ahora entendía su escozor. Como, Voldemort, no había sido vencido del todo su símbolo de mortífago no desapareció del todo; por eso, antes de que guiara a sus compañeros hasta ese lugar, se había estado dañando el brazo para borrar esa horrible marca.
Pero, no había desaparecido ni un ápice y, debido a los rasguños y magulladuras, comenzó a sangrarle.
-Maldito...- dijo entre dientes y en voz muy baja, mientras taponaba la herida.
Mientras tanto, en los extensos jardines, Hermione no paraba de preocuparse por Draco.
-Ginny, ¿te importa seguir?- dijo la joven, mirando a su amiga.
-No me digas que vas a ayudar a ese...-.
-Sé lo que quieres decir, pero Harry lo necesita para esto- interrumpió, intentando no hacerse notar que está preocupada por él.
La joven Weasley creyó en su amiga, sonrió y asintió.
-Pero ten cuidado con él- advirtió.
Hermione asintió y corrió hacia la casa. Cuando llegó hasta donde estaba el joven Slytherin, intentó cambiar su semblante. No quería reflejar que temía por cómo podría estar y dio con el chico.
-¿Qué haces aquí? ¿No tendrías que estar con tu amiga?- murmuraba, pues no quería que, Ron, le escuchara hablar con ella.
-Harry te necesita, así que, déjame ver el brazo- dijo mientras se sentaba al lado de él.
Dibujó una sonrisa en su rostro y se subió la manga. Hermione se había sorprendido al ver la marca intacta y la piel malherida.
-Pero, ¿cómo se te ocurre hacerte esto?- no salía de su asombro.
-No sabes qué es sentirte como la peor escoria del mundo, ¿verdad, Granger?- decía sin mirarla.
¿Por qué le estaba diciendo eso? Siempre había estado bajo el servicio de Voldemort y ahora se renegaba de ello, ¿por qué? ¿Desde cuándo, Malfoy, deseaba cambiar a mejor?
Hermione tomó el brazo y sacó un pañuelo de su abrigo.
-Voy a limpiar la sangre, así podré ver cómo es la herida...- decía en voz baja.
Él no dijo nada, solo dejó que ella continuara con su trabajo.
Mientras tanto, en la última planta de las habitaciones, Harry sintió un fuerte escozor en su frente. La vista se le nublaba y comenzaba a sentir mareos, hasta que, sin saber cómo, había llegado a una puerta alejada de las demás y más antigua que el resto.
-Harry... Harry Potter...- susurraba una voz reconocible a los oídos del chico.
Era Voldemort, pero apenas pudo distinguirlo del todo, pues la brisa se mezclaba con aquellos pequeños ecos.
Entonces, al tocar el pomo de la puerta, su visión cambió. Volvió a ver la casa como antes, limpia, nueva y ordenada. Sabía que solo era una alucinación, pero podía sentir cosas reales... El cómo, ni él lo sabe.
Abrió la puerta y pudo apreciar una amplia habitación para un niño. Todo estaba ordenado e iluminado. Apenas habían juguetes, solo habían libros y repisas repletas de frascos con insectos comunes y vivos.
Entonces, al mirar hacia la cama del niño, se da cuenta de quién estaba sentado al borde de dicha cama.
Estaba leyendo y parecía un niño normal y feliz.
-¿Tom? ¿Tom Riddle?... ¿Sabes quién soy?- decía Harry, mientras se acercaba poco a poco al chico.
Pero, el niño no podía oírle ni verle. Tampoco podía sentir ni saber que, Harry, estaba allí con él.
Entonces, alguien entra en su habitación, era un hombre alto, de ojos azules y pelo rubio.
-Es hora de comer, baja- dijo aquel hombre con un tono frío.
-No tengo hambre, tío Morfin- decía el niño, alzando su vista a su único pariente.
Éste cogió al niño de la ropa y lo obligó a bajar las escaleras.
-¡No tengo hambre, por favor, tío Morfin! ¡No!- gritaba el chico y pataleando contra el suelo.
Harry sentía injusticia, sabía qué era el que le trataran de aquella forma. Su tío Vernon siempre le había tratado de ese modo.
-¡Cállate! ¡Si digo que bajes a comer, bajas a comer!- lo había tirado al suelo.
El chico no desramó ni una lágrima y miró, con odio, a su tío.
Harry intentaba evitar esos sentimientos, pero no podía evitar el sentir impotencia ante esa conocida injusticia.
