Los finos rayos del atardecer fueron los protagonistas en aquella tarde de invierno y a unos pocos pasos del refugio, una joven bruja de cabellos pelirrojos, estaba luchando contra su mayor miedo... La altura.
Había tomado la escoba de su hermano Ron, sin que éste lo supiera, tomó posición y respiró profundo como unas tres veces.
Cerró los ojos y a punto estuvo de dar un ligero toque en el suelo con su pie derecho, cuando oyó su nombre.
Volteó levemente, sabía de quién se trataba y tragó saliva.
-¿Qué estás haciendo?- preguntó, un poco preocupado, el joven Potter.
-Ha... Harry... Yo no, bueno, verás... Solo quise...- intentaba buscar una explicación razonable y disfrazar un poco lo de su miedo a las alturas.
-Después de lo que te pasó, ¿aún quieres volar? Eso es de valientes, te felicito- sonrió éste, estaba asombrado de la fuerza que poseía la joven Weasley.
Ella sonrió y asintió, fingiendo que era valiente en intentarlo.
-¿Necesitas ayuda? A lo mejor te viene bien- quiso colaborar.
-No... Tranquilo, no será necesario...- quería evitar que la viera hacer el ridículo.
-Ginny, lo de anoche... Bueno, sabes que lo dije muy en serio y...- pausó para tomar un poco de aire- Ahora que estamos solos, quiero volver a decírtelo...-.
Los dos se miraron a los ojos, llenos de ternura y algo nerviosos. Eran pareja desde hace 3 años y aún no habían dado muchos pasos en su relación, aunque no habían dejado de amarse.
-Te quiero, Ginny... Eres, eres la chica más maravillosa del mundo. Has estado conmigo y me has apoyado, en todo momento- continuaba y tomando de las delicadas manos de ésta- Quiero estar contigo, no me importa lo demás... Tú eres mi vida, mi familia y solo, contigo, puedo superar todos mis miedos-.
Ginny sonrió tímidamente, no quiso apartar la vista de los verdes ojos de su compañero, pero tuvo que hacerlo inconscientemente. Harry había dicho, precisamente, las palabras que menos necesitaba oír: Superar todos mis miedos.
-¿Estás bien?- se preocupó del silencio que se había creado.
-Sí... Bueno... No del todo- sonrió, levemente, alzó su mirada a éste y tragó saliva.
-Ginny, lo siento... Solo quise aprovechar que estábamos solos, para poder decirte esto y no pensé que fueras a tomártelo a mal y...- se angustió.
-No, Harry. Tú eres perfecto y... Por desgracia, te has enamorado de una cobarde- se entristeció y miró a otro lado.
Él no pudo entender de qué estaba hablando.
-¿De una cobarde? Ginny, no entiendo...- murmuró.
-Tengo miedo a las alturas, pensé que podría superarlo sola y justo vienes, para decirme algo tan hermoso como eso y... Yo lo estropeo todo con mis inseguridades y mi miedo a las alturas- comenzó a llorar- No puedo volar y tengo miedo de fallarte una vez más. Nos han atacado las hadas, ¡dos veces! Y no he sido capaz de hacer algo...-.
Harry se conmovió de este momento, había visto a Ginny llorar un par de veces, pero que le confesara algo con lágrimas... Nunca.
En ese momento, él dirige sus brazos hacia ella y la refugia en su pecho con un cálido abrazo.
Ambos corazones comenzaban a latir aún más aprisa, sus respiraciones se agitaban, pero se esforzaron por no hacerlas notar hacia el otro.
-Me he enamorado de una Weasley y todos sabemos lo que significa eso. Tienes un carácter fuerte y decidido, eres tierna y sencilla, tímida y humilde-continuaba, sin dejar de abrazarse- Pero lo más importante es que te esfuerzas en ser aún muchísimo más de lo que he dicho, sin darte cuenta de que ya eres más que perfecta para mí-.
Ginny no pudo contener sus finas lágrimas, lágrimas llenas de felicidad ante esas preciosas palabras que no esperaba oír y que tanto había soñado.
-Gracias... Harry... Siempre estuve enamorada de ti y todas las noches soñaba con un momento así, ahora que ha llegado, me siento como en uno de esos sueños- sonrió y aún aferrada a los brazos de éste.
Ninguno de los dos se percataba de unos jóvenes espías que observaban tras los árboles.
-George, si se enteran de esto, nos van a matar- susurró Ron que estaba al lado de éste y en cuclillas tras un arbusto.
-No lo harán, porque no se van a enterar- respondió en el mismo tono de voz y con una simpática sonrisa, mientras miraba la conmovedora escena.