Movió su cabeza como lo hizo el niño al incorporarse y, en un abrir y cerrar de ojos, éste se encontró en las escaleras que daban a las habitaciones del segundo piso.
-Harry, ¿estás bien?- murmuró Ron, mientras subía las escaleras del último piso.
-Sí... Lo siento...- susurró y bajó, rápidamente, las escaleras.
-Pero, Harry...- insistía, pues sabía que algo no iba bien.
-¡He dicho que estoy bien!- exclamó Harry, aún estaba irritado por lo que le había pasado a Tom.
Ron quedó mudo, se había dado cuenta de que algo le pasaba a su mejor amigo.
-Lo siento, Ron... Estoy cansado, nada más- sonrió levemente.
-Claro... Vamos, te acompaño- actuó como si no tuviera importancia, pero no dudaría en contárselo a los demás y estar alertas.
La noche había llegado, al fin, y todos habían acabado de comer.
-Ginny, quédate con Harry. Yo dormiré en la habitación de al lado, si pasa algo, no importa el qué, me avisas- susurraba Ron.
Ella asintió y acompañó a Harry hasta la habitación. El chico estaba agotado y débil... Apenas había comido.
Ron miró, de reojo, a Draco y subió las escaleras. El joven Slytherin no cesaba de mirar su brazo vendado.
Aún podía recordar las fuertes palpitaciones, cuando estaba con Hermione. No la miró ni una sola vez, pero podía oler su perfume y sentirla cerca... Parecía como si estuviera dándose cuenta de lo que sentía.
Hermione había bajado de su habitación y, sin darse cuenta de que Draco estaba aún en el salón, salió al jardín trasero de la mansión.
Necesitaba pensar y, en la habitación, sentía que no podía hacerlo.
Al salir, sintió paz y se sentó en un pequeño banco de madera que había en el porche trasero.
Pudo ver las estrellas y la luna, hacia tantos días que no podía salir a ver la deslumbrante noche...
No cesaba en pensar en su situación con Ron, en comparación con Draco. ¿Qué había cambiado, para que haya llegado a esto? Había llegado a un callejón sin salida y decidió pensar en lo que les había pasado en aquel asolado mercado.
¿Quién era el traidor del que hablaba? ¿Quién, realmente, se hizo pasar por la dependienta y aconsejarles? Hermione nunca había estado tan distraída como este año.
Sin embargo, alguien la acompañó en esa noche.
-¿Todo bien, Granger?- murmuró una voz bastante reconocible para la joven.
-¿Te he despertado?- casi parecía molesta.
-No... No podía dormir- continuaba, algo nervioso pero procuraba no hacerlo notar- ¿Puedo sentarme?-.
Ella lo miró un momento, asintió y continuó mirando el cielo estrellado.
-Las cosas no están saliendo como habíais pensado, ¿cierto?- intentaba seguir con la conversación.
-¿Eso que más te da?- no le miraba.
El chico quería lanzarse a decir la verdad de una vez por todas, pero ¿cómo hacerlo y que le crea? Hermione no parecía muy dispuesta a hablar y él nunca había hecho lo que pensaba hacer. La verdad, no se lo estaba poniendo nada fácil.
Ella se levantó y se apoyó en la barandilla de madera del viejo porche.
-¿Sabes? Por un momento, pensé que ibas a cambiar...- decía, sin mirar hacia su compañero.
-No me distéis la oportunidad- intentaba defenderse.
-¿Qué no te dimos la oportunidad?- se volteó, bastante cabreada.
Draco se levantó de su asiento e intentó explicarse, pero se le adelantó.
-¿No puedes valorar la posibilidad de que casi morimos por salvarte de Azkaban?- decía, mientras se acercaba a él.
-¿Y tú no te das cuenta que he mentido a Weasley, solo para que me mate?- confesó, aproximándose al rostro de ella.
-¿Mentirle? Le has contado lo de los besos... Por si no te has dado cuenta, cortó conmigo-.
-¿Quién besó a quién en el campamento?- murmuró, más tranquilo.
Ella calló y lo miró con incertidumbre.
-En vez, de decirle a Weasley que me habías besado tú...-.
-Dijiste que lo habías hecho tú- interrumpió Hermione.
Estaba asombrada, él la había encubierto de aquello y cargó con toda la ira de Ron.
-¿Por qué querías que, Ronald, te matara?- ahora estaba dispuesta a escuchar.
-Solo así, esta marca, desaparecería... Y si, Voldemort, regresara...- intentaba explicarse, pero le costaba decir lo que ocurría realmente.