-No sé por qué me habéis obligado a venir... Yo podría estar haciendo eso mismo con Luna- se quejó Neville que estaba al lado de Ron y en la misma posición.
George lo miró serio y le lanzó una pequeña bola de nieve, a la cabeza de éste.
-Ey...- murmuró, mientras se quitaba el resto de nieve que le quedó en la cabeza y mirando hacia el mayor de los tres.
-¿Qué estáis haciendo aquí?- preguntó una voz femenina y firme que provenía de sus espaldas.
Los tres amigos tragaron saliva y voltearon, lentamente.
Era Hermione, acompañada de Luna.
-Solo estábamos mirando a las ardillas- rió George, mientras caminaba a paso ligero hasta la cabaña.
Hermione esbozó una leve sonrisa y miró a los otros dos.
Tanto Ron como Neville, no tardaron en incorporarse y caminaron hacia la cabaña.
Las dos muchachas los siguieron, mientras dejaban atrás a Harry y a Ginny.
Todos entraron en la cabaña, salvo Ron que tomó del brazo de Hermione.
-¿Qué ocurre?- murmuró la castaña.
-Necesito hablar contigo, si no te importa- confesó el pelirrojo, con una mirada tierna y un poco nervioso.
-Claro, ¿de qué se trata?- atendió a su mejor amigo.
-Bueno... Verás... Yo...- no sabía por dónde empezar.
-¿Sí...?- lo miraba un poco extrañada.
-Hermione, somos amigos desde el primer año en Hogwarts y...- tragó saliva.
-Sí, es cierto. Aunque fuiste bastante cruel conmigo- sonrió y se cruzó de brazos.
-Oh, vamos, tampoco fue para tanto- comenzó a reír.
-¿Que no fue para tanto? Dijiste que era una pesada y que, por ese motivo, no tenía amigos- seguía en su misma postura.
Ron comenzó a rascarse la nuca, aunque no le picara, solo lo hacía si estaba muy nervioso.
-Ya te he pedido perdón por eso...- murmuró con una tímida sonrisa.
-Lo sé. ¿Qué era eso de lo que querías hablarme?-.
-El caso, Hermione, es que...- por fin tenía algo de fuerzas para poder decírselo con claridad.
-Ha decir verdad, nunca dudé de su don para retrasarse señor Weasley- murmuró una voz muy reconocida, desde la entrada de la cabaña- Pero no esperaba verlo en usted, señorita Granger-.
-Oh, lo sentimos profesor Snape...- dijo ésta y entró al refugio, acompañada de Ron.
Harry y Ginny estaban llegando a la cabaña, con la escoba de Ron y vieron al profesor Snape, esperándoles en la entrada.
-Vaya, vaya. Indudablemente, los Weasley habéis heredado el mismo don y parece ser contagioso en usted, señor Potter- seguía en la misma posición.
-Perdone, profesor Snape- murmuró Harry y ambos entraron en la cabaña.
Al entrar, los dos jóvenes magos, escucharon una pequeña discusión que tenían los adultos. Estaban en la cocina, junto con el director Aberfoth Dumbledore.
-Las cosas no pueden ir a peor...- murmuró el señor Clark.
-Puede, ya lo habéis visto- continuaba la profesora McGonagall- Lucyus Malfoy ha perdido la cabeza, más aún-.
-Pero, ¿cómo pudo hacer semejante cosa?- dijo Arthur Weasley.
Harry y Ginny se miraron, mientras caminaban lentamente hacia las escaleras.
¿Qué había hecho Lucyus Malfoy? ¿Lo sabría Draco? Deseaban quedarse y escuchar, pero Snape se garantizó de que subieran las escaleras y permanecieran en su habitación.
-Harry, Ginny- dijo Hermione que fue a abrazarlos.
-¿Dónde está Malfoy?- murmuró Harry, pues no lo veía en la habitación.
-No lo sabemos... Es imposible que esté en el cuarto de las chicas- respondió Ron, sentado en su cama.
-Si no recuerdo mal, me parece que estaba con el profesor Snape- dijo Luna que se encontraba sentada en la cama de Harry.
-Imposible, el profesor Snape estaba en la entrada solo y nos acompañó hasta aquí- aclaró el joven Potter.
-Yo sé dónde está- murmuró Alice, estaba al fondo de la habitación y sentada en una silla.
Hermione la miró con cierta inseguridad, no sabía por qué, solo lo hizo sin más.
-Estaba en la cocina, cuando aparecieron los mayores. Es cierto que estaba con ese profesor que dijo Luna, pero algo hablaron que...- tragó saliva.
-¿Qué? ¿Qué ha pasado?- se preocupó Harry.
Alice abrió su boca, para explicar lo que había visto, pero la puerta se abrió y apareció el joven Slytherin, bastante serio y helado.
-Malfoy, ¿estás bien?- dijo Harry, algo preocupado al notar a su compañero a tan baja temperatura.
-Sí, solo fui a tomar el aire- murmuró en el mismo tono y acostándose boca arriba en su cama.
Todos se miraron entre sí, lo notaron más frío y distante. Ciertamente, no sabían qué tenía Draco en su cabeza y no parecía dispuesto a hablar.
Alice tampoco, bajó su mirada al suelo desde que Draco entró en la habitación y prefirió quedarse muda.
Esto preocupó a Hermione, aunque le dolía lo que éste le había hecho, aún seguía sintiendo algo por él.
Y, por si fuera poco, aún iban llegando más malas noticias.
-No podemos dejar a Harry aquí, ahora no- murmuró el director.
-Pero, Dumbledore, ¿a dónde piensas llevarlo? Voldemort sigue dentro de él e irá a donde él vaya- dijo Horace.
-Tal vez, pero solo hay una solución capaz de acabar con toda esta situación- intervino Snape, desde la entrada de la cocina.
Todos voltearon a verle, a nadie se le ocurría ninguna idea y oír algo con tanta seguridad, les llamaba la atención.
-Una vez, Lord Voldemort, nos confesó lo que planeaba hacer una vez hubiera fracasado su primer objetivo- continuaba- Lo que está pasando hoy día, tiene una solución poco agradable-.
-¿De qué se trata?- se preocupó Arthur.
-El señor Potter puede deshacerse de Lord Voldemort con un simple sacrificio voluntario- intentaba explicar, pero le interrumpió Hagrid, que también estaba allí.
-¡Ni hablar! ¿Cuántas veces estuvo al borde de la muerte, por culpa de ese miserable? ¡¿Eh?!- se quejaba.
-En ningún momento dije que fuera él, aunque también hubiera funcionado. Pero dadas las circunstancias, todos esperamos ver sobrevivir a Potter, por lo que el sacrificio debe darlo otro por él- detalló.
El silencio invadió la pequeña cocina, todos miraban dubitativamente hacia el otro y otras veces bajaban la mirada.
-Severus tiene razón- murmuró Dumbledore.
-¿Qué quiere decir?- dijo Molly.
-La persona que debe sacrificarse por él, tiene que pertenecer a la casa Slytherin. No importa quién sea, si está decidido a hacerlo voluntariamente y de corazón, entonces podrá acabar con Voldemort- explicó el director.
-Eso quiere decir...- sollozó Hagrid.
-No estaréis pensando en Draco Malfoy, ¿verdad, Dumbledore?- se inquietó McGonagall.
-No lo sabemos con exactitud, profesora McGonagall. Eso solo depende de él, como podría hacerlo Severus... Depende solo de los Slytherin- concluyó éste, con una mirada un poco apagada.
Ya había llegado la noche en el oscuro Callejón Nocturn y solo las luces de los pequeños farolillos podían alumbrar, vagamente, los estrechos caminos que daban hasta una antigua tienda de libros y objetos únicos y desconocidos, aún por los propios magos.
Dos muchachas de capas negras, caminaban en dirección a dicha tienda y de vez en cuando, una de ellas, volteaba un poco para garantizarse de que nadie las seguía.
Llegaron hasta la puerta de dicha tienda y la que parecía ser la líder de las dos, tomó su varita.
-Alohomora- murmuró y la cerradura cedió.
Entraron de inmediato, cerraron la puerta y caminaron un par de pasos hasta dar con varias estanterías, repletas de libros.
-Lumos- volvió a decir la misma joven y comenzó a adentrarse entre aquellas estanterías, para llegar hasta el asolado mostrador.
-Jessica, ¿estás segura de que era aquí?- susurró Pansy que iba justo detrás de su compañera.
-¿Por quién me has tomado? Claro que es aquí- respondió con el mismo tono de voz y continuando su camino.
-¿Y crees que es buena idea, reunirnos con él? ¿Acaso, no has oído lo que ha pasado hace pocos días en aquella casa muggle?- seguía en voz baja.
Jessica se hartó de oírla y volteó velozmente, sin apagar su varita.
-Si vuelvo a oírte hablar de ese tema, te juro que te silencio para siempre- dijo entre dientes.
Pansy estaba cansada de su compañera e iba a decirle un par de cosas, cuando, la sombra de un hombre, llegaba hasta donde estaba Jessica.
-Llegáis tarde- murmuró ese hombre.
-Perdone, señor Malfoy. Teníamos que despistar a varios magos- confesó Jessica, volviendo a retomar su posición.
-Solo falta Redforth, más le vale aparecer- concluyó, mientras caminaba hasta el mostrador.
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