-¿Qué es lo que nos está pasando, Malfoy?- miraba a los ojos de éste.
-Ojalá pudiera entenderlo, solo sé que no puedo evitar el sentirme extraño cuando estoy contigo- no quería dejar de hablar, sabía que no tendría más valor para expresarse- Siempre me has importado muy poco y, después de que te besara... Yo...-.
-¿Qué tratas de decirme?- casi parecía saber a lo que iba.
-Cuando te besé, sentí paz y felicidad... Me sentí bien, como nunca antes me había sentido. Cuando te hacía daño, me sentí como un miserable y...- tragó saliva- Perdóname, perdóname Granger...-.
-¿Qué?- no se lo podía creer.
-Per... Perdóname, Granger...- volvía a repetir, con sus ojos inundados de sinceridad.
La joven comenzó a llorar de emoción, era extraño lo que estaba pasando. Después de todo lo que habían pasado, jamás oyó una disculpa del chico Slytherin. Casi parecía un milagro.
-Se nota que me estás diciendo la verdad... Nunca te has disculpado con una sangre...- decía Hermione, con una sonrisa de alegría y lágrimas.
-Mejor no digas esa palabra, me hace sentir más culpable- dijo con media sonrisa.
-¿Y por qué? ¿Por qué te disculpas?- seguía algo emocionada.
-Por la razón que te estaba intentando decir...- dijo en un dulce susurro e intentando acercarse al rostro de la joven.
Poco a poco, fue acercándose a los labios de ésta y sin dejar de mirar sus castaños ojos.
Hermione no entendía la razón de su acelerados deseos de besarlo, pero depositó sus manos en el abdomen del chico.
-Si no es de verdad o solo es para echármelo en cara, mejor no continúes- le murmuró la joven.
-Además... Creo que no es lo correcto...- dudaba de que sintieran algo entre ellos.
Él sonríe dulcemente y aparta un mechón del rostro de la joven. Ella comienza a ruborizarse y mira hacia los grisáceos ojos de su compañero.
-Acaso, ¿he de pedirte perdón por amarte?- murmuró, aún con esa hermosa sonrisa.
Ella corresponde a su sonrisa y comienzan a rozar, dulcemente, sus labios con los del otro. No era la primera vez que se besaban, pero sí la primera vez que lo hacían con amor.
Draco acariciaba las mejillas de la joven mientras continuaba con su apasionado beso. Hermione había aferrado sus manos en la camisa del chico y deseó que, ese momento, no pasará de largo.
Las manos frías del chico, eran una tierna sensación en la piel de la joven y, poco a poco, fueron apartándose del rostro del otro.
Se miraron a los ojos y, Hermione, descendió la mirada.
-Ahora sí que me siento extraña- dijo, alzando su vista otra vez.
-Bueno, yo ya estoy acostumbrado a besar- intentaba parecer simpático.
-¿Ah, sí? ¿A Parkinson? Bueno, puede que bese bien...- le seguía la broma.
-¿Celosa?-.
Ella lo miró con una sonrisa picarona y negó.Por un momento, algo invadió en su mente.
-Malfoy...- intentaba decir, con un rostro más preocupado.
-¿Por qué me llamas así?-.
-Está bien... Draco...- le costaba llamarlo por su nombre- No podemos decirle a los demás que estamos juntos...-.
Él se apoyó en la barandilla vieja y se puso algo serio.
-Tienes razón. No quiero tener problemas con los Weasley...- meditaba.
-Fingiremos ante los demás... Hasta que, todo esto, pase- continuaba mientras se cruzaba de brazos- ¿Te parece bien?-.
-Sí, claro- asintió.
Se sentían un poco tímidos y, apenas, podían mirarse largo rato; pero, poco a poco, fue desapareciendo esos rubores.
Se despidieron en el salón y, Hermione, subió hacia su habitación; mientras que, Draco, volvió a tumbarse en el viejo sillón.
Finalmente, había ocurrido y parecía como si lo desearan de verdad. Pero no podían evitar el sentir miedo en su interior, sobretodo Hermione.
¿Y si solo fuera un truco? No, imposible. Él jamás le pediría perdón, nada más para hacer alguno de sus trucos... Esta vez, parecía sincero de corazón y le creyó sin más reservas.
Sin embargo, aún habían muchas cosas que pensar.
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DRACO MALFOY Y HERMIONE GRANGER |
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DRAMIONE |
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¿HE DE PEDIRTE PERDÓN POR AMARTE?
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